La Reina de los Reflectores

Capítulo 9

El corazón de Meryl dio tal respingo que casi estuvo a punto de salírsele del pecho tras escuchar a la última persona que deseaba encontrarse justamente allí de todos los lugares posibles del planeta.  
De nuevo. 
¿Es que acaso el universo estaba enviándole una señal en fluorescente y su miopía había empeorado al cabo de no verla? 
—¿Cómo es que estas aquí? —inquirió Meryl mientras intentaba aminorar los latidos de su corazón. —¿Es que hay un programa de cámara escondida y la lumbrera de mi manager no me lo dijo? 
A quien se dirigía era un hombre alto con ropa ajustada de cuero negra de motorista que estaba dejando muy poco a la imaginación, cabello alborotado y gafas de sol que acentuaba la característica aura de chico rebelde. Sin embargo, para decepción de él Meryl conocía suficientes artimañas del disfraz como para reconocerlo incluso dentro de una multitud. Y estaba casi segura que más de uno en ese edificio podría reconocerlo si no tenían cuidado. 
—No. Ningún programa —respondió él con voz tranquila. 
—¿Entonces?  
—¿Me creerías si te dijera que te he estado buscando por un buen rato solo para invitarte a almorzar?  
—¿Qué es lo que estás diciendo? —exigió saber Meryl sorprendida. —Hasta donde puedo recordar tú ya estas casado. Y no precisamente con la Madre Teresa, debo recalcar.  
Austin se aclaró la garganta.  
—Si. Y se supone que este es mi segundo día de luna de miel, pero según parece a mi querida esposa le dio pánico escénico y me ha dejado fuera de sus planes. 
Meryl retiró la vista en acto reflejo en un intento por esconder el brillo de culpabilidad que seguramente escapaba de su mirada en aquel momento. Debía confesar que cuando se marchó esa mañana lo último que le pasó por la mente era que su esposo quisiera continuar con la misión de búsqueda y rescate. Había imaginado que cansado del juego decidiría ver la televisión para matar el tiempo. 
—¿No crees que estás tomándote las cosas demasiado en serio? —murmuró ella. 
—¿Entonces qué tan en serio crees que debería tomar mi matrimonio? —respondió él con los músculos tensos.  
—No lo sé—respondió con un tímido encogimiento de hombros. — ¿Es que acaso no acordaron nada ustedes referente a sus vidas? Ariana es una persona bastante ocupada y adicta al trabajo por lo que he escuchado. 
—¿Tan ocupada como para desaparecer sin decirle nada a su supuesto esposo? ¿Y qué sabes tú de lo que pasa entre Ariana y yo? 
Meryl tragó saliva. En cuestión de segundos estaba a punto de cavar su propia tumba si no tenía cuidado. —Cierto. Tienes razón, Austin. Yo no sé nada. Solo ignora lo que he dicho.  
Se hizo una pausa larga y tensa mientras Austin pulsaba el botón que detenía el ascensor.  
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Meryl espantada. —¿Es que te has vuelto loco? 
Austin respiró profundo. —Cálmate, por favor. Solo estoy tratando de iniciar de nuevo.  
—No entiendo… 
—Escucha, me disculpo por haber reaccionado mal hace un segundo. Realmente tú no tienes ninguna culpa de mis problemas y sin embargo aquí estoy desahogándome contigo.  
Meryl negó suavemente con la cabeza y las ondas de su cabello se movieron ligeramente de un lado a otro. —Créeme cuando te digo que estas en todo tu derecho de sentirte así.   
Austin sonrió. Algo le decía en su interior que una disculpa por parte de esta chica ocurría cada mil años. —Bueno, tú serías la que tendría aún más derecho de hacerme volver por donde llegué cuando sepas la verdadera razón por la que te he buscado.  
—Ella lo miró como si estuviera preguntando por el cuarto de baño en mandarín.  
—Creí que era para invitarme a almorzar. 
—Nop. Aunque podemos detenernos en algún restaurante o pedir para llevar. Lo que sea más discreto y conveniente para ambos. 
—¿Podrías ser más directo? Me está comenzando a doler la cabeza. 
Austin se quitó las gafas lentamente antes de continuar: —Ok. Esperaba que pudieras ayudarme a encontrar a Ariana. 
—¿Qué…? 
—Ya sé que esto pueda sonarte ya repetitivo y cansado, pero por alguna extraña razón tengo el presentimiento de que solo podré hallarla con tu ayuda. 
Meryl se puso tensa y retrocedió un paso instantáneamente por instinto de autoprotección. Se le estaba haciendo ya bastante difícil mantener el control. Cuanto más lo pensaba más creía que Austin estaba a solo un paso de unir y pegar las piezas del rompecabezas y por si eso no fuera suficiente, aún no estaba segura de como se lo tomaría él. ¿Estaría dispuesto a guardar silencio? O, ¿ese sería el final que tanto le han profetizado sus pesadillas? 
—No comprendo… ¿cómo podría yo ayudarte? Además, creí que estabas molesto con ella.  
—Y estoy furioso —confirmó él—. Por eso mismo quiero encontrarla. Para poner los puntos sobres las íes. Pero como bien sabrás, mi esposa es una persona con un millón de recursos e influencias por lo que no he conseguido encontrarla ni con el radar más sofisticado que he podido obtener. La única pista que tengo eres tú. 
—¿Yo? —dijo Meryl atónita.  
—Lo último certero que se es que Ariana iba a encontrarse ayer con el guitarrista de tu banda. En un inicio creí que ambos estarían juntos toda la noche y quien sabría hasta cuando, pero hoy me llevé la sorpresa de que ella había vuelto a la habitación de hotel solo para volverse a ir sin dejar rastro. 
—¿Ya te pusiste a pensar que quizás surgió algo importante y volverá cuando todo se resuelva? —objetó Meryl cruzándose de brazos y arqueando una ceja justo detrás del antifaz de plumas de pavorreal negro elegido para ese día. —Anoche estabas también jugando al gato y al ratón, además de involucrarme de paso y convertirme en tú chivo expiatorio cuando lo único que tenías que hacer era esperar a que ella volviera por su propio pie.  
—Y allí es a dónde quería llegar. ¿Cómo estabas tan segura de que ella volvería al hotel? La pequeña nota que dejaste esta mañana mostraba plena seguridad en tus palabras.  
Meryl se ruborizó ante el recuerdo de haber despertado a lado de Austin esa mañana ahora un poco más consciente de su presencia a diferencia de la primera vez. 
—También está el hecho de que ambas poseen varias cosas en común —continuó Austin—. Y no se me olvida el día en que asistimos a tu concierto mi hermana y yo. Añade lo tan buena abogada defensora que eres de ella y el pastel estará horneado.  
—¿Estas volviendo a complicar las cosas? Creo que estas demasiado estresado que ya ves toda una novela delante de ti. Además, ¿qué pueden tener en común una empresaria multimillonaria con una cantante de rock con pocos años de carrera? Sea por donde sea que veas, la sola idea es absurda. 
—Puede que lo sea. Y puede que no. Es allí en donde quiero que me ayudes a encajar las piezas.  
—¡Estás loco! Además, tengo una agenda muy ocupada. No tengo tiempo para jugar al detective —dijo Meryl alcanzando los controles del ascensor para devolverle la vida a este y salir lo más pronto posible de allí. 
—De acuerdo, si no vas a ayudarme por las buenas, será por las malas. 
—¿Qué quieres decir? 
Austin metió las manos en los bolsillos delanteros del pantalón y apoyó un talón en la pared del ascensor detrás de él. —Ya lo verás.   
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.