La Reina de los Diamantes

Capítulo 10

Ariana miraba fijamente hacia arriba, tratando de imaginar que toda esa inmensa oscuridad que la envolvía era el cosmos mismo, siendo este un lugar en donde en sus más profundos y secretos sueños podía ser completamente libre.

Libre para seguir soñando.

Y, sobre todo, libre del engaño para poder soñar.

—¿No duermes?

La voz de Austin a su lado fue la gravedad que necesitó para ser atraída a la realidad.

—No.

—¿Por qué? ¿Tienes hambre?

Ariana sonrió. —No. No tengo hambre.

—Lastima. Y yo que pensé que podíamos hacer un picnic nocturno.

—No lo creo factible. Para un picnic necesitamos varias cosas, entre ellas comida.

—Tengo galletas y jugos en el armario. Aunque también podríamos hacer un plan y asaltar la cocina.

—La idea es muy tentadora, pero creo que con todo lo que he comido hasta ahora tendré que hacer mínimo cien horas de cardio para poder recuperarme.

Austin rio. —Dudo mucho que unos kilos de más puedan afectarte.

—Gracias por el voto de confianza —dijo Ariana, no pudiendo contener una enorme sonrisa de oreja a oreja.

—Entonces, sino es hambre ¿qué te tiene despierta? No te sientes cómoda conmigo aquí, ¿verdad?

—Te equivocas. Ni siquiera me había dado cuenta de tú presencia en un buen rato.

—Vaya. Tú si sabes cómo alimentar mi ego, cariño.

—Permíteme que lo dude. Tú ego sobrepasa completamente los límites de la imaginación.

—Bueno, al menos podemos decir que tenemos algo en común.

Ariana bufó. —Por favor. ¿Dices que soy egocentrista?

—Esa es fácil de responder.

—¡Santo Dios! Con amigos como tú, ¿para que buscar enemigos?

—Oye, esa es mi línea. Te la has robado.

—Demándame.

Austin rodó los ojos. —Extiendo bandera blanca.

—Sabía decisión.

Supongo que si —dijo Austin, acomodándose sobre su hombro derecho. —¿Y bien?

—¿Bien qué?

—Aún no has respondido a mi pregunta. ¿Qué te tiene despierta? —insistió Austin, conservando la mirada en lo poco que lograba distinguir de la de ella a través de la oscuridad.

Ariana se encogió de hombros. —No lo sé. Quizás sea porque estoy acostumbrada a dormir poco… O el hecho de que este exceso de tranquilidad me pone nerviosa. El solo pensar que en cualquier momento todo puede llegar a derrumbarse como un castillo de naipes.

El silencio merodeó unos segundos entre ellos.

—No tienes de que preocuparte —logró decir Austin finalmente. —Yo puedo… No, yo seré el pilar que sostenga tú castillo, así que puedes dormir tranquila.

—No soy una frágil damisela en apuros, ¿recuerdas?

—Eso está aún más claro que el agua, bombón.

 

—Y bien, ¿cómo ha sido tú experiencia? ¿Suficientemente aburrida como para dejarme plantado en el altar? —preguntó Austin, despidiéndose de los últimos indicios de civilización por el espejo retrovisor.

—Lo creas o no, fue bastante aceptable. Supongo que aún tienes trabajo que hacer si quieres volver a encabezar la lista de los solteros más cotizados para la próxima temporada —dijo Ariana, que prefería mantener la vista y manos en la pantalla de su Tablet. Una cosa era desempeñar un papel frente a un público, y otra muy diferente era fingir que todo era real. Después de todo, Austin era el único actor en ese auto. Bueno, técnicamente.

—¿No fue suficiente que mi madre haya querido que cocinaras? Fue una buena táctica usar de escusa una larga conferencia por Skype.

—Tengo un diploma en gastronomía — Ariana se encogió de hombros. —No acostumbro a cocinar porque no es divertido hacerlo para ti sola. Así que me las hubiera apañado perfectamente con tú madre; y sobre la conferencia, todo fue real. El mundo de los negocios no es como lo pintan las novelas.

Él la vio con incredulidad un segundo. —¿Tú sabes cocinar?

—También se hacer repostería. Pero ya he dicho que no acostumbro a hacerlo.




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