Calpar se dejó caer en la otra silla. Tenía el rostro pálido y las manos le temblaban:
—Oh, no… —murmuró—. Cruzaron sin mí… Eso no debía pasar —se agarró la cabeza.
—¿Qué tan malo es? —preguntó Felisa suavemente.
—Muy malo —respondió él con voz ronca.
—¿Para ti o para ellos?
—¿Tú qué crees? —le espetó él, enojado.
Siguió un largo silencio. Aparentemente, Dana no lo sabía todo. De ser así, nunca habría cruzado sin Calpar. Ahora todo estaba perdido, y el sacrificio involuntario de Liam había sido por nada.
—¿Puedes ir tras ellos? ¿Puedes cruzar el portal sin la gema? —inquirió Felisa.
—No —contestó él, abatido.
—¿A dónde cruzaron exactamente? —inquirió ella.
—Ah, ya veo —masculló él—. Ese era tu objetivo, ¿no? Eso es lo que viniste a averiguar.
—¡De acuerdo! ¡No me lo digas! ¡No me interesa! —le gritó ella, simulando estar ofendida y cruzando los brazos enfurruñada.
Otro largo silencio. Felisa se dio cuenta de que estaba usando la táctica equivocada:
—Dime cómo puedo ayudarte —se ofreció con sinceridad.
—¿Ayudarme? Tú no puedes ayudarme en nada, Felisa —meneó la cabeza él.
—Entiendo —dijo ella, poniéndose de pie—. Te preguntaría qué vas a hacer ahora, pero sé que prefieres no revelarme eso tampoco.
—Da igual, porque en realidad no sé qué hacer —se encogió de hombros él con la mirada en el piso.
—¿Quieres escuchar una idea? —intentó ella.
Él levantó la cabeza, momentáneamente esperanzado.
—Como lo veo, creo que Lug es el único que puede arreglar este desastre —dijo ella.
—¿Ir a Sansovino? ¿Interferir con su parte del plan? —inquirió Calpar—. Eso podría ser peor que lo que ya ha pasado.
—No —lo contradijo ella—, lo peor sería que te quedes aquí de brazos cruzados.
Calpar suspiró, tal vez ella tenía razón.
—Hay otra cosa que debes saber —siguió ella—. Es sobre Liam. La última sesión… bueno, fue la última.
—¿Qué quieres decir? ¿Está muerto? —preguntó Calpar, alarmado.
—No, peor, está quebrado. De ahora en más, dirá y hará todo lo que Stefan le pida sin que él lo someta a más sesiones, sin que siquiera le toque un pelo. Liam es ahora un aliado de Stefan. Es posible que no sepa nada del plan, pero de seguro sabe otras cosas útiles que pueden dañar la posición de Lug, de Sabrina, de todos ustedes.
—¿Dónde lo tiene Stefan?
—En un lugar inexpugnable e indetectable: la Torre Negra. Las pocas veces que he estado allí, me llevaron y me sacaron con los ojos y los oídos tapados. Solo sé que es un lugar frío e inhóspito, probablemente enclavado en alguna montaña perdida de Ingra. Mis intentos de encontrarla por medios mágicos siempre han fallado. La Torre Negra está bien protegida por medios naturales y sobrenaturales.
—Tenemos que sacarlo de allí —dijo Calpar—, cuanto antes.
—¿No escuchaste nada de lo que te dije? —protestó ella.
—Escuché perfectamente que has estado allí —le retrucó él—, y si mi conocimiento sobre ti no es errado, sé que cuando no puedes penetrar un lugar, tratas entonces de penetrar a las personas de ese lugar.
—¿Qué estás sugiriendo?
—Sabes muy bien lo que estoy sugiriendo. Mi cama no es la única dónde has estado.
Ella le dio una fuerte bofetada.
—¿Crees que puedo caer tan bajo? —le gritó ella, ofendida.
Él no le contestó, pues si lo hacía con sinceridad, solo recibiría otra bofetada.
—Creo que mejor me voy —amagó ella a acercarse a la puerta. Calpar no la detuvo—. Adiós, Myr.
—Adiós, Felisa —le respondió él sin inmutarse.
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Editado: 19.02.2021