La Reina del Ángel

Capítulo 10

Una huida en medio del bosque.

Al salir de mi estado de pasmo, levanto la vista del hombre que está tirado en el suelo, y veo a Samanta frente a mí. En sus manos lleva su arma y por un momento llegué a creer que le habría disparado pero luego me percato de que no fue así. En realidad le dio con la culata de la pistola en la parte de atrás de la cabeza.

—Gracias—le digo luego de haber recuperado el aliento.

Ella me sonríe y empezamos a caminar hacia las jaulas, que están cerradas con candados de hierro bastantes resistentes, por lo que tuvimos que hacer varios esfuerzos para romperlos. Ya que da la dichosa casualidad que ninguno de los vigilantes cargaba con la llave encima.

Al romper las cerraduras, me invadió un sentimiento de felicidad al ver sus rostros llenos de alivio.

Cuando ya todos estuvieron fuera, un estruendo a lo lejos, en dirección al recinto se hizo audible. Era un sonido sordo pero hizo eco en el pacífico silencio del bosque.

¡La puerta! Ya deben haberla abierto y por ende no les debe faltar mucho para llegar hasta aquí. El humo que utilizamos de distracción de seguro les hará darse cuenta que hay problemas.

Samanta y yo intercambiamos miradas de preocupación y las personas no tardaron en agitarse.

—Necesito que todos me escuchen.—Hago señas con las manos para captar su atención y me pongo donde todos puedan verme con claridad.
»Sé que pueden creer que porque las puertas de las jaulas estén abiertas, ya están a salvo. Pero la verdad es que no es así. A partir de ahora empieza el verdadero peligro. Por lo que, si desean sobrevivir necesito que no se alarmen y sigan nuestras imdicaciones. Vamos a sacarlos de aquí con vida, se los prometemos.

Mi voz parecía un hilo pero intenté que sonara lo más firme posible. El sonido de los guardias cada vez se hacía más próximo, y justo cuando ya me estaba empezando a alarmar, una figura color gris apareció entre la vegetación.

Al llegar junto a nosotros una mata de pelo rubio asoma por el asiento del conductor. Y cuando ya estuvo estacionado al frente nuestro, Samanta empieza a hablarle.

—Hasta que al fin llegas Dylan.—O más bien regañarlo.

—Lo siento, pero la tarea que me encargó tu amiguito Lin no fue del todo fácil.

—No exageres Dylan, tampoco es que yo te haya mandado al fin del mundo.—Y es cierto, lo que le pedí no era tan difícil, aunque ahora que lo pienso, el hecho de cruzar las calle con un desfile andando no es tan sencillo que digamos.

Antes de que él pudiera protestar, notamos cierto movimiento a unos doscientos metros del punto donde estábamos. Y el sonido que delataba que los soldados se estaban acercando, y que antes había quedado en segundo plano por el ruido del camión ahora se hacía más fuerte.

—Todos suban a la parte trasera del camión, rápido.

Intento contener los nervios mientras todos nos subimos al vehículo. Avanzamos a toda velocidad con varios autos negros que se abrían paso a lo lejos. Logré identificarlos ya que son los mismos que Greenwood usa para misiones de gran importancia o cuando tenía que ir al palacio real.

—Hay que dejarlos atrás de alguna forma—le digo a Dylan, el cual no hace más que asentir.

Frunce el seño y se queda con la vista perdida en el camino ante nosotros, seguramente maquinado alguna idea valible.

Ambos íbamos en la parte delantera del camión, él delante del volante y yo en el asiento del acompañante. Fijándome de vez en cuando en los autos que se iban acercando cada vez más, por el espejo lateral.

Samanta por su parte se había subido junto con las personas para mantenerlas calmadas. Por suerte el camión que trajo Dylan es bastante espacioso para que todos cupieran y completamente cerrado en la parte trasera.

Frente a nosotros todo era vegetación y el camino cada vez se hacía más espeso. Eso es malo para nuestro conductor, el cual soltó varios bufidos de molestias, ya que le dificulta el trayecto, pero en parte también es algo bueno.

—Tienes que aprovechar los árboles para perderlos.

Al principio creí que no me habría escuchado, pero luego supe que sí lo había hecho, porque de repente hizo una maniobra entre unos árboles que acompañó con varios giros. De pronto apagó el motor.

Caí en la cuenta de que había metido el vehículo bajo una saliente de roca con enredaderas de tronco ancho cubriendo nuestras cabezas. No pude ver nada pero sí sentí el movimiento de los autos sobre nosotros, los cuales milagrosamente siguieron de largo.

Esperamos sumidos en un profundo silencio durante un tiempo, sin emitir el menor ruido, y ya cuando no se escuchaba nada más que nuestras respiraciones volvimos a ponernos en marcha en la dirección contraria.
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El camino me lo pasé con los nervios a flor de piel, viendo en todas direcciones por si se aparecían de nuevo los autos de Greenwood. Pero no pasó. Al parecer logramos perderlos.

Aparcamos en una casa de madera, la cual ya habíamos fijado como destino antes de salir. Ya habíamos cruzado los límites de la tercera sección y estábamos a menos de un kilómetro de la cuarta.

—Fue una suerte que no nos siguieran. Nos salvamos por los pelos.

—Te dije que saldría bien, aunque no conté en un principio con los dichosos autos.

Le digo a mi compañera de fuga mientras nos bebemos el té negro que nos preparó la señora de la casa, la cual nos recibió con los brazos abiertos y nos preparó té para todos. Ella también es fiel a mi padre y a la antigua corona y al parecer es la tía de Dylan.

—Si, así es.—Nos quedamos viendo a las personas en la estancia principal. Logramos ayudar a escapar a unas veintitrés personas de ser vendidas y explotadas como bestias. Lo cual me hace sentir bien.
»Ellos estarán a salvo, el barco está por salir a Las Dineas donde Paul va estar esperando. Ellos tal vez deban estar lejos de Harión por un tiempo pero luego podrán volver cuando todo se calme. Al igual que nosotros. Ya nos deben estar buscando por todas partes.




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