La Reina de los Diamantes

Capítulo 14

—Rachel Loer y compañía —dijo Rachel entregando las entradas a una joven en traje usando un aire altivo del que solo podían alardear las celebridades y, aunque ella no fuera precisamente una, en ese momento se sentía como la misma diva del rock a quien iba a ver.

Claro que no se podía decir lo mismo de su acompañante.

—Por aquí, señorita Loer—dijo un hombre alto con traje negro y audífono en un solo oído.

—Aún no puedo creer que me hayas hecho venir —mascullaba Austin entre dientes a su hermana.

—Me debías una grande, hermanito —respondió ella con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro.

Y vaya que tenía porque estar feliz. Los asientos eran primera fila en zona VIP. Otro pequeño beneficio de ser Ariana Allen, pensó Austin.

¿Y cómo se había dejado arrastrar hasta allí? Eso era imposible de olvidar.

—No voy a aceptar un no por respuesta. ¿Sabes lo mucho que he esperado este día? —Austin estaba escuchando a su hermana pequeña obedientemente mientras se desahogaba por el repentino resfriado de su amiga Helen.

—¿No tienes otra amiga que te acompañe? —preguntó él casi sabiendo la respuesta de antemano.

—Ninguna mayor de edad. Aunque quizás podrías darme el número de tú novia y ella quizás…

—De acuerdo. Iré —dijo Austin, apretando los dientes.

 

—Deja de fruncir el ceño como si te hubiera traído a la fuerza —le dijo Rachel trayendo su mente de vuelta al asiento.

—Me has traído a la fuerza, ¿recuerdas? —espetó Austin.

Rachel le dirigió una mirada bastante temible para su edad. Austin realmente no tenía idea de que estaba pisando terreno peligroso.

De pronto, las luces se apagaron y el público empezó a gritar haciendo ya imposible la comunicación entre ellos. Al menos algo mantendría ocupada a Rachel por las próximas dos horas.

Con la entrada reglamentaria de la batería, un sin número de fuegos artificiales explotaron alrededor de la plataforma. Un grupo de cuatro personas habían tomado sus posiciones en el escenario; uno detrás de la batería, otro en el piano, otro en el bajo y el último, sosteniendo una guitarra eléctrica. Los gritos de la multitud se hicieron aún más fuertes cuando una explosión originó una inmensa cortina de humo blanco de donde una chica salió llamativamente haciendo sonar otra guitarra eléctrica.

Austin se tensó al ver como aquel cabello negro con las puntas teñidas de rojo sangre danzaba con la brisa. Era como ver a un ángel. Aunque un ángel negro sería una expresión más apropiada debido a su vestimenta y antifaz. Cuando creyó que no podía estar más confundido, la chica tomó el micrófono central con ambas manos y el espectáculo comenzó.

“Somos como el perro y el gato, atrapados dentro de una guerra sin cuartel. De nada sirve negar que el odio es el que nos une, porque bien sabemos que el ojo por ojo es mucho más interesante.

Tú y yo tenemos algo fuera de lo común, lo que decimos no es lo que queremos. Simplemente las palabras se pierden antes de llegar al corazón y lo increíble de todo es que seguimos haciendo todo al revés.

Es tarde ya para intentar cambiar las reglas. Hemos innovado lo que llaman fantasías. No buscamos tener una historia de cuento, en donde el felices por siempre se olvida al cerrar el libro.

En lugar del cielo vivimos en el infierno; nuestros besos no son de miel, son de hielo. El fuego y la pasión es nuestro pecado, y mil años a tú lado será mi castigo.

Tú y yo tenemos algo fuera de lo común, lo que decimos no es lo que queremos. Simplemente las palabras se pierden antes de llegar al corazón y lo increíble de todo es que seguimos haciendo todo al revés.

(Del odio al amor, del amor al odio solo hay un paso y hace mucho que cruzamos ese límite)

Tú y yo tenemos algo fuera de lo común, lo que decimos no es lo que queremos. Simplemente las palabras se pierden antes de llegar al corazón y lo increíble de todo es que seguimos haciendo todo al revés.

 

—Esto es estupendo. Podría morir en este instante y aun así irme muy feliz. Ariana definitivamente es mi nueva mejor amiga —empezó a gritarle Rachel a Austin en el oído para que pudiera escucharla a través de los gritos de la multitud.

—¿Y yo dónde quedo? —le respondió él también a gritos en el oído.




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