Resiste, Liam.
Estamos en camino.
Te encontraremos.
Resiste.
—Buenos días, Liam.
Liam se despertó de golpe cuando el mago lo agarró bruscamente del cabello.
—¿Estabas soñando, Liam?
Liam no contestó.
—Oh, ya veo que sí. Estabas soñando con la voz de nuevo, ¿no es así? La voz que te dice que van a venir por ti, que van a rescatarte. Oh, Liam, Liam, Liam, es solo un truco de tu atormentada mente, nada más. Un mecanismo de escape que no es real. ¿Sabes cómo sé que no es real? —se acuclilló el mago en el piso para mirar a su prisionero directo a los ojos—. Porque el lugar a dónde estás no existe y por lo tanto no puede ser alcanzado por nada ni por nadie. Estás en una fortaleza inexpugnable a la que nadie puede llegar, que nadie puede siquiera percibir. Esta celda es tu nuevo hogar y vivirás el resto de tu vida aquí, que por cierto no será muy larga.
Liam se esforzó por mantener la ecuanimidad, pero no pudo evitar que sus lágrimas se derramaran, haciendo surcos en sus sucias mejillas. Stefan sonrió ante el desconsuelo de su víctima.
—Hoy vine a que me cuentes otra de tus historias, Liam —dijo el mago, acercando una silla y sentándose cómodamente frente a su prisionero—. ¿Qué dices? ¿No?
Liam bajó la cabeza y clavó la mirada en el piso.
—Entiendo que estés descorazonado, Liam. Traicionar a Lug no fue fácil para ti. Pero yo me pregunto, ¿qué le debes a un hombre como él? Un hombre tan poderoso, con tantos títulos rimbombantes… de seguro no se interesa en una basura traidora como tú. ¿Por qué, entonces, tratas de protegerlo? Si alguien con semejante poder me abandonara para que me pudriera en una celda y dejara que yo sufriera todo lo que tú has sufrido, Liam, de seguro repensaría mis lealtades.
Liam levantó la cabeza:
—¿Qué quiere saber?
El mago sonrió, complacido:
—Quiero que vayamos hacia atrás en tu relato, hasta tu primer día, el día que llegaste a Marakar. Lug vino contigo, ¿no es así?
—Sí —confirmó Liam.
—Cuéntame, Liam, cuéntame —lo animó el mago.
***
Liam metió una manta en su mochila y observó dubitativo el pantalón extra que había puesto sobre la cama en su habitación en la escuela de las Marismas. Después de vacilar un momento, decidió meterlo también. Nunca se sabía cuando podía venir bien un pantalón extra en una incursión.
Alguien golpeó la puerta.
—Adelante —dijo Liam, colgándose la mochila en su espalda.
La puerta se abrió y entró Lug, vestido con su atuendo característico, incluyendo su capa plateada y su valiosa espada.
—Ya estoy listo —dijo Liam.
—Bien —asintió Lug—. Toma mi mano.
—¿Lo haremos aquí? ¿En mi habitación?
—Sí, ya sabes que no necesito estar en ningún lugar especial para hacer la transición —dijo Lug.
—Pero… ¿Y los demás?
—Ya los trasladé.
—¿Por qué no me esperaron?
—Ellos necesitan estar en otra posición —explicó Lug—, pero a ti te quiero conmigo.
Entrar separados en una incursión era inusual, pero no era la primera vez que Lug lo proponía. De seguro tenía sus motivos.
—¿Cómo se llama el mundo? —quiso saber Liam.
—Ingra —respondió Lug.
—Muy bien, estoy listo —extendió su mano Liam.
Lug la tomó con una sonrisa. Elevó su mano izquierda y extendió su dedo índice como señalando algo en el aire, algo que solo Lug podía ver. La yema de ese dedo específico tenía una cicatriz roja de una herida que nunca había sanado del todo: la conexión de Lug con los mundos, con el multiportal.
—Cierra los ojos —le pidió Lug a Liam—, así tu cuerpo soportará mejor la transición.
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Editado: 19.02.2021