- Pasen chicos. Siéntense acá. - el encargado los invitó a sentarse sobre una mesa de acero.
Ricchi miró la mesa con sospecha. Era el lugar donde ponían cuerpos.
Edson estaba rebalsando de alegría.
Ela se sentía perdida.
- Señor Edson - dijo Ricchi - ¿usted nos puede contar de que se trata todo esto?
- Si, seguro. Claro no puedo contarles todo. Tienen que hablar con la doctora Clemens. Y yo tampoco sé mucho.
El viejo no quitaba los ojos de Ela.
Parecía que vio una maravilla.
- Pero lo que sé, les puedo contar.
Señorita Dickens. Usted está entre amigos.
Ela miró a Ricchi.
- Nos puede contar por favor - dijo Ricchi.
Edson ni lo registró.
- ¿Tiene hambre señorita Dickens?
- No - contesto Ela sorprendida.
- Pronto va a tener. Usted tiene que alimentarse.
El viejo agarró una sábana y la puso sobre una de las mesas.
- Recuéstese acá - invitó a Ela - ahora le traigo el alimento.
Ela y Ricchi se miraron sorprendidos.
El chico le hizo gesto con la cabeza. "Hacelo. Estoy contigo."
Edson se fue a otra habitación.
Ela se acostó en la mesa.
- Dame la mano - pidió a Ricchi.
En unos instantes volvió el viejo con un suero, lleno de un líquido rojo rubí con brillo de la misma piedra preciosa.
- ¿Qué es esto? - preguntó Ela preocupada.
Edson se detuvo.
- Ah, cierto. Usted no sabe nada sobre esto.
Con este elixir nosotros la alimentábamos esos días.
El encargado acomodó el suero en el soporte. Levantó la manguerita con aguja en la punta.
- Deme la mano.
Ela miró a Ricchi. El chico asomó la cabeza.
La chica suspiró.
Edson le colocó el suero.
- Ahora cuéntenos todo. - dijo Ricchi.
El hombre lo miro con ojos cansados.
- Señorita Dickens es muy especial. Cuando ella lamentablemente murió, teníamos que resucitarla con ese elixir. Desde allí le colocamos el suero cada dos días.
- ¿Y si no tiene elixir?
- Creo que ustedes ya vieron que pasa en este caso.
- Si - dijo Ricchi a Ela - tus desmayos.
- ¡Je! - dijo Edson con tono burlón - desmayos. No son desmayos. Son...bueno chicos como les dije no puedo contar todo, solo doctora Clemens puede...
- ¡Pero ahora está presa!
- Yo sé chico. Hay que esperar un poco. Mientras tanto...ah, ¿ya está señorita Dickens?
Edson sacó el suero. No se molestó de tapar agujero con algodón como siempre lo hacen los médicos. La sangre no salía.
Ela agarró el suero con restos de elixir.
Lo miró contra luz. Lo abrió con una tijera. Lo olió.
- Que cosa rara. Y tiene aroma a rosas. Es agradable.
El hombre la miró a la chica sonriendo.
- A mí también en principio llamaba la atención. Bueno chicos. ¿Quieren venir conmigo? Por fin la encontramos señorita Dickens. ¡Qué alegría! Vamos chicos. Tengo el auto en la salida del hospital.
Ela lo miró a Ricchi con cara de pregunta.
Ricchi le hizo seña "no".
- Escúcheme señor Edson - dijo Ricchi - no podemos ir con Usted ahora. Hay un par de cosas que tenemos que hacer primero.
El viejo los miró a los chicos sorprendido.
- ¿Pero cómo? La señorita Dickens está en peligro...
- ¿En qué peligro? - preguntó Ricchi.
- Es que... solo nosotros podemos protegerla.
- ¿Quiénes son ustedes?
Edson se puso nervioso.
- Eh. No lo puedo contar todo, solo la doctora Clemens puede...
- Entiendo - dijo Ricchi con determinación - entonces esperemos a ella. Mientras tanto nos vamos a esconder.
El viejo encargado empezó a frotar las manos.
- ¿Pero cómo los encontramos? Señorita Dickens va a necesitar el elixir.
- Llámeme a este número de celular - Ricchi sacó el celular y le pasó el numero al viejo. Edson con las manos temblando anoto los quince dígitos en su celular. De repente se quedó sorprendido.
- Pero es el número de la señora Grims, la enfermera de...
- Ya lo sabemos - contestó Ricchi – ella me dio el celular. Ahora nos tenemos que ir. Avísenos cuando podemos hablar con la doctora Clemens.
Ricchi tomó a Ela de la mano.
- Vamos - se dio vuelta al viejo - gracias por su ayuda señor Edson.
Los chicos salieron de la sala. El viejo encargado se quedó mirando tras ellos pensando que hacer. Parecía estar nervioso. Demasiado nervioso.
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Editado: 27.09.2019