La Reina de Obsidiana - Libro 8 de la Saga de Lug

PARTE I: BAJO ATAQUE - CAPÍTULO 1

 I´m gonna buy a gun and start a war,

If you can tell me something worth fighting for.

 

(Voy a comprar un arma y comenzar una guerra,

Si puedes decirme algo por lo que valga la pena luchar)

 

“A rush of blood to the head”

Cold Play

 

 

 

PARTE I: BAJO ATAQUE

CAPÍTULO 1

—¡Cuidado! —gritó Liam, tirándose encima de Sabrina para evitar que una flecha le atravesara el pecho.

Sabrina escuchó como la flecha zumbó sobre su cabeza, clavándose luego con un sonido seco en el tronco de uno de los árboles del bosque Virmani, hacia el norte del palacio de Marakar. De inmediato, se desembarazó del abrazo protector de Liam y desenganchó la ballesta de puño de su cinto.

—Tenemos que cruzar el río. Eso despistará a los perros —propuso Dana.

—No servirá de mucho —respondió Sabrina—. Los Ojos nos encontrarán.

—¿Los ojos? —preguntó Bruno con su pistola en la mano, dispuesto a disparar a sus perseguidores—. ¿Qué viene a ser eso?

—¡Los Ojos! —repitió Sabrina como si la frase estuviera lo suficientemente clara y no necesitara explicación alguna.

Dos flechas más pasaron entre el grupo. Una se clavó en unos arbustos y la otra en la tierra del sendero por el que estaban escapando.

—Se están acercando, vamos —los urgió Dana.

—Sigan, yo los detendré —dijo Sabrina, cargando su ballesta con un dardo de punta metálica.

—Ni soñando —negó Augusto, desenvainando su espada.

—Eso solo te servirá cuando los tengas encima —le advirtió Sabrina—, y créeme, estos son soldados entrenados en Marakar y lo último que quieres es un encuentro cuerpo a cuerpo con ellos.

—Guarda eso, Gus —le aconsejó Liam.

Dana se desenganchó el arco que llevaba en la espalda y cargó una flecha, apoyando firmemente los pies en el sendero y estirando la cuerda hacia su mejilla.

—¿Cuántos son? No los veo —dijo Bruno, apuntando a ciegas con su pistola hacia los árboles.

—Bueno, si van a quedarse, al menos no se paren allí como blancos de competición —los reprendió Sabrina.

Los demás la miraron sin comprender.

—¡Fuera del sendero! ¡En semicírculo! ¡Dos a mi izquierda y dos a mi derecha! —les ordenó Sabrina a los gritos para hacerlos reaccionar—. ¿Qué clase de guerreros son ustedes?

Ninguno de los otros contestó a su pregunta, pero le obedecieron con prontitud, poniéndose a cubierto detrás de los gruesos troncos de los árboles al costado del sendero. Sabrina disparó tres dardos y las tres veces se escucharon gemidos que denotaban que había dado en el blanco.

—¿Dónde están? ¿Cómo hace ella para verlos? —gruñó Liam por lo bajo.

—Shshsh —lo calló Dana a su lado, con la mirada concentrada en unos arbustos—. No los ve, los escucha.

—Oh —respondió Liam, impresionado.

Dana detectó el brillo de la armadura por segunda vez entre los arbustos que estaba vigilando con atención:

—Te tengo —murmuró para sí, liberando la flecha de su arco.

El soldado cayó hacia un costado con la flecha clavada justo arriba del protector del cuello.

—¡Mierda! —susurró Liam.

Liam había oído que Dana había sido una eximia arquera en su juventud, pero nunca imaginó que incluso fuera de práctica pudiera ser tan precisa y letal.

Dos soldados aparecieron montados al galope por el sendero, arremetiendo contra Sabrina, quien saltó de inmediato hacia un costado para evitar ser atropellada. Bruno vació su cargador sin miramientos sobre los enemigos. Los dos jinetes cayeron muertos juntos con sus caballos en medio del camino. Sabrina se volvió hacia Bruno con furia:

—¡El ruido de esa cosa delatará nuestra posición de aquí hasta la frontera de Istruna! —le gritó.

—Lo siento —dijo Bruno—, pero creí que la prioridad era detenerlos.




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