Austin cerró la puerta tras él y cayó sobre el sofá de cuero. Miró fijamente hacia el techo como si se tratara de un enorme tablero de dibujo en donde la imagen completa de lo que en realidad pasaba fuese a aparecer en cualquier segundo. Se imaginó un millón de posibles escenarios que pudieran explicar tanto la actitud de Ariana como la sensación indiferente que le causó el beso.
¿Todo lo que había sentido antes podría haber sido una ilusión causada por el engaño y papel que estaba representando y ahora la realidad le había devuelto los pies a la tierra?
—Se suponía que grababas con Johaira hoy —dijo Max entrando a la pequeña oficina en donde Austin descansaba.
—Recuérdaselo a Justin, por favor. No ha dejado de meter la pata desde hace una hora y hasta entonces no entro en escena.
Max se dejó caer junto a Austin en el sofá y bufó. —Aun no entiendo como rayos hizo Justin para conseguir el papel. Digo, ya ha hecho por lo menos siete producciones y todavía se comporta como todo un amateur[1].
—El poder de la almohada, supongo.
Max sonrió a la idea.
—En eso tienes razón. Y hablando de almohadas… ¿Ya estás preparado para compartir la tuya con la señorita de hielo sólido?
Austin suspiró.
—Probablemente no lo haga pronto.
Max pestañó.
—¿No me dirás que piensas cancelar el matrimonio?
—No. No pienso cancelar nada. Simplemente digo que las cosas se han revuelto un poco más de lo que esperaba y dormitorios separados será una mejor opción después de todo.
—¿A qué te refieres con revolver las cosas? Hasta dónde sabía anoche sería la NOCHE ESPECIAL. ¿Qué sucedió para que hoy estés tan dramático?
—Bueno, aparte de llevarla al lugar planeado después de la cena, entregarle el nuevo anillo y besarla, no sucedió nada más de lo que puedas estar imaginando.
Max se rio.
—¿Besarla? ¿Pudiste besarla estando solos y sin recibir un golpe a cambio?
Austin asintió.
—¡Por Dios, Austin! En lugar de estar deprimido deberías estar eufórico.
Austin tomó una respiración profunda. —Estas exagerando. Un beso no significa nada y menos cuando es actuado. Eso deberías saberlo perfectamente.
—¡Vamos! Mejor dime otra de vaqueros, porque esa ni tú mismo te la crees.
—¿Has visto tus notificaciones de Google?
—Aún no. ¿Por qué?
Max buscó su móvil en la chaqueta y deslizó el dedo en la pantalla. Dos segundos después, la sorpresa se disparó a través de él.
—¡Pero si este eres tú con tu novia! Y te ves demasiado acaramelado con ella como para estar tan deprimido.
—No te dejes engañar por esa fotografía ni por el titular, que de dulce ni el pastel lo fue. En lugar de eso hubieran escrito: “Un beso aún más frío que el hielo en Strawberry’sCake”.
—¿Sabes? Tengo algunos problemas para entenderte. ¿Te molestaría decirme todo desde el comienzo?
Austin se encogió de hombros. —El comienzo podría decirse que fue hoy a primera hora de la mañana. Recién acababa de despertarme cuando tuve el honor de recibir la visita de Marisol Seager.
—Espera un segundo. ¿Marisol Seager? ¿La supermodelo que ha arrasado con las últimas pasarelas europeas? ¿Esa Marisol Seager?
—Quizás. No estoy muy al pendiente de las revistas de moda como tú comprenderás. Pero si estoy casi seguro de que es modelo.
—Descríbela —le ordenó Max a su amigo.
—Alta, rubia, ojos claros…
—¡Austin! ¿Cómo rayos hiciste para que esa belleza llegara directamente a tu puerta?
—No fue una visita social.
—¿A no? ¿Entonces de qué fue?
—Una visita de negocios. Llegó a ofrecerme una gran suma de dinero, la que yo quisiera y sin importar que tal alta fuese, a cambio de desaparecer de la vida de Ariana para siempre.
Max parpadeó.
—¿Qué estás diciendo? ¿Marisol Seager queriendo comprarte? Eso si no puedo creértelo, amigo. ¡¿Por qué diablos haría ella eso?! Creo que ni siquiera te conoce.
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Editado: 20.10.2019