—Entonces, Lug y Bernard se conocían de antes —concluyó Stefan, reacomodándose en la silla en la que estaba sentado frente al encadenado Liam.
—Sí —confirmó Liam.
—¿De dónde?
—No lo sé, pero parecían viejos amigos. Se me ocurre que se conocían del Círculo.
Stefan suspiró. Otra vez con sus fantasías del otro mundo. Necesitaba que Liam se concentrara en el mundo real:
—Orsi —llamó.
El verdugo entró en la celda. Liam se estremeció y las manos le comenzaron a temblar. Pero Orsi no traía sus instrumentos, solo su atuendo de cuero negro con su máscara que ocultaba su identidad. Stefan le hizo una seña y Orsi cruzó los brazos, quedándose de pie a dos metros del prisionero, sin intenciones de acercarse. Stefan sabía que Liam no necesitaba más sesiones ni más coerción, pero la mera presencia de Orsi lo mantendría enfocado y evitaría que volviera a enredar a Stefan en sus largas historias.
—¿Qué más, Liam? ¿Qué más puedes decirme de Bernard y Lug? —lo animó a seguir el mago.
—Creo que Bernard no es su verdadero nombre —dijo Liam, mirando de reojo a Orsi con nerviosismo.
—¿Y cuál es su verdadero nombre?
—Ojalá lo supiera.
Stefan entrecerró los ojos:
—¿Por qué lo dices? ¿Por qué te gustaría saberlo?
—Para poder decírselo —respondió Liam con lágrimas en los ojos.
Stefan se permitió una sonrisa:
—Volvamos a la conversación que ellos tuvieron cuando tú estabas estudiando el mapa —dijo—. ¿Por qué crees que Lug quería que Bernard te conociera en persona? ¿Por qué dijo que tenía “derecho” a conocerte?
—No lo sé —meneó la cabeza Liam, consternado por no poder dar la respuesta que el mago esperaba de él—, pero eso parecía estar fuera del plan.
—¿Qué plan? —se interesó Stefan.
—Ellos tenían un plan, sabían exactamente lo que iba a pasar y cómo iba a pasar, como si… como si hubiesen visto el futuro y estuvieran preparando todo para que se cumpliera —Liam se detuvo un momento, se le había hecho un nudo en la garganta—. Dana lo sabía y por lo tanto Lug también lo sabía…
—¿Qué cosa? ¿Qué sabían?
—Que yo terminaría aquí, por eso no me dijeron nada del plan, para que no pudiera traicionarlos aunque quisiera —dijo Liam, sollozando—, sabían lo que iba a pasarme y lo permitieron, tal vez hasta lo fomentaron.
Stefan le apoyó una mano en el hombro:
—Liam, tú no los traicionaste, puesto que ellos te traicionaron primero, te abandonaron, sabiendo lo que te esperaba. No derrames más lágrimas, debes endurecer tu corazón. El sentimiento que debes dejar crecer en ti no es la tristeza, sino la ira, porque solo la ira te ayudará a llevar a cabo tu venganza.
Liam paró de llorar y levantó la vista hacia Stefan. ¿Venganza? Sí, venganza. Lug y Dana pagarían caro lo que le habían hecho. Y Augusto… ¿Cómo era posible? Hasta su mejor amigo lo había entregado a su martirio.
Stefan asintió con satisfacción al ver el cambio en la mirada de Liam. Ya no era el cordero del sacrificio, ahora era un león vengador, un león vengador al servicio de Stefan. Lo tenía en sus manos, una pasta lista para ser moldeada para sus necesidades, como tantos reyes y nobles a los que había manipulado para cumplir con sus ambiciones. Y este simple muchacho, descartado por sus amigos, le serviría por fin para cumplir la más grande de sus ambiciones: dominar a Sabrina, y con ella, ser el amo de todo Ingra.
Pero Stefan sabía que la ayuda de Liam no sería suficiente, no contra un mago tan poderoso como Lug, capaz de ver el futuro y doblegarlo a su antojo. Lug era peligroso, más de lo que Stefan había imaginado en un principio, y para competir con sus habilidades, necesitaría un Adivinador. Stefan detestaba a los Adivinadores y sus vagas profecías que invariablemente predecían el fin del mundo en distintas y horrendas formas, pero debía admitir que con la profecía sobre la Reina de Obsidiana no se habían equivocado. Sabrina era la clave y eso era innegable. ¿Por qué, si no, habría aparecido en la escena alguien tan poderoso como Lug? ¿De dónde había salido este misterioso mago? Liam decía que venía de otro mundo llamado el Círculo, pero eso no era posible, no existían otros mundos, esas eran solo leyendas, como el mítico Arundel. No, lo que Liam llamaba otro mundo era tal vez otro continente, tierras más allá de los archipiélagos en el inmenso e inexplorado mar. No importaba, Lug estaba en Ingra ahora, e Ingra era el territorio de Stefan. Esto era una invasión, una declaración de guerra, y Lug estaba en desventaja, pues Stefan no estaba solo, sino que gobernaba un completo ejército de magos y espías que lo servirían bien en esta guerra. Era hora de movilizar a su gente, hora de actuar.
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Editado: 19.02.2021