La reina del cementerio

Capitulo 20

 

Ricchi la miró a la recepcionista sin saber que decir.
- ¿Y... quien está a cargo de los asuntos? Quería saber ¿adónde llevaron la...el cuerpo de mi novia?
- Ahora te digo.
La mujer tecleó algo en la computadora.
Frunció las cejas.
- ¿Estás seguro que la llevaron? No hay ningún registro de traslado. Supuestamente todavía esta acá. En la morgue.
Ricchi pasó la mano por la frente. 
- Estoy seguro. Debe haber un error. ¿Con quién yo podría hablar?
- Anda directo a la morgue. Allí esta Edson. El encargado. Él debe tener alguna información en su libro.
- Gracias.
- De nada querido. ¿Sabes dónde es?
- Si.
Por el camino ya conocido Ricchi llegó a la puerta con el cartel "Morgue".
Ricchi miró alrededor. Nadie. A ésta hora en el hospital hay poco movimiento.
Ricchi tomó el aire y empujó la puerta doble.
Entró a un pasillo poco iluminado. Unas lámparas de luz blanca hacían pequeñas islas de luz en el piso. El fondo del pasillo estaba escondido en la oscuridad.
Ricchi caminó adelante. Sus pasos rezongaban en el silencio.
Al llegar al fin del pasillo Ricchi vio otra puerta doble. 
Sin pensar más, entró.
Era una sala enorme. También con poca luz. Había una pared entera de nichos. En el medio de la sala una docena de mesas de acero. 
Era primera vez que Ricchi estuvo en la morgue.
"Un día me va a tocar a mí una de esas mesas" – pensó – "ojala que no sea hoy".
- ¿Que quiere acá? ¿Quién es usted? - escuchó Ricchi la voz de un señor mayor.
Atrás de un escritorio estaba sentado un hombre. Tenía uniforme del hospital. 
Parecía unos sesenta años. Era muy bajito. Tenía cabeza pequeña y pelada y la cara arrugada. Cuando hablaba, movía el cuello como una tortuga de arriba abajo. 
Ricchi se acercó al escritorio. 
- Hola. Busco al señor Edson.
- Lo encontraste. ¿Y?
- Hablé con la señora de la recepción y ella dijo...
- ...Hacé la corta. ¿Qué quieres?
Ricchi tomó el aire.
- Ayer acá en la morgue estaba mi novia. Después la trasladaron a otro hospital.
- ¿De la morgue al otro hospital? ¿Para qué?
- Esto lo que quería saber.
- Ven mañana. No es la hora.
"¡Lo voy a reventar a este viejo!"
- Escúcheme señor Edson. Trate de entender que mi novia murió. Y yo necesito llevar su cuerpo para funeral. Y ella no está acá. ¿Adónde la llevaron?
"En realidad yo sé dónde está. Lo que necesito que me digas que le está pasando a ella. Y como la resucitaron acá."
- Por favor señor Edson. ¿Puede revisar sus registros? Ayer yo hablé con la doctora Clemens.
Las cejas del viejo saltaron arriba. En próximo segundo ya otra vez puso la máscara de tranquilidad.
El encargado de la morgue suspiró. 
- Veo que no puedo desasirme de ti. ¿Cómo es el nombre de tu novia?
- Ela Dickens.
- ¿Que?
Edson se levantó de la mesa y se acercó a Ricchi.
Miró alrededor como tratando de detectar una conspiración.
- ¿Tu eres el chico que estaba con Ela?
- Si. Soy Richard.
El viejo frotó las manos. Estaba revolviendo en la cabeza varias opciones.
- La doctora Clemens esta arrestada, ¿sabes chico?
- Si. Ya lo sé.
- y Ela Dickens desapareció.
- No desapareció. Está conmigo.
- ¿Que?
La cara del viejo se estiró.
Las manos frotaron los cachetes y se metieron en los bolcillos.
- ¿Cómo dijiste?
- Le dije que Ela todo este tiempo estaba conmigo.
Los ojos del viejo saltaban arriba y abajo. Su cuello de tortuga tragaba saliva. Por un momento el miro atrás de Ricchi como tratando de encontrar a Ela allí.
- Tenemos que ir a verla, chico. ¿Tú sabes de qué se trata todo esto?
- Algo. Por eso vinimos acá.
- Está bien. Vamos. ¿Dónde está la chica?
- Me está esperando afuera.
- Vamos.
De repente Edson se detuvo. 
- No. Mejor tráela acá. Pero con mucho cuidado. Traten que nadie los vea. Entran por la puerta trasera del hospital.
En un rato los chicos ya estaban en la puerta de la morgue.
- Espera - dijo Ela - dame la mano. 
- ¿Estas asustada?
- Un poco.
Ela suspiro.
- Me dan miedo estos lugares. Por otro lado no sé de qué me voy a enterar ahora.
- Sea lo que sea. Estoy contigo.
- Entonces vamos. 
Apenas entraron a la sala Edson la miró a Ela con mucha atención. 
La reconoció.
El viejo se acercó y abrazó a Ela fuerte.
- ¡Señorita Dickens! ¡La estábamos buscando!
Parece que el viejo encargado no sentía que el cuerpo de Ela estaba helado.

 

 

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