La Reina de Obsidiana - Libro 8 de la Saga de Lug

PARTE IV: BAJO INFLUENCIA - CAPÍTULO 60

Stefan se agachó y recogió algo del piso. Lug vio que era una ballesta cargada y lista para disparar. El mago le apuntó a Lug a la cabeza y le advirtió:

—Este dardo te atravesará la cabeza y te matará antes de que puedas sanarte, lo cual sería una pena, pues de verdad me interesa hablar contigo; pero si intentas recitar cualquier encantamiento, no dudaré en dispararte. ¿Comprendes lo que te digo?

Lug asintió con la cabeza.

—Bien —aprobó el mago, y luego a Liam: —Quítale la mordaza.

Liam se acercó con cautela por detrás de Lug. Cruzó el círculo de cristales y desató la correa de cuero de la mordaza, quitando con cuidado la esfera de madera de la boca de Lug. Lug abrió y cerró la mandíbula varias veces y escupió restos de saliva acumulados en su boca:

—Gracias, Liam —dijo.

Liam no le contestó. Se retiró rápidamente de la proximidad de Lug, poniéndose a salvo detrás de los cristales antes de que Lug tuviera tiempo de intervenir su mente.

—Mi nombre es Stefan —dijo el mago—. Y como dije, estás vivo solo porque me interesa hablar contigo. El elixir que Liam te administró habría tenido a cualquiera rogando desesperado por tener la oportunidad de confesarme cualquier cosa que le pidiera, pero obviamente tú no eres cualquiera. Aunque siento una gran curiosidad por saber quién eres en verdad, más allá de tu nombre y tus ridículos títulos, la cuestión de tu identidad deberá esperar pues me urge obtener otra información de ti: ¿Dónde está Sabrina?

Lug no le estaba prestando la más mínima atención al mago. Sus ojos no dejaban de buscar la mirada de Liam, pero el muchacho mantenía su vista clavada en el piso:

—Liam —lo llamó—. Esta no es la primera vez que tú y yo estamos en esta situación. Si realmente me odias y esta es tu venganza contra mí, lo acepto, pero piensa bien si estás haciendo esto por tu propia voluntad o estás siendo manipulado por este maldito. Y si decides que esto es lo que tú realmente quieres para mí, eso solo significa que Stefan ha logrado lo que tu tío Freddy nunca pudo hacer: volverte un monstruo. Tú no eres eso, Liam, no eres un ser cruel y vengativo, eres un muchacho valiente y sensible, capaz de mostrar misericordia. Me trataste con compasión aun sin saber quién era en aquel sótano de Praga cuando nos conocimos, y yo te perdoné todo lo que me hiciste aquella vez. Esta vez también te perdono, Liam, hagas lo que hagas, te perdono.

—¿Me perdonas tú a mí? —le espetó Liam con furia, mirándolo a los ojos por primera vez—. No, el que debe implorar perdón eres tú —lo señaló con un dedo—. Tú, por arrastrarme al abismo, por abandonarme a mi suerte, por forzarme a esto.

—Entonces, imploro tu perdón, Liam, por todo lo que dijiste y por una cosa más: por haber permitido que fueras separado de Sabrina —dijo Lug.

El nombre de Sabrina pareció descolocar a Liam por un momento. Pestañeó desconcertado y miró en derredor como si no supiera cómo había llegado a ese lugar. Lug abrió los ojos desmesuradamente, comprendiendo: la clave era Sabrina. Cuando había mencionado antes su nombre, Liam se había echado a llorar, y ahora esto. La fragmentación de su mente sí había funcionado. El problema era que estaba atrapado en la parte de sí mismo que había claudicado ante Stefan. La clave para recuperar la mente de Liam era Sabrina. Él se había aferrado a su nombre de alguna manera para resistir y la había vuelto su clave para volver de la locura.

—Liam, piensa en Sabrina, piensa en su nombre —lo urgió Lug.

Stefan intuyó enseguida que algo estaba pasando en la mente de Liam, algo inesperado e inconveniente. Tomó al muchacho bruscamente del brazo y lo arrastró fuera de la celda, cerrando abruptamente la puerta para dejarlo afuera, mientras Lug gritaba con todas sus fuerzas:

—¡Sabrina Margaret Madeleine Eleonora Isabel de Tirso!

Lug solo esperaba que Liam hubiese logrado escucharlo.

Stefan trabó la puerta por dentro y se volvió a Lug:

—Si intentas alguna otra cosa como esa… —comenzó a amenazarlo el mago.

—¿Qué vas a hacerme? ¿Matarme con tu ballesta? No lo creo —le escupió Lug—. Me quieres vivo.

—No me subestimes, Lug —le advirtió el otro—. Sé que la tortura es inefectiva en tu caso, pero si no me dices lo que quiero saber, no dudaré en matarte sin miramientos. Entiendo que eres un mago de gran poder, probablemente el más poderoso que me he encontrado, pero aun alguien con tus facultades no puede volver de la muerte.

Te sorprenderías, pensó Lug, pero en voz alta dijo:

—Tus amenazas no me intimidan, no me confundas con Liam.

—Mmm —sonrió Stefan—. Hablando de Liam, cometiste tu segundo error. Tu primer error fue confiar en un muchacho perturbado y eso te costó tu libertad. Tu segundo error fue dejarme ver que ese mismo muchacho te importa lo suficiente como para sufrir por él. Pero te tengo noticias: no eres tú el que sufrirá por él, sino él por ti, porque si no me dices lo que quiero saber, desmembraré al muchacho pedazo a pedazo frente a ti hasta que hables.

Lug tragó saliva y exhaló lentamente el aire de sus pulmones.

—Como dicen en ajedrez —sonrió Stefan con malicia—: jaque mate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.