Una decisión
Tengo dos opciones y debo decidir de prisa, pero mi cabeza está hecha un lío y no logro procesar con claridad las ideas.
Estas personas, encerradas como bestias, con el horror y el pánico recorriendo sus cuerpos. Y yo tengo la oportunidad de ayudarlos, de borrar de una vez el miedo de sus ojos. Sin duda alguna tengo que liberarlos.
Si regresaba al desfile para meterle una bala a Markeply entre ceja y ceja de una buena vez, y los abandonada allí a su suerte, que clase de princesa sería. Con que derecho reclamaría el trono de mi reino. No, sencillamente no los voy a abandonar.
Y antes de atormentar mi cerebro con mil ideas, di media vuelta y de forma sigilosa y sin hacer mucho ruido me dispuse a regresar. Al entrar nuevamente al recinto, pude notar el silencio que se abría lugar en su interior. El desfile debe de estar por comenzar y todos los miembros de la guardia deben de estar allí, supervisándolo todo. Por lo tanto Greenwood también, ya que si no se presenta puede levantar sospechas. Así que tengo tiempo para actuar.
Al llegar a la puerta trasera, me está esperando Samanta justo como le indiqué, le hago una seña y la alejo del grupo de soldados de mi destacamento.
—¿Qué sucedió? ¿Por qué tardó tanto? El desfile está al iniciar.—dijo con una voz bastante preocupada.
—Primero que nada, pon cara de que está pasando algo bueno para que nadie sospeche. Y sí, sucedió algo, y grave.—Ella me hace caso al instante y entabla en su rostro una sonrisa algo forzada.—Escúchame. Vamos a hacer un cambio de planes. Ya no vamos a matar a Markeply, bueno no por ahora.
—Eso es un alivio. Pero entonces, ¿qué es lo que haremos?
—Sí que haremos entonces, si no es matar a Markeply?—dice una voz por detrás de mí. Doy un respingo y volteo a ver al responsable.
Frente a mí hay un joven de cabello rubio y fornido. Lleva también un uniforme de la guardia pero jamás lo había visto en mi destacamento, ni en ningún otro. ¿Lo habrá escuchado todo?
Pues claro que lo escuchó todo.
Le lanzo una mirada a Samanta, como diciendo: ¿Quién es este?, y ella me hace un ademán con la mano para que me tranquilice.
—No se preocupe Lin, él es amigo mío. Paul le dio la orden de ayudarnos cuando se enteró de nuestro plan.
—Hola soy Dylan.—Me tiende una mano y yo se la estrecho con el susto poco a poco abandonando mi cuerpo.
—Lin Collins.—le respondo intentando sonar lo más calmada posible.
—Entonces Lin, ¿qué vamos ha hacer si no es matar a Markeply?
—Ya lo verán
(...)
Camino junto a Samanta en dirección a la puerta tras el almacén, y al llegar nos quedamos sin movernos unos segundos. Cuando la crucemos ya no habrá vuelta atrás. Pero aún así no quiero dudar, estoy segura que la decisión que tomé es la mejor.
Al pasar del otro lado, tomamos entre las dos una gran tabla de madera y la colocamos en la puerta. Al cerciorarnos de que esta esté bien cerrada, suelto un pequeño suspiro de alivio. Aunque las puertas no aguanten mucho nos ayudarán a ganar tiempo.
Con nuestras armas en mano nos adentramos en las profundidades del bosque. No tardamos mucho antes de ver la gran plataforma y las jaulas con sus gruesos barrotes. Estamos a una distancia considerable pero se puede ver todo bien desde aquí.
El rostro de Samanta no puede estar más pálido y su mandíbula mantiene una ardua batalla con la gravedad para caer al suelo.
Yo ya le había contado todo con anterioridad, pero una cosa es imaginarlo y otra es verlo.
Cuando ruedo nuevamente la vista hacia ellos, logro ubicar al hombre que antes había hablado con Greenwood; ahora se encuentra de pie y hace gestos con las manos como si intentara explicar algo muy complicado.
¿Por qué estará hablando solo? Qué raro que...
¡Oh! Espera, ya entiendo porque lo está haciendo.
Justo a su lado sobresale entre los arbustos una cabeza que se mueve de un lado a otro.
—Hay otro hombre.—le digo
Ella se estira para obtener mejor visibilidad, pero de repente su rostro se torna alarmado.—Son cuatro en total princesa.
Frunzo el ceño confundida y observo mejor el lugar. Efectivamente, del otro lado de la plataforma, hay dos guardias más, lo que nos da un total de cuatro hombres fornidos y entrenados con varias pistolas en sus manos.
Mi pobre corazón empieza a bombardear nervioso pero no puedo dejar que el miedo me bloquee. Me he enfrentado a tipos peores que estos, así que puedo con ello.
Pongo a trabajar mi cerebro a mil buscando una solución. Estábamos preparadas para enfrentarnos a uno, pero cuatro cambia nuestros planes.
—Bien, tengo una idea.—le digo cuando ya lo tengo todo formulado en mi cabeza, y ella me da su asentamiento para que continúe.—No podemos atacarlos a todos en terreno abierto y con esas personas de por medio, así que tenemos que lograr que se introduzcan entre los árboles. Si los dividimos podemos acabar con ellos.
—Cierto. Entonces yo rodearé las jaulas y crearé una distracción entre los árboles de la derecha.
Asiento y sin decir más palabras se pierde entre los árboles. Me quedo con la vista fija en los vigilantes pero después de unos minutos se reúnen y empiezan a hablar preocupados.
Al ver en la dirección que tanto los tiene preocupados, puedo ver humo entre los árboles de la derecha, en la misma dirección donde fue Samanta, así que debe de ser ella.
Al parecer causa la reacción deseada porque dos de los hombres se adentran en el bosque con intenciones de ver lo que sucede.
Al cabo de unos minutos de absoluto silencio, un gruñido sordo se hace perceptible en la dirección del humo. No sé qué les habrá hecho Samanta a esos hombres, pero al parecer nada bonito.
Los hombres se miran atónitos hasta que uno de ellos empieza a caminar en mi dirección. Tomo mi arma con fuerza y me escondo entre los arbustos para no ser vista.