La Reina de los Diamantes

Capítulo 7

Tres horas habían pasado desde que Austin recogió a Ariana para ir a casa de sus padres. Tres largas horas en la que el silencio fue lo único que sus oídos podían apreciar además del sonido del auto en carretera. Tres interminables horas en que lo único que podía hacer su mente era imaginar los posibles escenarios que se le iban a presentar al llegar a su destino. Y tres grandiosas horas en las que podía apreciar cada detalle de Ariana quien dormía cómodamente en el asiento de al lado. Cada uno de sus rizos azabache cayendo sobre su frente, el palo rosa de sus labios, y su peculiar uniforme de oficina que en lugar de ser una barrera le daba un sutil toque de misterio; todo lo que la periferia de su vista alcanzaba a notar era una total distracción en ese momento. Quizás era el hecho de pasar tanto tiempo de aburrimiento a solas, o quizás solo estaba adecuándose a su papel.

En eso, por fin divisó el aviso de “Frene con Motor” que indicaba que ya faltaba poco para volver a ver algo de civilización. También en ese momento, Ariana abrió los ojos. Aunque parecía que aún seguía soñando.

— ¿Ya…llegamos? —preguntó bostezando.

—Aún no. Vuelve a dormir. Te despertaré cuando estemos cerca.

—Ya he dormido suficiente. —Consultó su reloj de pulsera. — ¿Las siete y media?

Austin sonrió. —Has dormido casi todo el camino. No me extrañaría que está noche no pudieras dormir.

— ¿Por qué no me despertaste?

—No me dijiste que lo hiciera.

— ¿Debía hacerlo? Me parece injusto que yo haya dormido mientras tú conducías aún de madrugada.

— ¿Preocupada? —el rostro de Austin dibujó una sonrisa lobuna.

—No. Tenemos todo bajo control, ¿verdad?

—Sí. ¿Quieres que repasemos de nuevo?

—Creo que no. Esto es como un examen, así que deberíamos dejar que la información repose en nuestros cerebros.

—Entonces, ¿qué quieres que hagamos el resto del camino? Falta por lo menos una hora para llegar.

Ariana se encogió de hombros. —No lo sé. ¿Escuchar música?

—Es buena idea, pero cometí el error de olvidar mi usb,

—No importa. Creo que traje la mía.

Ariana registró su bolso encontrando en él una pequeña usb que conectó al reproductor del auto. Las baladas podían tranquilizar los nervios de cualquiera….

Instrumental….

El auto frenó precipitadamente.

Somos como el perro y el gato,

atrapados dentro de una guerra sin cuartel…

 

Ariana quedó helada al escuchar la canción que sonaba. Eso definitivamente no era una balada.

—Dime que es una broma —exclamó Austin, mirándola incrédulo. — ¿También eres fan de ese grupo?

Ariana tragó saliva.

—Vaya. Esto sí que me ha tomado por sorpresa —dijo Austin haciendo que el auto continuara su marcha.

— ¿Por… por qué? —murmuró ella con nerviosismo.

— ¿Por qué? —repitió Austin. —Bueno, no es ningún delito que lo seas, pero, la verdad no te ves cómo alguien que lo sea.

—Entonces, ¿cómo qué clase de persona puede escuchar a Tem-Pest?

Austin se encogió de hombros. —No lo sé. Alguien diferente a ti quizás. Alguien lo suficientemente no cuerdo como mi hermana, por ejemplo.

Ariana levantó la barbilla.

—Que a ti no te guste no significa que todos tengamos que pensar igual. Vivimos en un país libre, por si no te has dado cuenta.

—No tengo ningún problema con que tú o mi hermana escuchen ese grupo. Simplemente te digo que me tomaste por sorpresa. ¿No se suponía que debíamos aprender hasta el último detalle del otro?

—Bueno, pues ahora lo sabes. —Iba a desconectar la usb, pero Austin interceptó su mano en el camino.

—Puedo vivir con eso, no tienes por qué quitarlo. Solo trata de recordar antes de que lleguemos, que otro pequeño detalle no me has contado.

Ariana suspiro de alivio. Por un minuto había creído que sería descubierta.




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