—¿Qué es el balmoral? —preguntó Nicodemus, invitando a Lug a sentarse en la silla al otro lado de su escritorio.
—Un árbol —respondió Lug, arrellanándose cómodamente en su asiento para aparentar estar relajado y cómodo con la tensa situación.
—Un árbol cuya presencia no te es conveniente, presumo —arqueó una ceja el otro—. ¿Por qué?
—No estoy aquí para discutir sobre botánica. ¿Por qué no vamos al grano y me hablas de tu proyecto?
—Muy bien —mostró los dientes el otro con una sonrisa forzada—. Te hablaré de mi proyecto. Mi plan tiene por objetivo que se rectifique una situación injusta e ilegal.
—Si es así, no necesitabas forzarme a ayudarte manipulando a Liam. Siempre he apoyado la justicia —dijo Lug—. Todo lo que tenías que hacer era explicarme de qué se trataba.
—No podía arriesgarme a que te negaras. Esto es demasiado importante.
—Te escucho.
—Hace miles de años, los humanos usurparon Ingra, avasallaron y aniquilaron a la raza originaria en una conquista sangrienta. Afortunadamente, no todos perecieron, y ahora, ha llegado el momento de la Restauración de los legítimos dueños de estas tierras.
—A través de la Reina de Obsidiana —adivinó Lug—. Esto tiene que ver con Arundel.
—Veo que estás bien informado —asintió Nicodemus con satisfacción.
—¿Por qué un Mago Mayor está interesado en esto? —preguntó Lug.
—Eres lo suficientemente inteligente para poder deducir eso, Faidh.
El cuerpo de Lug se tensó al escuchar el apelativo, pero relajó su rostro y respiró con calma para que no se notara.
—Tú eres uno de ellos, uno de los habitantes originarios que se ha hecho pasar por Mago Mayor para llevar a cabo el plan de Restauración —respondió Lug con voz mesurada.
—¡Bravo! —aplaudió Nicodemus.
—Me trajiste a Ingra para usarme en tu plan —continuó Lug—. ¿Para qué me necesitas exactamente?
—Tú eres la Llave de los Mundos, la única persona que puede traer a mi gente de vuelta desde Arundel.
—El portal de Caer Dunair ya no existe y la Reina de Obsidiana está atrapada en el Bucle.
—Exacto —asintió Nicodemus—, veo que comprendes perfectamente los problemas a los que nos enfrentamos.
—No, no —meneó la cabeza Lug—. Asumiste desde un principio que me negaría a ayudarte, lo que significa que tus planes no son todo lo altruistas que pretendes.
—¿Conoces la profecía, Lug?
—¿La que seguramente plantaste tú mismo para que Bernard encontrara? Sí —respondió Lug, sarcástico.
—La transición traerá un mar de sangre y sacrificio —citó el otro sin inmutarse—. La Restauración no será exactamente pacífica, y tengo entendido que eres más el tipo de héroe que detiene las guerras en vez de comenzarlas.
—¿Eso quieres? ¿Pretendes que te ayude a comenzar una guerra?
—Hay causas por las que vale la pena pelear, incluso si la pelea envuelve derramamiento de sangre. Hay males necesarios, Lug.
—Eso es una falacia —repudió Lug con desdén.
—Nuestra diferencia de opinión no importa —se encogió de hombros el rector—. Me ayudarás con esto. Me apoyarás incondicionalmente.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tengo a Liam de mi lado, y él parece saber cómo… “convencerte”. Y si él no puede convencerte… bueno, tengo otras formas de persuadirte.
—¿Tortura?
—No, nada tan burdo.
—¿Qué otras formas, entonces? ¿Con qué me estás amenazando?
—Los lazos afectivos son un lastre, Lug, una debilidad explotable, y los tuyos son muy profundos.
—¿Crees que eres el primero que trata de intimidarme poniendo en juego la seguridad de mis seres queridos?
—Seguramente no, pero eso no importa, no necesito ser original para ser efectivo.
Lug se puso de pie bruscamente con un gruñido. Tiró la silla de un empujón, se fue hasta la puerta, la abrió y salió corriendo por el pasillo. Los guardias volvieron la mirada hacia el rector, pero éste les indicó con un gesto de la cabeza que dejaran a Lug irse sin detenerlo.
—¡Si cooperas, no tienes nada que temer por ellos! —le gritó el rector a Lug desde la puerta de su oficina.
Lug no se dignó a contestarle, solo se concentró en encontrar los patrones de Cormac y Liam mientras seguía corriendo. Los halló sin problemas en un nivel bajo el suelo. Volvió sobre sus pasos hasta que encontró la escalera que había pasado de largo y bajó con prisa, saltando de a dos escalones. Los patrones de sus amigos estaban tensos, pero no evidenciaban muestras de estar sufriendo dolor, lo cual le dijo a Lug que había reaccionado a tiempo.
Encontró la habitación que buscaba en pocos minutos. La puerta estaba cerrada y vigilada por un guardia armado.
—No puede pasar —le apuntó el guardia a Lug con su lanza.
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Editado: 19.02.2021