La Reina de los Diamantes

Capítulo 27

—Y además de lo obvio, ¿cómo has estado?

—Lleno de trabajo. Los papeles se niegan a abandonar mi escritorio y por días siento que la oficina es realmente mi casa.

—Créeme que te entiendo perfectamente. Aunque no me negarás que el trabajo llega a convertirse en una droga necesaria para poder respirar. En los días de ocio siento que moriré.

—También entiendo ese sentimiento. Hace poco intenté alejarme completamente del escritorio y apenas lo logré dos horas.

Ambos amigos rieron.

—Bien, no creí que fuera a hacer nuevos amigos tan pronto. Supongo que tu novio ya ha sido alertado de mi presencia.

Ariana volteó y vio a Austin atravesando la multitud. Sonrió débilmente.

—Imagino que le ha dado pena preguntar dónde está el baño y viene por mi ayuda —bromeó ella. — Pobre. Ya debe tener la cabeza hecha un lío de oír puras conversaciones aburridas.

—Si quieres, puedo hacerle más amena la noche al chico —dijo Oliver, con un brillo de diversión en sus ojos.

—Te lo advierto, Oli. Compórtate.

Él joven empresario pretendió estar ofendido.

—¿No es lo que hago siempre?

Para su pesar, Ariana ya no pudo refutarle nada a su amigo ya que había sido rodeada por la cintura de manera posesiva por uno de los brazos de Austin. A ella le costó trabajo ocultar la sorpresa que esto le causó.

—Hola, cariño. Déjame presentarte al señor Oliver Ferreira. Actualmente es el presidente de Industrias Ferreira’s Corporation.

Austin ofreció su mano.

—Un gusto conocerte. Y si me permiten agregar, tengo entendido que eres un viejo amigo de mi prometida.

Oliver respondió el saludo y Ariana estudió a Austin sin poder entender bien la razón del porque había dado tanto énfasis a su relación.

—Veo que no has estado perdiendo el tiempo —dijo Oliver muy sonriente. —Ari y yo prácticamente crecimos juntos, por lo que puede decirse que somos amigos de la infancia.

—Oliver —advirtió Ariana en vista del rumbo por el que su amigo quería llevar a Austin.

—De acuerdo. Me comportaré —Oliver tomó la mano de Ariana y posó sus labios sobre su palma. —Ha sido todo un deleite volver a verte, Ariana. Sin embargo, creo que apreciaras el hecho de tener unos minutos en familia. Hasta que nuestros caminos se crucen, mon amour[1].

—Hasta luego, Oli.

Oliver asintió hacia Austin y se alejó rápidamente de la pareja con una sonrisa en el rostro.

—Al parecer le he venido a hacer mal tercio a tu amigo —observó Austin.

—Estas equivocado. Oliver es un hombre inteligente que sabe cuáles batallas pelear y cuáles no.

Austin sonrió.

—¿Estás diciendo que se ha sentido intimidado por mí? Me halagas, cariño.

—No sueñes, Austin. ¿Acaso no te has dado cuenta quienes se acercan por las once en punto?

—No. ¿Quienes? —Austin empezó a buscar entre la multitud algún posible rostro familiar sin poder hallarlo a tiempo.

—Sonríe —le susurró ella entre dientes.

Y un segundo después y sin poder obtener una respuesta más clara, una mujer de cabellera rubia y ojos oscuros, esbelta y de menor estatura que Ariana, fue hacia ellos con los brazos abiertos y les dio un abrazo a ambos. Ella fue seguida por el padre de Ariana quien le daba un beso en la mejilla y estrechó la mano de su futuro yerno.

—Mami… Papi... Creí que ya nos habían olvidado.

—De ningún modo, mi amor. Lo que sucede es que tu padre y yo quedamos atrapados en otra de las anécdotas de Federico y ha sido un milagro que hayamos podido escapar.

—Es un gusto conocerla, señora Allen. Permítame decirle que luce mucho más hermosa de como la imaginaba.

—Llámame Mira y quita señora, por favor. Después de todo, ya pronto seremos familia.

Ariana parpadeó sorprendida. Aunque su madre era de una personalidad completamente diferente a la de su padre, le parecía más que increíble el trato tan familiar que le estaba dando a Austin. ¿Realmente se había olvidado de su entusiasmo por ser la suegra de un príncipe encantado?

No, demasiado bueno para ser verdad. En esos momentos lo más seguro es que estaba viendo a Austin montado en un fino corcel y portando la corona de solo Dios sabrá qué reino.




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