La Reina de los Diamantes

Capítulo 29

Durante el intercambio de votos y entrega de alianzas, Ariana se sorprendió que su ya casi esposo deslizara en su dedo una argolla diferente a la que había visto anteriormente. Esta era de platino rodeada de pequeños diamantes y zafiros azules intercalados, que obviamente nunca hubiera sido elección de su madre.

—Para mí reina —dijo Austin, dejando muy en claro su territorio.

Cuando llegó su turno, recibió otra alianza que tampoco reconocía para que se la colocara a Austin. En ella, notó algunas similitudes en el diseño siendo evidente que ambas alianzas eran compañeras. Ariana no pudo ocultar su confusión al no entender por qué Austin les daba demasiada importancia a las joyas, recordando así lo sucedido con el anillo de compromiso.

—…yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Ariana tragó saliva. Estaba segura de que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento y con un poco de suerte, despertaría en su cama antes de morir en ese sueño. Austin, sin embargo, estaba demostrando unos perfectos nervios de acero inoxidable. Pasó un brazo alrededor de su cintura y bajó la mirada hasta encontrarse con la suya. Sus hermosos ojos café oscuro desprendían un brillo hipnotizante y en sus labios, se dibujaba una sonrisa que imitaba a la del Gato de Cheshire.

Ariana deslizó la lengua por sus labios, intentando ignorar el nudo que sentía en el estómago en cuanto él empezó a acercarse hasta que aquellos labios ya familiares para ella se volvieron a encontrar con los suyos, provocando una descarga eléctrica que se extendía por todo su cuerpo. Ella abrió la boca sintiendo como la lengua del que ya era su esposo se desenvolvía perfectamente en su interior y sin ninguna timidez. Dos segundos después, Ariana se olvidó de todo y de todos los presentes, ella ya era incapaz de pensar. Solo podía sentir. Parecía que habían pasado siglos desde la última vez que Austin la besó, y ninguno de aquellos besos podían llegar a compararse ni remotamente al que estaba degustando en ese momento. Le rodeó los hombros con los brazos y trató de acercarlo aún más a ella. Austin utilizó el brazo que tenía libre para sujetarla de los hombros haciendo más estrecha todavía la unión.

Alguien tosió en el momento en el que las cosas estaban queriendo empezar a subirse un poco de tono y Ariana y Austin se separaron. Una sombra de confusión cubría los ojos de ambos.

—Felicidades, señor y señora Loer —les dijo el sacerdote antes de que los nuevos esposos desfilaran por la alfombra de la iglesia de regreso a las puertas principales.

Señor y señora Loer. ¿Qué rayos había hecho?, se preguntó Austin en cuanto fueron sorprendidos por la lluvia de arroz reglamentaria al salir de la iglesia.

 

Ariana caminaba en automático y con paso lento por el salón. No podía creer que de verdad acabara de casarse. Viera a como lo viera, nada de lo que estaba sucediendo le parecía real. Y a esto puede agregársele el shock que le había causado “el beso”.

Levantó la mano que acababa de estrenar joyería y se estremeció al ver el anillo de compromiso y la alianza unidos en el mismo dedo. Desde que despertó de su sueño de hadas y princesas hace siete años, se dijo a si misma que nunca volvería a ser raptada por el dragón. Que nunca iba a convertirse en alguien como su madre, que vivía únicamente para las dietas, salones de belleza, compras compulsivas y el apellido que podía brindarle el matrimonio. Que sería alguien muy diferente a Alexander Allen.

Pero allí estaba, casada, y siguiendo al pie de la letra los pasos de sus padres; además de arrastrar a Austin a un infierno que no le correspondía.

Y lo peor de todo era darse cuenta de que Austin también podría llegar a producirle la misma influencia que ellos si seguía bajando la guardia.

—Así que ahora ya somos marido y mujer, ¿quién lo diría?

La voz de Austin consiguió despertar a Ariana de su letargo. Se volvió hacia él con el alma temblorosa pero físicamente rígida como un tronco. Sostenía una copa de champagne a medio beber. —Bueno, siendo honestos, creo que ni siquiera nosotros lo hubiésemos creído posible. Magnífica actuación, por cierto.

Una pequeña sonrisa afloró en la comisura de sus labios. Ariana estaba representando su papel de fría reina a la perfección, pero ya la conocía muy bien como para asegurar que por dentro era una temblorosa gelatina. Una exquisita gelatina cubierta de nieve. —Tú tampoco has hecho mal trabajo. —Austin dio un sorbo a su copa, casi acabándola. — Sin embargo, aún hay cosas que debes pulir si quieres llegar a hacer una carrera en la actuación.




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