La reina del cementerio

Capitulo 12

Ya era de noche cuando entraron a la ciudad. Otra vez Beltrama. Para Ricchi esta ciudad ya se convertía en algo simbólico relacionado con amor, dolor, pruebas de valentía y sucesos extraños.

El enfermero entró la camilla a la guardia. El doctor y los policías se quedaron parados en el mostrador. Ricchi se quedó sentado en una silla.

La recepcionista, una mujer joven con un peinado impecable se despegó del monitor.

- Hola Bred, hola Steve, - salidó a los médicos.

- Buenos tardes señores - dijo a los policías.

- ¿Qué tenemos aca? - preguntó al doctor.

- Muerte. Una chica. Tren. - parecía que cada palabra que usaba, el doctor la compraba a precio alto.

La recepcionista miró al cuerpo tapado con la sabana.

- Ahora preparo los papeles para ti - dijo al doctor.

Miró a Ricchi. Después a los policías.

- ¿Y el chico?

El policía gordo apoyó las palmas gruesas en el mostrador.

- Él estuvo con ella.

La recepcionista lo miró a Ricchi con compasión.

- Pobre chico -dijo en voz baja.

- ¿Quien está de turno? ¿Quién me firma la constancia? - preguntó doctor.

- Virginia - contestó la mujer - ahora la llamo.

Al escuchar ese nombre el doctor hizo una sonrisa como soñando con algo lindo.

Mientras recepcionista llamó a la doctora de turno, Ricchi miraba a Ela. Mejor dicho al cuerpo muerto. No sabía que pasará en el próximo minuto. Capas que a él lo lleva policía. A Ela la llevan a la morgue. Dos seres humanos separados por la muerte.

- ¿Algún documento de la chica? - preguntó la mujer.

Todos miraron a Ricchi. Richi miró a cada uno de ellos.

- Yo no la conozco mucho - contestó - Sé que se llama Ela. Pero no sé el apellido.

“¡Que historia loca! Creo que no puedo contar todo lo que pasó. No me van a creer."

Todos seguían mirándolo esperando que diga algo más.

Se hizo silencio absoluto. En un hospital. De noche.

De repente desde pasillo se escucharon los pasos de tacos. Parecía que clavaban sellos en el piso, marcando a una mujer segura y rígida.

La mujer entró a la recepción y saludo a todos.

Primera impresión de Richi era que la mujer salió de la portada de una revista de modas. Con sus treinta y pico de años era fascinante. El cuerpo tallado. Los ojos parecían tener universo entero adentro.

En el uniforme tenía un cartelito

"Dra. V. Clemens."

El doctor se puso frente de ella, parecía un adolecente tímido hablando con una estrella de cine. Casi tartamudeando le explicó la situación.

- Está bien - contestó la doctora y miro brevemente a Ricchi.

Hacia un procedimiento de rutina.
Se acercó a la camilla y destapo la cara de Ela.

En un segundo los ojos de la doctora cambiaron de expresión. Se agachó un poco para ver más detalles del rostro de Ela.

Le sacó las mechas de la cara. Dos segundos más y la mujer ya volvió a su estado común, de una doctora responsable de un hospital. Pero notablemente algo cambió en ella. Solo que lo escondió muy profundo.

Se dio vuelta a los médicos. - Steve, llévala directo al morgue. Allí la recibe Hank. Bred - dijo al doctor.

- ¿Si, Virginia?

- Llena los papeles y alcánzalos a mi oficina. Vamos Steve, te acompaño - se dio vuelta al enfermero.

Los policías se miraron entre ellos.

-Espere un segundo - dijo el agente gordo - esta chica está bajo nuestra custodia.

- ¿De qué me está hablando? - ahora Virginia estaba revelando su poder en su territorio. Pero no parecía muy sorprendida, parece que esperaba algo así.

- ¿Está muerta, no ven? ¿Tienen miedo que se les escapa? ¿Con que derecho...?

 - La chica murió en las circunstancias sospechosas. Tenemos que investigar el caso.

La doctora agarró el brazo de Ela y parecía que estaba tocando un tesoro.

- ¡Aun así! - la doctora levantó la voz al policía - la llevaremos a la morgue.

- Llévenla adonde quieren, pero bajo nuestra custodia.

La doctora miró alrededor, como esperando apoyo de alguien. La recepcionista y los médicos de la ambulancia la miraban sin entender que está pasando.

- Está bien - dijo la doctora al gordo. - síganme. Vamos Steve.

El enfermero agarró la camilla y siguió a la doctora. Los policías más calmados fueron tras ellos a paso relajado, como agentes del poder.

 

 




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