La Reina de Obsidiana - Libro 8 de la Saga de Lug

PARTE XXII: BAJO EL AMANECER DE UNA NUEVA ERA - CAPÍTULO 189

—Pueblo mío —siguió la reina cuando la multitud apaciguó su entusiasmo—, han oído antes promesas vacías y abstractas, pero yo no traigo solo buenos deseos, solo palabras, yo traigo la ayuda concreta que este reino necesita. Con sus manos y las mías haremos a Marakar grande otra vez, como siempre debió ser, con un pueblo noble y trabajador, merecedor de una vida tranquila y feliz, merecedor de la abundancia que les traigo.

El griterío se hizo ensordecedor otra vez, con la gente coreando el nombre de Sabrina.

—Durante mis viajes conocí a dos valiosas personas que quiero presentarles: mi amado esposo, Liam MacNeal —entrelazó el brazo con Liam y lo atrajo hacia el borde del balcón—, quien salvó mi vida y sin quien no estaría aquí hoy aquí ante ustedes, celebrando este día.

La gente aplaudió a Liam, quien saludó a los presentes con la mano.

—Liam no es ajeno al sufrimiento —siguió Sabrina—. Liam conoce la opresión y la angustia porque las ha sufrido en carne propia, y por eso puede comprenderlos en sus pesares. Sus raíces no son de Marakar, pero ha adoptado a este pueblo como suyo y siente en sus entrañas las necesidades de liberación que claman sus corazones. Es por eso por lo que quiero que lo consideren como un digno hijo de Marakar, porque su alma así lo siente.

Un aplauso generoso de aprobación recorrió el atestado patio.

—Y ahora, se preguntarán cual es la solución mágica que les traigo para restaurar los cultivos a tiempo, para alimentar a sus hijos, para pasar de la devastación a la plenitud antes del oscuro y frío invierno. Eso me lleva a presentarles a la segunda persona que he mencionado: Torel, embajador de la nación sylvana.

Pierre empujó a un tímido y reticente Torel hacia el balcón. La multitud respondió con un murmullo desconcertado. Liam se apresuró a borrar las dudas en sus mentes y reforzar la confianza en Sabrina.

—Traigan lo necesario —se volvió Sabrina hacia Pierre.

Pierre asintió. Un cuenco con tierra fue traído al balcón y mostrado a la multitud.

—He aquí la prueba de que la ayuda que traigo no son meras palabras —anunció Sabrina.

La multitud aguardó en silencio, con miradas expectantes e intrigadas. La sorpresa y la confusión también se reflejaron en el rostro de Liam. Aquella parte no estaba en el discurso que él había escrito y no tenía idea de lo que Sabrina se traía entre manos.

Pierre volvió a acercarse a Sabrina y le entregó una pequeña cajita forrada en terciopelo. Sabrina la abrió y sacó con cuidado una pequeña semilla que alzó entre sus dedos y mostró a la gente. Luego, con sus manos y a la vista de todos, enterró la semilla en el cuenco con tierra.

Torel se acercó con paso incierto y apoyó una mano temblorosa sobre la tierra.

—Tranquilo, puedes hacerlo —le murmuró Sabrina palabras de aliento al oído.

Torel respiró hondo, cerró los ojos y murmuró unas palabras ininteligibles en un idioma extranjero. Al cabo de unos segundos, levantó la mano un par de centímetros. Liam observó azorado el pequeño brote verde en la tierra. Torel volvió a recitar más palabras y elevó su mano unos centímetros más. Como si la plántula fuera atraída por su mano, creció ante la vista de todos hasta alcanzar la palma del sylvano. Torel repitió la operación varias veces más hasta que la planta ganó unos cuarenta centímetros de altura.

La anonadada muchedumbre volvió a prorrumpir en gritos de alegría y aplausos.  

 —Sí, esta es la magia verdadera, cuyo objetivo no debe ser propiciar los juegos políticos de los poderosos o hacerse ellos mismos con el poder como ocurrió con Zoltan. La magia que Torel y su gente nos ofrecen es magia natural, dedicada con amor y devoción al bienestar de ustedes, mi pueblo. Quienes deseen ser parte de este milagro, no tienen más que recibir a un sylvano en sus hogares, darle cobijo y comida, y ellos mostrarán su gratitud bendiciendo sus tierras como lo ha hecho Torel aquí hoy. No habrá hambre ni escasez en Marakar, nunca más. ¡Abran sus brazos como yo lo he hecho a esta noble raza para que sean nuestros nuevos hermanos y benefactores, y caminaremos hacia un futuro brillante, al amanecer de una nueva era en Marakar!

La respuesta fue una exaltación apabullante. Gritos, vítores, aplausos, lágrimas emocionadas. Liam dejó que todos se expresaran libremente, sin intervenir, dejando que esas mismas emociones de esperanza lo llenaran a él también.

Había más cosas en el discurso: el anuncio de las nuevas órdenes del ejército, que, ante la ausencia de guerras perversas y destructivas, se dedicaría a procurar madera del bosque de Virmani para reconstruir las viviendas quemadas y construir embarcaciones para traer a los sylvanos desde el mar. Sabrina tenía también la intención de ofrecer granos de los almacenes del palacio para los damnificados cuyos campos habían sido arrasados por el fuego o la avaricia de Zoltan. La reina consideró que no era necesario seguir. Guardaría el anuncio de esos planes para discursos siguientes, para mantener el apoyo y la fe de su pueblo en su nuevo monarca. Por hoy, era más que suficiente.

Sabrina se despidió de la multitud y reingresó al palacio junto con los demás.

—No sabía que podías hacer eso —le comentó Liam a Torel.

—Mis habilidades volvieron de forma incipiente en Sorventus y se intensificaron durante los siguientes días en el continente. Aun así, no sabía si lograría hacerlo. Sabrina me tuvo practicando toda la noche. Mi habitación parece una selva —sonrió débilmente Torel.




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