La Reina de los Reflectores

Capítulo 12

Meryl parpadeó. Y no pasó mucho tiempo antes de que recordara el propósito de Austin con sus palabras.

Fue Meryl quien le dijo a Austin que su esposa estaría de vuelta en el hotel a la mañana siguiente, pero no contaba con el escándalo del video en donde sería acusada de fraude y engaño. Era de esperar que encontrar la habitación vacía lo enfadaría aún más y obviamente estaba pensando en usarla como cebo para Ariana.

—No.

—¿No? ¿A qué le dices “No”?

—Sea lo que sea que estes pensando, la respuesta es “No”.

—Estaba pensando que deberíamos salir a tomar un café para liberar un poco el estrés.

Meryl le miró con el ceño fruncido.

—No vamos a salir a tomar café.

Austin pasó su mano por la nuca, como si fuese un recordatorio de mantenerse paciente.

—Mira, ya te lo dije. Aceptar o no mi respuesta es cosa tuya. Sigue intentando llamar a Ariana y quizá en una de esas te responde. Ahora, si me disculpas, ahí está la puerta. Fue un gusto conocerte. Qué tengas un feliz día.

—¿Sabes que es lo que encuentro más interesante de todo esto? —preguntó Austin continuando con su típica sonrisa ladeada que delataba su exceso de autoconfianza y evidente renuencia a marcharse.

—¿Qué?

—Que desde que Ariana se esfumó por arte de magia, tú, querida amiga, has estado manteniendo un ojo sobre mí.

—No me digas—dijo Meryl, con un tono evidentemente sarcástico.

—Si, si te digo.

—Vaya, si que tienes una imaginación desbordante.

Austin se encogió de hombros. —No necesito usar la ciencia forense como para saber que eres cómplice de Ariana en lo que sea que este ella haciendo ahora.

Meryl soltó un resoplido. —Y deduzco que ese “lo que sea”, es pintándote el cuerno. ¿Me equivoco?

—¿Y qué otra cosa podría estar haciendo mi esposa con ese guitarrista?

—Es posible que no mucho. Y menos cuando están como a cincuenta kilómetros de distancia uno del otro.

La expresión de Austin se tornó incrédula. —No vas a decirme que ese imbécil la abandonó a su suerte después del rato ¿verdad?

—¡Santo Cielo! En vez de ser actor deberías volverte escritor.

Meryl se dejó caer en el sofá de cuero negro situado junto a la ventana mientras que Austin se acomodó en el sillón de dos plazas que había frente a ella.

—No se me da bien escribir. Sin embargo, tu quizás puedas darme unos consejos. ¿Te inspiras en personas reales o solo dejas fluir tu imaginación?

—Mi tiempo es demasiado valioso como para seguir derrochándolo. ¿Qué más quieres de mí? No sé dónde pueda estar Ariana en estos momentos. ¿Alguna otra cosa? Tengo que terminar de resolver unos asuntos pendientes con mi maravilloso representante.

El tono resuelto y a la vez sarcástico de Meryl pareció hacerle gracia a Austin.

—Quizás solo una… ¿Cómo sabes dónde se encuentra Ariana ahora mismo?

—Por última vez, no sé dónde está ella.

—¿En serio? ¿No me acabas de decir que está a cincuenta kilómetros de distancia del cabrón de tu guitarrista?

Maldición, el chico era perspicaz, eso no había manera de negarlo. Meryl comenzó a preguntarse en ese momento hasta dónde realmente llegaba su ignorancia.

—Vale. Podría decirse que Ariana y yo tenemos algunos gustos en común y por eso me hago una idea de dónde puede estar. Pero no es una ciencia exacta, maldición.

Austin sonrío. Sin embargo, esta vez era diferente. Muy diferente, y Meryl comprendió por qué.

—No. No, no y no. No pienso volver a discutir lo mismo contigo. Mi respuesta sigue siendo no.

—¿Qué discusión? —inquirió él, muy inocentemente.

—Esa en la que empiezas a mirarme como si yo estuviera dentro de la cabeza de Ariana y supiera incluso el color de ropa interior que esta usando. No lo sé. No soy adivina, ni médium ni psíquica.

—Pero tienen gustos en común, ¿no? Lo acabas de decir. Entonces puedes hacerte una idea de la ropa interior que esta llevando.

Meryl optó por hacer caso omiso del comentario. En verdad que cuando su apreciable no invitado se lo proponía, podía ser una verdadera piedra en el zapato.

—Solo espero que tu gusto por los hombres no sea el mismo.

Suspiró. Aquello podría durar horas. Por tanto, se rindió antes de que la migraña se hiciera más fuerte.

—Ah, vale. De acuerdo… Tal vez conozca algunos sitios que frecuenta… Pero aun así no puedo acertar un cien por ciento.

—Estoy bien con solo un veinticinco —dijo él encogiéndose de hombros—. Actualmente estoy en menos cien, así que lo que sea que puedas darme, será mejor a nada.

—Vale —le dijo Meryl con tono desafiante—. Te ayudaré. ¿Me dejarás en paz si lo hago?

—No te preocupes. En cuanto hallemos a Ariana, dejaré de ser asunto tuyo y pasaré a ser problema de ella —diciendo esto, Austin se levantó y compuso una expresión siniestra en su rostro.




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