Lug abrió los ojos y encontró a Dana, sentada frente a él.
—¿Estás bien? ¿Obtuviste lo que necesitabas de Lorcaster? —inquirió Dana con ansiedad.
—Sí —asintió Lug—. ¿Dónde están los demás? —preguntó, mirando en derredor.
—En el campamento, esperando.
—¿Campamento?
—Ven —lo invitó Dana.
Lug se puso de pie y siguió a su esposa. No tuvieron que caminar mucho. El perímetro protegido de la tormenta se había reducido a unos diez metros a la redonda. En su borde, los sylvanos de la Guardia estaban parados como centinelas, vigilando atentamente a un conglomerado de unos cinco mil sylvanos que estaban acampando bajo toldos y lonas impermeables bajo la lluvia. Lug vio a Meliter, Sabrina y Bruno, hablando animadamente, mientras Torel y Augusto observaban la conversación con atención.
—…además de comida y agua —terminó de decir Sabrina antes de volverse hacia Lug al verlo acercarse.
—Los sylvanos parecen bastante calmados —comentó Lug.
—Por ahora, sí —respondió Sabrina—. Meliter logró organizarlos y traerlos hasta aquí para prepararlos para el cruce.
—Bien hecho —felicitó Lug a Meliter—. La tormenta eléctrica parece haber amainado, aunque no el aguacero. Supongo que se debe a la tranquilidad de los sylvanos.
—Es una tranquilidad relativa —dijo Meliter—, pero sí, la calma de mi gente está ayudando a suavizar la tormenta. Sin embargo, eso no significa que hemos logrado estabilizar Arundel.
—Entiendo —asintió Lug—. ¿Hay alguna forma de…?
—No —lo cortó Meliter—. El palacio de Iriad ha sido destruido. Aun si lográramos reconducir la energía de los sylvanos que quedan, no hay forma de ordenarla sin la torre del palacio: esa era la antena que Iriad usaba para mantener la ilusión estable.
—¿Cuánto tiempo crees que queda antes de que el portal mismo sea consumido por la tormenta? —inquirió Lug.
—Unas tres o cuatro horas —respondió Meliter.
Nadie dijo nada, pero era obvio que no era posible hacer cruzar por el portal a cinco mil sylvanos en ese tiempo.
Meliter tomó del brazo a Lug y lo apartó de los demás:
—No es posible, ¿no es así? —le murmuró a Lug al oído—. Estamos condenados.
—Hay una forma —dijo Lug.
—Por favor no me mientas, no necesito falsas esperanzas —meneó la cabeza Meliter.
—Mantén a tu gente tranquila —le pidió Lug—. Mi gente y yo haremos el resto.
—¿Cómo?
—Confía en mí, Meliter.
—Supongo que ya no hay más nada que perder —se encogió de hombros Meliter—. De acuerdo —asintió—. Los mantendré calmados y fuera de tu camino.
—Gracias —asintió Lug, y luego a los demás: —Augusto, Bruno, Sabrina, Dana, vengan conmigo. Tenemos mucho que hacer y tenemos que hacerlo rápido.
—¿Lorcaster te dio una solución viable? —inquirió Augusto.
—Sí —aseguró Lug.
—¿Y el precio? —preguntó Dana, preocupada.
—No tengo tiempo para considerar el precio —contestó Lug—. Necesito que obedezcan mis instrucciones al pie de la letra, sin discusiones, sin cuestionamientos, sin dudas. Harán lo que les diga sin protestar. Sé que no confían en Lorcaster, pero deberán confiar ciegamente en mí para que esto funcione. ¿Puedo contar con ustedes?
—Sí —Dana fue la primera en responder. Los demás asintieron de forma solemne, incluso Sabrina.
—Torel —lo llamó Lug—. Ven con nosotros. Necesito que saques el camuflaje del portal cuando te lo diga.
—Por supuesto —aceptó Torel enseguida.
El grupo se alejó del campamento y se colocó en el centro mismo del ombligo de Arundel. Lug se sentó en el suelo con las piernas cruzadas al frente, respirando profundamente, relajando todo su cuerpo, enfocando su mente. Olvidó la presión de la inminente destrucción de Arundel, olvidó la tormenta, y solo dejó espacio en sus pensamientos para las instrucciones de Lorcaster. Dana se sentó a su derecha y Augusto a su izquierda. Frente a ellos se sentaron Bruno y Sabrina. Torel permaneció de pie a unos dos metros de distancia, a la espera de la señal de Lug para descubrir el portal.
—Sabrina, necesito tu obsidiana —extendió la mano Lug.
Sabrina se la entregó sin decir palabra. Lug arrancó la gema del engarce en la cadena y la apoyó en el suelo. Luego tomó la espada de Augusto y le dio un fuerte golpe con el pomo de la empuñadura, partiéndola en dos. Le entregó una mitad a Augusto y la otra a Bruno.
—Lorcaster nos trajo a nosotros aquí porque necesitamos actuar en conjunto para abrir el portal de forma segura —explicó Lug—. Debemos trabajar en perfecta coordinación, con nuestras mentes interconectadas y nuestras habilidades unidas. Como hemos perdido el contacto con Iriad, debemos establecer ahora el contacto directamente con la Reina de Obsidiana, con la esperanza de que ya esté en posición en Sorventus.
—¿Cómo…? —comenzó a preguntar Augusto, pero Lug lo detuvo con un silencioso dedo en alto.
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Editado: 19.02.2021