—Tarde o temprano tendrás que casarte con alguien a como es debido —señaló Maxwell Ferreira —. ¿Quién mejor que Marisol Seager para ocupar el puesto?
Oliver no respondió. Estaba demasiado furioso como para decir algo. En un mundo paralelo hubiera tomado la sugerencia de su padre como una broma, pero un matrimonio de conveniencia no era idea nueva en su familia. Hace casi dos décadas su padre había tenido las mismas intenciones para con su hermano, pero por azares del destino sus planes se vieron frustrados. En un inicio creyó que el seria el reemplazo perfecto, pero al parecer su padre había confiado demasiado en su suerte como para no mover sus cartas a tiempo. Y ahora estaba intentando arreglar el error de manera desesperada.
Por una parte, se había alegrado de no serle útil para sus planes por una vez en su vida. Por otra, le preocupaba la suerte de aquella a la que estaban destinados todos los esfuerzos de dichos planes. ¿Habría hecho bien con la decisión de apartarse de un destino que no era para él o, realmente era suyo y lo dejó ir como agua entre sus manos?
—Puede que en inicio deban tomarse algo de tiempo para acoplarse, pero no me negaras que el esfuerzo vale la pena, ¿verdad? —continuó Maxwell con persistencia.
—Sobre todo si colocamos dentro de su listado de cualidades que es prima de Ariana —le recordó Oliver a su padre con sorna. —Aunque no la única si mal no recuerdo.
Oliver sabía de muy buena mano que toda buena acción de su padre siempre lleva consigo un beneficio para él y esta vez no podía ser la excepción.
—Es verdad. Pero omitiendo ese detalle, hay otras razones por las que ella sería una perfecta Ferreira de los pies a la cabeza.
—¿Mucho mejor que Ariana? —preguntó Oliver furioso.
—¡Por supuesto que no! Ariana Allen era la cima de la montaña. Y lo sigue siendo. Simplemente vamos a desviarnos un poco del camino, pero nuestro destino seguirá siendo el mismo.
Y allí estaba. El mismo padre amoroso de siempre.
—¿Qué quieres decir?
—Digo que lo que realmente espero de todo esto es que llegues a casarte con Ariana y así la fusión que tanto he esperado se vuelva una realidad. Y lo mejor de todo, contigo ocupando el puesto principal de todo el imperio que crearemos.
—Pero, ¿De qué estás hablando? Ariana está casada…
—…ese es un problema menor que puede solucionarse fácilmente. Nos podemos deshacer tanto de Marisol como de ese actor de pacotilla en un instante. De esos asuntos me encargo yo.
Oliver escuchó con escepticismo el astuto plan de su padre que dictaba a la perfección los deseos avariciosos de este de hacerse con el control de dos de las empresas más grandes del mundo, ya que obviamente sería él quien halaría de los hilos por detrás suyo manejándolo como un títere a su antojo. ¿Y qué pensaba hacer con Ariana después? A diferencia de las creencias sexistas y conservadoras de Maxwell, ella era una persona demasiado inteligente y astuta como para dejarle el camino libre tan fácilmente sin antes dar una buena batalla.
Y Ariana Allen era una guerrera sangrienta por naturaleza misma. Le asombraba como la sed de poder de su padre estaba empezando a nublar su mente al cabo de omitir este insignificante detalle. Esto, claro está, omitiendo también el hecho de que Alexander Allen jamás ´permitiría que un solo cabello de su pequeña princesa fuese dañado por alguien sin antes pagar las consecuencias de sus actos si es posible con la vida misma.
—Ni siquiera sabes si Marisol está interesada en tus planes —dijo Oliver secamente.
—Claro que si —le contradijo Maxwell—. O, al menos, en la primera parte.
Oliver frunció el entrecejo. Conocía muy bien a Marisol como para adivinar que el matrimonio había sido idea de ella. Sin embargo, una cosa era la ambición desmedida y odio de esta para con su prima y otra muy diferente, el querer entregar a otros el patrimonio que según ella debería haber sido suyo desde el principio. Obviamente estaba siendo utilizada al igual que él.
—¿Hasta qué parte?
—Digamos que ignora completamente el detalle de que su matrimonio tiene fecha de caducidad.
—Lo imaginaba. Esa mujer es una víbora venenosa, pero las ruedecillas de su cabeza no trabajan tan rápido a como el tuyo —se burló Oliver.
—Puede que te equivoques en eso, hijo. Nunca se debe subestimar a una mujer sedienta de la sangre del enemigo. Y mayormente cuando este posee un secreto que puede servir para su propia destrucción —dijo Maxwell abriendo una carpeta sobre su escritorio.
Oliver miró el contenido de dicha carpeta con incredulidad y desconcierto total. No pudo contener la maldición que se le escapó de sus labios al reconocer el por qué su padre había recobrado el entusiasmo y buen humor tras semanas de cólera.
—¿De dónde has sacado esto?
Maxwell sonrió de oreja a oreja al notar la confusión de su hijo. —¿Es que no lo adivinas?
—Marisol —confirmó Oliver secamente.
—Es claro que todos subestiman grandemente a esa chica. Aunque en esa lista me puedo incluir también. Pero después de ver su potencial no pienso volver a hacerlo.
El rostro de Oliver seguía contrayéndose por el enfado. Desde siempre había conocido la ambición y maldad que se albergaba dentro de Maxwell Ferreira, pero en la última hora empezaba a considerar que todo eso se quedaba corto.
Hace cinco años, su hermano Alan en una de sus muy escasas visitas personales había tratado de decirle algo. Se arrepentía de ser uno de los peones de su padre y no quería que el fuera el siguiente. Una semana después murió. En el informe quedó dicha tragedia registrada como muerte pasional, pero por alguna inexplicable razón las últimas palabras de su hermano lo habían perseguido por años como un eco interminable y ahora empezaban a ser más claras y coherentes. Decidió entonces que ya era hora de saber que camino fue el que llevo a Alan a su fatal destino y la única manera de hacerlo era entrar en el juego de Maxwell.
—¿Se puede saber por qué me estas siguiendo? —dijo Meryl caminando con paso aireado por el corredor central del piso 22.
—Ya te lo dije. De una manera u otra vas a ayudarme.
—Y yo vuelvo a decirte que estás loco. Además, ni siquiera sé dónde está Axel en estos momentos.
—Puede que no, pero en algún momento tendrá que dar señales de vida y pienso estar allí.
Meryl se dio la vuelta y le dirigió una mirada asesina. —¿Es que eres un acosador?
Austin se encogió de hombros y sonrió como todo un galán de telenovela. —En la guerra y en el amor todo se vale.
—Pero aquí no hay ninguna guerra y mucho menos amor.
—No, pero hay una esposa perdida a la que quiero decirle cuan grata me está pareciendo esta luna de miel.
La culpa se hizo presente en ese instante con la fuerza de una avalancha. Poco a poco se iba dando cuenta del daño que estaba causando a un inocente el seguir manteniendo su secreto a salvo. Claro estaba que su intención nunca fue lastimar a Austin, pero lo que nunca se detuvo a pensar era que, aunque el matrimonio no fuera en nada normal lo justo para él era tener unas vacaciones tranquilas sin tener que buscar a su esposa fugitiva.
—Lo…lo siento. Siento que estés teniendo que pasar por esto…
—Ah, no. Ni lo sueñes, princesa.
—¿Qué?
—No sientas lastima por mí.
—No siento lastima por ti. Solo intento ser comprensiva.
—¿Y dónde está la diferencia?
Meryl iban a preguntar si quería el concepto resumido o la definición del diccionario antes de que los tintineos de las campanitas de su móvil anunciaran un mensaje entrante.
Era Axel. Por lo visto, llevaba un rato tratando de lidiar con una sombra que le pisaba muy de cerca los talones sin mostrar signos de aburrimiento. ¿Sería posible que Austin estuviera detrás de eso? Pero, de ser el caso no estuviera siguiéndola en primer lugar. Echó una breve mirada alrededor para asegurarse de que nadie más que ellos estuviesen en el pasillo, pero en un lugar en dónde las cámaras de seguridad estaban a plena vista no podía fiarse del todo. Bien podían estar observando desde una habitación segura. No era la primera vez que la gente quisiera inmiscuirse en sus asuntos, independientemente de a quién de “ellas” iba dirigida la misión.
—No me dirás ahora que mi plan funcionó mejor de lo que creí, ¿verdad? —dijo Austin, al ver como Meryl cambiaba de estado de ánimo en cuanto revisó su móvil.
—¿Qué dices?
—Digo que es muy probable que Axel y Ariana aparezcan aquí de un segundo a otro. O, al menos es lo que deduzco por tu reacción con el misterioso texto que acabas de recibir.
—Pues estas equivocado. No me preocupa quien aparezca por el pasillo —respondió, con la esperanza de no estar poniendo sobre aviso a cualquiera que estuviera detrás de las cámaras u oculto como todo buen profesional detrás de una puerta—. Me preocupa más a quién no vemos a simple vista.
—Genial. Más perros que vienen a cazarnos.
—Es una manera de decirlo. Vamos, continuemos esta charla en otro lugar.
—¿Entonces si vas a ayudarme?
—¿Me dejas otra opción?
Una sonrisa de diversión malévola iluminó el rostro de Austin. —No. Supongo que no.
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Editado: 23.11.2024