La Reina de Obsidiana - Libro 8 de la Saga de Lug

PARTE I: BAJO ATAQUE - CAPÍTULO 8

Sabrina quitó el dardo de la ballesta y lo guardó otra vez en su estuche:

—El puente está a veinte kilómetros de aquí —dijo.

Los demás la miraron, sorprendidos.

—¿Estás segura? —inquirió Augusto.

—Por supuesto —afirmó ella—. ¿Por qué es tan importante saber esa distancia?

—Porque esa es la distancia que debemos volver atrás para encontrar la Vía Vertis —explicó Liam—, el camino que nos llevará hasta Caer Dunair —señaló el nombre rodeado con un círculo rojo en el mapa.

—¿Para qué quieren ir a Caer Dunair?

—Es el lugar a dónde Bernard nos indicó que debíamos llevarte —contestó Liam.

—Eso no tiene ningún sentido —replicó ella—. Caer Dunair no es más que un conjunto de ruinas antiguas en medio de la nada.

Liam le dirigió una mirada a Dana:

—Creí que dijiste que Caer Dunair era un refugio —la cuestionó.

—Caer Dunair es nuestro destino —dijo ella con firmeza—. Lo que encontraremos ahí está por verse.

—¿Está por verse? —repitió Liam exasperado, paseando la mirada por Bruno y Augusto, quienes bajaron las cabezas, tratando de hacerse los distraídos—. ¿Ustedes dos también son parte de este complot para mantenerme en la ignorancia?

Ninguno de los dos le contestó.

—¿Hice algo malo de lo que no soy consciente? ¿Piensan que voy a traicionarlos? —se quejó Liam—. ¿Por qué no me quieren decir de qué se trata realmente todo esto?

—Liam… —le apoyó Dana las manos sobre los hombros—. No hiciste nada malo y no dudamos de tu lealtad. Te pido paciencia. Tal como él te dio ciertas órdenes a ti, también nos las dio a nosotros.

—Y esas órdenes incluyen retacearme información —dedujo Liam.

—Él sabe lo que hace. ¿Confías en él?

Liam suspiró sin contestar.

—¿Qué diablos es eso? —dijo Bruno de pronto, señalando el cielo.

Los demás se volvieron a mirar.

—Parece… —comenzó Augusto—. ¿Es posible? Parece un ojo humano, un ojo humano gigante con alas.

—¡Maldición! —gruñó Sabrina, cargando su ballesta—. ¡Cubran sus rostros! ¡Qué no los vea! ¡Y el mapa! ¡Cubran el mapa! —les gritó.

—¿Qué?

El animal volador, si es que un ojo humano gigante con alas podía llamarse animal, se acercó al grupo con celeridad. Sabrina le disparaba dardos sin parar, pero el engendro se movía de un lado a otro, esquivando los proyectiles con gran destreza. Dana cargó su arco, pero vio que era imposible hacer blanco ante las maniobras evasivas rápidas del ojo. Bruno lo seguía atentamente con la pistola pero no se animaba a disparar, pues el animal había bajado y revoloteaba ahora alrededor de las cabezas de sus amigos.

De pronto, el ojo abandonó su vuelo y se posó en la roca donde descansaba el mapa. Liam reaccionó de forma tardía, recordando la advertencia de Sabrina, y tiró del pergamino, doblándolo y escondiéndolo bajo su camisa. El ojo no hizo ningún intento de atacar a Liam ni tratar de quitarle el mapa, solo se quedó allí posado en la roca. Augusto, aprovechando la inesperada inmovilidad del monstruo alado, lo partió en dos de un fuerte golpe con su espada. Sabrina tomó una roca del suelo y machacó a la bestezuela con furia hasta que solo quedó una masa sanguinolenta de pulpa roja.

—Estuvo cerca —dijo Liam.

—Estuvo más que cerca —lo corrigió Sabrina.

—¿Qué era? —preguntó Bruno.

—Un Ojo —contestó Sabrina como si la respuesta fuera más que obvia.

—Tuvimos suerte de que no nos alcanzara a atacar —dijo Augusto.

—Su función no es atacar —explicó Sabrina—, sino recabar información y transmitirla a su amo. Estos engendros son creados en los laboratorios secretos de los magos como instrumentos de espionaje y rastreo.

—¿Magos? ¿Qué magos? —inquirió Liam.

—¿De dónde salieron ustedes? ¿Cómo es posible que no sepan de los magos? —frunció el ceño Sabrina.




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