El estrés es una situación que puede llevar a cualquiera a una audiencia de primera clase con Hades. Esta es una forma en la que el cuerpo humano reacciona ante un desafío, demanda o inclusive ante una situación de peligro o acoso. En ese preciso momento, Meryl Hale estaba experimentando este último caso. O al menos, algo muy parecido.
En cuanto encontró un claro a media calle, decidió tomar un leve respiro, examinó todas las direcciones posibles por donde podrían aparecer nuevos perseguidores e intentó pensar en otra cosa que no fuera el dolor de sus pies causado por los pequeños tacones de sus botines ahora empapados por el agua de los charcos con los que había tropezado a su paso, además de la sensación de quemazón en las pantorrillas y los muslos. Evidentemente la falta de entrenamiento en los últimos días empezaba a querer cobrar factura.
Ni siquiera diez segundos habían pasado cuando el sonido de pisadas galopando a toda velocidad en la acera perfectamente sincronizadas la puso nuevamente dentro de la carrera. Y era evidente que más invitados se habían unido a la fiesta.
Quinientos metros después, finalmente llegó al estacionamiento del último edificio de la avenida en donde se ocultó entre los autos parqueados mientras buscaba el Land Rover negro de Axel.
—¡Meryl! Solo unas preguntas…
—¡Una fotografía nada más!
Si como no. Primero les das la mano y terminan cortándote ambos brazos, las piernas y la cabeza —pensó Meryl mientras continuaba examinando los autos sin poder hallar aún el deseado. ¿Habría entrado al lugar equivocado?
—Oh, Dios mio. ¡Meryl Hale! —grita una jovencita que aún no había abandonado el peinado de coletas ni los estampados.
—Shhhh —le susurra Meryl en un intento fallido de ocultar su ubicación actual.
—¡Allí está! —grita uno de los perseguidores.
— ¿Podrías darme tú autógrafo? —le preguntó la chica de coletas sin ningún remordimiento por haberla delatado. Y obviamente, tampoco entendía el ambiente en ese momento.
Meryl consideró seguir su camino e ignorar a la pequeña topo, pero algo en su mirada la hizo buscar inconscientemente un bolígrafo permanente en su pantalón y se dispuso a hacer el garabato en la blusa de la chica.
—¡Genial! ¡Eres la mejor! —le agradeció su fan con un abrazo.
Y pensar que había estado a punto de romper su inocente corazón.
El ladrido de un perro chihuahua le recordó que no había tiempo para sentimentalismos ni acciones publicitarias que le consiguieran más fans a la banda. Lo más seguro es que los paparazzi se hubieran detenido a buscarla en todo el estacionamiento, revisando por todos los automóviles sospechando que el grito de la pequeña fanática había sido un intento de despiste para ellos.
Sintiéndose acorralada, en ese instante solo podía hacer una cosa. Se arremangó la chaqueta y se dirigió directamente hacia las escaleras de emergencia cuyo plan era llegar hasta el nivel inferior y después encontrar el elevador más próximo confiando en que no hubiera cuervos al acecho en ese lugar.
Mientras descendía centímetro a centímetro con los brazos temblorosos por la escalada, las carcajadas de muerte que darían sus compañeros de banda si se llegasen a enterar de toda la odisea que estaba viviendo hacían eco dentro de su cabeza. Sin embargo, antes de pensar en todos los “te lo dije” de ellos, la banda elástica de su muñeca se trabó en un trozo de metal de la escalera haciendo que Meryl perdiese el equilibrio.
Genial. ¿Es que su día no podía ir peor?
Un segundo luego de haberse separado de la nada segura escalera de emergencia para caer directamente sobre el absolutamente nada suave concreto, lo que sintió en realidad fue la sensación de estar flotando en el aire sostenida por un par de brazos firmes al tiempo de ser atrapada por un aroma refrescante que provocan sensaciones extrañas en su cuerpo.
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Editado: 23.11.2024