La ceremonia fue corta y con pocos invitados. No había habido tiempo para grandes preparativos ni para numerosas invitaciones para la boda de la reina de Marakar. Sin embargo, Yanis se encargó de que la noticia del casamiento presidido por Rinaldo se esparciera como reguero de pólvora por todo Agrimar. Se utilizaron proclamas públicas en las distintas ciudades y se alentaron rumores, chismes y toda clase de historias infundadas sobre el misterioso consorte de la reina y los motivos de las apresuradas nupcias celebradas en Agrimar en vez de en Marakar. Todo eso armó un gran revuelo en Agrimar, satisfaciendo los planes de Liam. Sería cuestión de pocos días hasta que las noticias llegaran a Zoltan.
Al principio, todos se habían opuesto a las ideas de Liam, como era de esperarse. Incluso Cormac había empezado a dudar de la coherencia mental de su yerno. Exponer el paradero exacto de Sabrina a Zoltan y sus claras intenciones de retornar a Marakar, solo la pondrían en peligro mortal. Liam tuvo que explicar con paciencia, que, para ganar el apoyo del pueblo de Marakar, necesitaban publicitar el regreso de Sabrina, necesitaban proyectar su imagen como la salvadora de su reino. Eso daría esperanza a la población de Marakar. No importaba cuánto amenazara Zoltan a la gente para imponer su voluntad, si el pronto regreso de Sabrina lograba encender la chispa de la esperanza de derrocar a ese tirano que había quemado sus campos y asesinado a sus hijos, Zoltan perdería su poder sobre ellos.
En efecto, según Liam, el regreso de Sabrina no podía ser secreto y oculto, sino que debía brillar a plena luz del día. No se escabullirían en Marakar, llegarían con bombos y platillos, anunciando su presencia con el mayor énfasis posible. Eso, pensaba Liam, pondría a Zoltan a temblar, pues solo alguien que no tiene miedo de su enemigo se muestra abiertamente sin esconderse. Y si eso no preocupaba a Zoltan, su error de subestimar a Sabrina sería aún peor para él.
A la mañana siguiente, todo estuvo listo para partir desde temprano. Liam observó a los pajes, cargando las últimas piezas de equipaje en el carruaje para Sabrina, mientras los mozos de cuadra traían los mejores caballos de Rinaldo para la escolta. Pronto, Sabrina apareció por la escalinata principal de la entrada del palacio, vestida con un suntuoso traje y acompañada por Cormac y Pierre. Liderman ya estaba encaramado en el puesto de conducción del carruaje y conversaba con Riga y Torel, parados junto a los caballos. Augusto llegó un poco después, con Bruno, Yanis y Maxell.
—¿Mordecai no viene con nosotros? —preguntó Liam a Cormac.
—Dijo que tal vez vuelva cuando esté seguro de que Zoltan está muerto —respondió Cormac—. Mientras tanto, Rinaldo ha permitido que trabaje en colaboración con Lekmas para Agrimar.
—Entiendo —asintió Liam—. Por cierto, ¿cuál de estos es mi caballo? Prefiero cabalgar a viajar en el carruaje. Creo que así estaré en mejor posición de defender a Sabrina en caso de un ataque.
Cormac se revolvió nervioso.
—¿Qué pasa? —entrecerró los ojos Liam.
—¿Ella no te lo dijo?
—¿Decirme qué? —inquirió Liam.
—¡Sabrina! —la llamó Cormac.
—¿Sí? —se acercó ella.
—Liam pregunta dónde está su caballo —arqueó una ceja Cormac.
—Ya veo —suspiró ella—. Ven, cariño, tenemos que hablar —entrelazó su brazo con el de su esposo, alejándolo de los demás.
—¿Primera discusión matrimonial? —le murmuró Bruno a Cormac al oído.
—Eso me temo —respondió Cormac.
***
—Ese era el trato —explicó Sabrina con paciencia.
—No, ese nunca fue el trato —discutió Liam.
—Sí lo fue. Rinaldo necesita una garantía de que, si muero, alguien tomará mi lugar legalmente. Para eso, necesita proteger su inversión, necesita que te quedes aquí, a salvo.
—No voy a quedarme aquí de brazos cruzados mientras tú te enfrentas sola a Zoltan —protestó Liam—. Convenceremos a Rinaldo de que me deje ir. Yanis puede…
—No —lo cortó ella con vehemencia—. No es solo Rinaldo el que quiere que te quedes aquí.
—¿Qué?
—Te lo dije, Liam, eres lo más preciado que tengo. No arriesgaré tu vida en esta empresa. Cuando todo esté resuelto, enviaré por ti enseguida, lo prometo.
—Ni lo pienses. No te dejaré sola, nunca más.
—No estaré sola, cielo. Gus y Pierre estarán conmigo. Yanis y Maxell nos acompañarán hasta la frontera. Además, yo no soy tan indefensa como parece. Debes dejarme hacer esto a mi manera.
—No —reiteró Liam—. Este asunto no se discute. Iré contigo —porfió.
—Imaginé que tendrías esta reacción —suspiró ella.
Por detrás de Liam, Sabrina hizo una seña oculta a dos soldados de Rinaldo que estaban haciendo guardia en la escalinata. Los guardias tomaron a Liam de los brazos y lo arrastraron hacia adentro del palacio. Liam forcejeó como loco, a los gritos. Rogó a Sabrina que reconsiderara, apeló a Augusto, a Cormac, incluso a Pierre, pero todos apartaron las miradas cobardemente y dejaron que se lo llevaran bajo custodia.
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Editado: 19.02.2021