En el cementerio viven muchos pájaros. Y si, es un lugar tranquilo. Ellos despertaron a Ricchi con sus cantos.
El chico abrió los ojos, estiró los brazos y piernas. Los rayos del sol entraban a la cripta. El cajón del dueño de cripta ya no parecía tan aterrador.
Ricchi salió afuera. La mayoría de los miedos se quedaron en la noche. Empieza un nuevo día.
Aunque Ricchi se sentía triste.
Sin casa. Sin familia. Sin la chica que podría ser tu novia.
Su mente le dibujaba a Ela. Así como la vio por primera vez. Hermosa. Especial.
Se le ocurrió pensar que no llegó a preguntarla ¿porque se acercó a él? ¿Qué necesidad tenía?
"¡Dios mío! ¡Qué difícil es todo esto! ¿Por qué la gente muere?"
Parecía que después de todas las pruebas difíciles y algunas realmente insoportables por fin encontró un respiro. Y otra vez el destino lo golpeo fuerte.
Los ojos picaban de agua salada.
"¡No!" - pensó Richi - "¡los hombres no lloran!"
Hoy él va a seguir el viaje. Va a poder escapar. De a poco va a formar una vida nueva. Va a encontrar una chica, más linda todavía. Basta. La decisión está tomada.
Ricchi caminó a lo largo del cementerio. Antes de retirarse de acá quiso despedirse de Ela.
La tumba de la chica estaba con tierra fresca y húmeda del roció.
Él se sentó en frente y apoyó la cabeza en las manos. No sabía que pensar. Solo veía adelante la imagen de Ela. Parecía escuchar su voz.
Apoyó la mano en la tierra.
- Que corto fue nuestro romance - dijo a la foto de Ela en la lápida – se terminó sin empezar. Te fuiste. Nunca estaríamos juntos ¿verdad? Estabas destinada a vivir en otro mundo.
El chico se levantó. Se quedó un rato mirando a la foto. Nada más que decir. Es la hora de irse.
Ricchi volvió a la ciudad.
Unas manzanas robadas en el jardín por el camino. Una remera, robada de la soga. Un poco húmeda, pero no importa, no estamos en el invierno. El estado de ánimo empezó a subir de a poco.
Así pasó el día. El sol ya se iba. Ricchi estaba terminando una larga caminata hasta la estación de tren.
En la estación había mucha gente, así que no le costó nada a perderse y no topar con los policías.
El próximo tren a la Capital salía en diez minutos. Solo hay que meterse.
Ricchi se fue al andén.
Los cinco segundos que guardia del tren miro al otro lado, le alcanzaron a Ricchi para saltar por la ventana adentro del vagón. Había unos diez pasajeros. Los pocos que lo vieron entrar de éste modo miraron por otro lado. Nadie quiso tener problemas con un adolecente rebelde. O capas, un delincuente joven.
Ricchi se sentó en el medio, al lado de la ventana. Si viene un guardia, va a tener que escapar por todo el tren.
Respiró con alivio.
La vida vagabunda tiene sus ventajas. Nadie te pone las reglas.
Ricchi miró a la estación por última vez. Suspiró.
Anunciaron que tren está por arrancar.
Listo. Eso es todo.
De repente escuchó al lado de él una voz tan bien conocida.
- ¡No me dejes, por favor, estoy asustada!
Ricchi de golpe se dio vuelta. Sus ojos saltaron a la frente.
Adelante de él estaba Ela.
Del susto Ricchi se levantó y se quedó pegado con la espalda a la ventana. No le salían las palabras.
Ela lo estaba mirando preocupada. Tenía puesto el mismo vestido blanco manchado con tierra. Pero ya no se veía tan arreglada que la última vez. El maquillaje estaba corrido a manchas negras bajo los ojos. El pelo estaba desalineado.
"Parece que salió de la tumba" - se le cruzó por la cabeza a Ricchi.
- No me dejes, por favor - repitió Ela y se acercó un paso.
Tren se sacudió y empezó la marcha muy despacio.
Ricchi tragó la saliva.
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Editado: 27.09.2019