La Reina de los Diamantes

Capítulo 30

Austin ya se esperaba una noche de bodas poco tradicional como cualquier otra, pero la realidad estaba siendo completamente lo opuesto a cualquier escenario que hubiese podido imaginar.

A pesar de haber entrado a la suite nupcial con Ariana en brazos como en todo cuento de hadas, al final había acabado en el sofá viendo repeticiones de partidos de fútbol mientras su esposa, aun con el vestido de la boda puesto, daba vueltas por toda la habitación usando su tableta y hablando en diferentes idiomas por teléfono. Un nombre si podía entender y era repetido varias veces al punto de irritarlo: Maxwell Ferreira.

Lo que sea, era lógico que tendría relación con “El Príncipe Encantador”.

Por otro lado, el recuerdo del beso aún estaba presente en varias partes de su cuerpo las cuales estaban gritando por una ducha de agua helada con hielo extra. Todo había empezado como un simple requisito protocolario, una simple escena de beso como muchas otras que no lograban siquiera tener un lugar en un ranking. Pero desde el momento en el que se había separado de aquellos dulces labios de fina seda en el altar de la iglesia, su mente no pensaba en otra cosa que no fuera repetirlo.

Y esto le parecía aún más desconcertante. Por un minuto creyó estar seguro de que la mujer a la que besó días antes en la cafetería y la mujer con la que se casó eran dos personas diferentes. La textura y forma de los labios de Ariana, con inclinación ascendente y los extremos redondos, culminando en un exquisito sabor a fresa que embriaga hasta al más resistente al alcohol y el brillo de sus ojos eran las pruebas que estaban confundiendo al jurado. Pero el que Ariana tuviese una gemela sería algo prácticamente imposible.

¿O no?

Dos horas después, Austin apagó la televisión y se preparó para ir a la cama solo y frustrado, lamentando el tiempo que había perdido preparando juegos de mesa para su noche de bodas.

 

Cuando Ariana despertó a la mañana siguiente, tardó un buen rato en recordar porque estaba viendo un techo de color azul oscuro en lugar del blanco impecable de su dormitorio.

a) El día anterior se había casado.

b) Era su luna de miel.

c) La noche anterior había sido su noche de bodas.

¿Noche de bodas? Le tomó otro buen rato poder recordar lo que había pasado después de la fiesta y porque se había ido a dormir con el vestido de novia puesto. Ariana no estaba segura de cómo sería una noche de bodas real, pero si podía decir que atender una emergencia de trabajo mientras tu esposo ve televisión no se parece en nada a lo que ha escrito en el pasado en cualquiera de sus novelas de romance.

En eso la alarma de su teléfono empezó a sonar terminándola de espabilar, pero cuando quiso alcanzar el aparato una especie de banda casi tan resistente como el acero le impidió hacer cualquier movimiento. Al girar la cabeza, pudo sentir el latir de un corazón sobre su mejilla, constante y fuerte, lleno de vida. Luego se dio cuenta de que las piernas estaban entrelazadas con otras debajo de las sábanas y la banda de acero era un brazo que la sostenía fuertemente por la cintura.

—¿Qué rayos…?

Pero antes de poder acomodar sus pensamientos adecuadamente, su aprehensor se movió y rodó haciendo que su cuerpo y el suyo encajaran con mejor precisión. Sus muslos presionaban fuertemente los de Ariana en un intento de deshacerse de la barrera de seda que los separaba aún.

—Austin, ¿qué crees que estás haciendo?

Ignorando la pregunta, enterró la cara en el espacio entre el cuello y el hombro de Ariana, dejando suaves besos a su paso.

—Austin, no lo diré de nuevo…

La advertencia fue inútil. Las manos de Austin empezaron a empujar hacia arriba el vestido de boda y en cuanto un dedo rozó la piel desnuda de uno de sus muslos, Ariana no pudo contener su voz y una oleada de deseo la sacudió con fuerza.

Y cómo no iba a hacerlo, si en ese mismo segundo había descubierto que su esposo estaba con la camisa medio abierta, sin corbata y... ¿sin pantalones?

Empezó a bajarle la cremallera del vestido mientras Ariana ya fuera de sí lo besaba con la misma necesidad que el agua en un desierto. Cuando Austin por fin abrió los ojos, se dio cuenta de que no estaba soñando. Tenía realmente a esa belleza entre sus brazos y todo indicaba que ambos querían disfrutar del banquete.

—Eres realmente preciosa. Hermosa de pies a cabeza —le susurró al oído creyendo que el halago sería bien recibido. Grave error.

—¡Damn![1] — La expresión salió de su boca con la fuerza de una explosión nuclear. Y antes de que Austin pudiera reaccionar, ella ya lo había derribado y salido de la cama más rápido que un rayo. La puerta de la habitación se abrió y se cerró detrás de ella sin darle la oportunidad a Austin de decir algo.




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