La Reina de los Reflectores

Capítulo 5

            Cuando Austin se despertó, no podía despegar los ojos, y tenía la certeza de que en algún momento de la noche se había metido en una cámara anti gravitacional porque todo a su alrededor daba vueltas y la cabeza le martillaba con fuerza.

            En medio de la agonía, un sentimiento de júbilo lo inundó al sentir el dulce aroma floral oriental por el que estaba anhelando como un condenado a muerte, pero cuando trató de abrir los ojos el ardor que sintió fue como una puñalada y volvió a cerrarlos de nuevo.

            Tanteando a ciegas por las sábanas descubrió el hueco vacío a su lado en la cama. La esperanza de que Ariana hubiese ido al baño o estuviera trabajando frente a su laptop se esfumó de golpe.

            —¡Hombre! No te había visto así desde la última fiesta de Webster —dijo una voz grave que no podía ser la de Ariana.

            ¡Max! Austin abrió los ojos de golpe, obligándolos a soportar el increíble dolor ocasionado por la luz solar; sin embargo, el acto le provocó unas arcadas tremendas.

            —Justo a tu derecha en el suelo encontraras un cubo de regalo. Solo tienes que llenarlo y lo enviaré por ti por correo exprés.

            Austin no necesitó escuchar dos veces a su amigo para utilizar el cubo.

            —Ariana…

          —Max —le corrigió él, reprimiendo una enorme carcajada. —¡Por Dios! ¿Qué carajos bebiste anoche?

            Él apenas tuvo tiempo de decir “¿Dónde está Ariana?” antes de que le sobreviniera otra arcada.

            —Tú esposa debe estar en su hotel. Justamente en donde tú también deberías estar si mal no recuerdo — Max sacó una bolsa de gel frío y se la arrojó a su amigo. —Será mejor que consultes con un médico ese golpe. Tienes el ojo morado.

            —En estos momentos mi imagen pública no es mi principal prioridad.

            Austin logró escanear su alrededor descubriendo que efectivamente estaba en un hotel, pero no “su” hotel. Era el lugar donde se había resguardado la noche anterior junto con Meryl.

            ¡Cierto! ¿Dónde estaba Meryl? ¿Y qué estaba haciendo allí Max?

            —Max, yo estaba aquí anoche con Meryl —dijo Austin colocándose la bolsa de gel frío en el área afectada.  

            Su amigo frunció el ceño. —¿Te refieres a la chica de la llamada y la nota?

            —¿Qué llamada? ¿Qué nota?

       —Poco después de mi última llamada sin respuesta que te hice por la madrugada, recibí una proveniente de la línea de recepción de este hotel. Quién me habló dijo ser una amiga que tenía algo urgente que hacer pero que te dejaba a mi cuidado. Así fue a como supe que estabas aquí. A mi llegada, la puerta estaba abierta y te encontré tumbado en la cama borracho y a tu lado una nota.

            Max rebuscó en los bolsillos de su pantalón y le entregó a Austin un pequeño trozo de papel.

            Al leerla, efectivamente era de Meryl. En ella le agradecía por haberla ayudado a escapar de aquel lío y por la cena que había ordenado. También le daba a la vez una reprimenda por haber bebido demasiado sin invitarla a la fiesta y como obsequio, el consejo de volver pronto a su propio hotel porque algo le decía que su esposa estaría esperándole detrás de su laptop.

            Austin sonrió espontáneamente antes de volver a vomitar.

           Dios… ¡Menudo lío en el que él mismo se había metido!, pensó Austin mientras su amigo le acercaba una toalla empapada.

            Un par de horas atrás los finos gestos y acciones de Meryl demasiado coincidentes con los de su esposa lo habían confundido por un minuto, y aunque inmediatamente salió de su error no dejaba de inquietarle la manera de como la sonrisa y la mirada de misterio que se dejaba entrever a través de aquel llamativo antifaz lo habían llegado a cautivar. A su mente también acudieron recuerdos fragmentados de una chica común y corriente profundamente dormida sobre la cama que hasta hacia poco él también había ocupado, la cabellera bicolor desparramada por las almohadas y la suave fragancia a rosas que provocaba una tranquilidad inexplicable.

            Lo que tampoco acaba de entender era cómo había acabado tumbado junto a aquel ángel negro a sabiendas del estrago que se estaba llevando a cabo en su interior. Había tomado unas cuantas copas de más junto con la cena que había pedido, sí, pero…

            Austin alzó la vista vacilante hacia Max, que continuaba con el ceño fruncido, volvió a bajarla para darle otra ojeada a la nota de Meryl… y volvió a vomitar en el cubo.

            —Por favor, dime que sabes dónde está Ariana.

            Para impaciencia de Austin, Max empezó a revisar las notificaciones en su teléfono un buen rato con una sonrisilla burlona en los labios.

            —No sé dónde exactamente estuvo anoche —respondió Max por fin —, pero según uno de los guardias de mi tío, tú querida esposa está en su habitación nupcial desde muy temprano esta mañana. Para ser más precisos, las 6:00 a.m.

            Austin enarcó una ceja, llevando luego la bolsa de gel frío hacia ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.