La Reina de los Reflectores

Capítulo 15

A más de 50 kilómetros de distancia, la luz del sol se filtraba entre espesas nubes a medida que una Ariana Allen estacionaba su vehículo en la entrada del Hotel Majestic. Vestía un traje de sastre azul pavo que acentuaba su figura esbelta y, mientras recogía su cabello oscuro en un moño deshecho, le pasó las llaves al valet antes de salir del auto. Sus tacones resonaban en el pavimento como si estuviera en una pasarela, caminando con la confianza de alguien que sabe que su presencia no pasa desapercibida.

Se dirigió al lounge bar del hotel. El ambiente era sofisticado, con luces tenues y música suave que creaba una atmósfera perfecta para relajarse. Se acomodó en un taburete, pidiendo un Martini. Mientras contemplaba la decorativa cristalera, sintió que la tensión de la semana comenzaba a desvanecerse.

—¿Qué haces aquí, Alana? — la voz a sus espaldas la tomó por sorpresa, haciendo que un par de gotas de Martini salpicaran por el aire. Murmuró una palabrota y alzó la vista para ver quién había interrumpido su momento zen.

—Richard, serás…

Él soltó una carcajada mientras Alana tomaba una servilleta para secar las gotas que habían caído en su escote. —Ha sido genial.

—No le veo la gracia — respondió Alana, frunciendo el ceño mientras él la miraba con esos ojos azules llenos de curiosidad y diversión.

—¿No me digas que estás haciendo de Ariana? Pensé que estaba de luna de miel.

Richard Wright era uno de esos amigos leales que Alana había hecho en la universidad, y uno de los pocos que conocía el secreto de la enigmática Ariana Allen. Todo comenzó un día que, sin querer, se metió en un lío al devolver un libro a casa de Oliver y se topó no con una, sino con cuatro Arianas.

— Alana suspiró, dándole un sorbo a su Martini como si esa fuera la única forma de recuperar su calma. —Y lo está. Al parecer quiso ponerle un toque de aventura a sus vacaciones románticas.

Richard se acomodó en el taburete a su lado, riéndose aún entre dientes. —¿Y ahora qué? ¿Estás pensando en hacerte pasar por ella toda la semana?

—El plan aún está en progreso — Alana se pasó una mano por el cabello, dejando que una pequeña onda se deshiciera de su moño. —Por el momento lo único que debo hacer es aparecer en el radar algunas veces y luego desaparecer.

—¿Y en el radar de quién debes aparecer? Es obvio que no en el de la prensa. — Richard sonrió, pero su mirada se tornó más seria. —Tienes que tener cuidado, Alana. Esto ha dejado de ser un juego desde el momento en que Ariana decidió involucrar a la estrella de cine.

Alana se encogió de hombros, intentando actuar con indiferencia. —No es como si no lo hubiera hecho antes. Solo tengo que asistir a un par de lugares más antes de que volvamos a cambiar y listo. A preparar motores para la próxima puesta en escena.

Richard frunció el ceño, observándola con atención. —¿Y cuándo sería eso exactamente?

Alana se inclinó hacia él, bajando la voz como si compartiera un secreto crucial. —Eso no lo sé. Plan en progreso, ¿recuerdas? Ariana ha estado improvisando mucho desde que agregó a su media naranja a la ecuación. Y sabes, eso me alegra. Y, honestamente, eso me alegra. Ya era hora de que Ariana empezara a usar un poco su corazoncito en lugar de la razón.

Justo en ese momento, un grupo de risas resonó en la esquina del bar. Alana giró la cabeza y su corazón se detuvo un instante. Detrás del grupo de personas felices se intentaban ocultar dos gusanos con cámaras dirigidas hacia ella. Ella se volvió hacia Richard, con los ojos desbordando nerviosismo.

—¿Qué pasa? —preguntó él, notando su cambio de expresión.

—Hay paparazis detrás de esa mesa —susurró Alana, sintiendo cómo el estómago le daba un vuelco.

Richard arqueó una ceja. —¿Y eso es un problema?

—Y uno muy grande —respondió ella, sintiendo que el Martini comenzaba a nublar su juicio—.

—¿Quieres que te ayude?

—No, gracias. Si te involucras estarás metiéndote en un lío bastante gordo.

—¿Mas gordo que el tío de la derecha? — preguntó, con una sonrisa ladeada que delataba sus dudas al respecto.

—Bueno, resumiendo, Austin Lawrence cree que su amada esposa está teniendo una aventura con dos pedazos de imbécil. Uno de ellos cree que se trata de Axel y el otro ha sido una incógnita hasta el sol de hoy.

Richard dejó que la información se asentará en su cabeza antes de abrir la boca.

—Vale, entonces, ¿quieres decir que me he convertido en el segundo imbécil?

—Tal vez — respondió Alana, sin poder contener una sonrisa.




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