- ¿No te parece que todo esto es sospechoso? - dijo Ela preocupada.
- Si. Por eso no da ir con este tipo. Ahora estoy dudando que la doctora es tan buena como parece.
Salieron de la morgue y Ricchi se detuvo. Miró a Ela en los ojos.
- No sé en que estamos metidos, pero hay que tener mucho cuidado.
Ela suspiró.
- Ela - dijo Ricchi - creo que estamos bastante cuidadosos para evitar peligro. Para hablar con la doctora voy a ir solo. Y después...
- No me puedo sentir tranquila - dijo Ela con la vos temblando.
- No pasa nada. Por lo menos ya sabemos que te alimentas con ese elixir. Ahora vamos a salir de acá más pronto posible.
Los chicos se fueron caminando por los pasillos del hospital.
De repente Ela se detuvo.
- ¿Escuchas eso? - preguntó a Ricchi.
- No. ¿Qué es?
- El llanto.
Ricchi la miró sorprendido.
Ela estaba concentrada.
- Vamos – dijo ella.
- ¿Adonde?
- Todavía no sé.
Ela dobló en la esquina del pasillo. Ricchi la siguió.
En un par de pasillos más llegaron a una puerta doble con el cartel "Terapia intensiva".
- Creo que es acá - dijo Ela en voz baja.
- ¿Que hay allí? - Ricchi se puso nervioso.
- Todavía no sé – repitió ella.
Ela empujó la puerta y los chicos entraron en un pasillo bien iluminado. Vieron un par de camillas vacías. Una docena de asientos. Y un hombre de unos cuarenta años sentado con las manos tapando la cara. Estaba llorando.
Ela caminó hacia el hombre. Se detuvo a un metro de él. Lo miró fijo. Después miró a la puerta de enfrente. Era sala de operaciones.
Parece que Ela trataba de entender la situación.
El hombre vio a Ela. Le miró en los ojos buscando consuelo.
- Mi mujer... está muriendo - dijo el hombre.
Ela lo miró raro al hombre, parece que no lo entendía. Volvió a mirar a la puerta de la sala de operación. Algo la preocupaba, pero no el estado del hombre.
Con un golpe seco la puerta se abrió. Salió un cirujano, alto y delgado.
Se acercó al hombre.
- Lamento mucho, señor - dijo cirujano sacando en barbijo - el estado era muy grave. No la pudimos salvar.
El hombre otra vez tapó la cara con las manos y empezó a temblar del llanto silencioso.
Cirujano le puso la mano en el hombro.
Ricchi estaba mirando a toda esa escena compadeciendo al pobre viudo.
Ela lo miró al cirujano, después al hombre. Después miro alrededor. Vio algo. La cara de Ela se puso seria.
Ela se acercó a un asiento vacío y se puso enfrente.
- No lo hagas - dijo Ela hablando al vacío.
Ricchi la miró sorprendido.
- ¿Ahora no, entiendes? - Ela seguía hablando con la voz firme.
El cirujano y el hombre la miraron con asombro a la chica. Sus caras se estiraron.
Ela seguía hablando.
- Entiendo todo, pero no es el momento. Tienes otra oportunidad. Úsala.
En este momento la puerta de la sala de operaciones se abrió y un enfermero saco una camilla. En la camilla estaba cuerpo de una mujer, tapado con la sabana hasta la cara.
El hombre se levantó y miró a la camilla. Se acercó y tomo la mano de la mujer muerta.
Ela le tiró una mirada y seguía hablando a la silla.
- No ahora, entiendes. Tienes que intentarlo otra vez. ¿Que? Yo sé. Pero se puede.
El cirujano hizo la seña al enfermero que lleve la camilla.
El marido de la mujer muerta otra vez se sentó angustiado.
El enfermero empezó a correr la camilla por el pasillo.
Ela miró a la silla vacía y después se deslizó la mirada a la camilla que se estaba alejándose.
De repente el cuerpo en la camilla se movió. Primero los brazos, después la mujer destapó la cara y finalmente se sentó.
El enfermero de golpe soltó la camilla. Por inserción la camilla corrió unos metros más y se chocó contra la pared.
Todos se quedaron mirando a la mujer resucitada con bocas abiertas. Todos, menos Ela.
Ela se dio vuelta y se acercó al marido de la mujer. Se puso enfrente de él.
La cara de Ela estaba distorsionada del enojo.
- Ahora tú, - dijo Ela al hombre. - esto fue primera y última vez que pasa esto. No tendrás otra oportunidad.
El hombre la miraba a Ela con cara de asombro.
- ¿Que? ¿De qué me estás hablando? - dijo el.
- ¡Tú cállate! - le dijo Ela, - no estoy hablando contigo.
Pero seguía mirando a los ojos del hombre.
- De lo que hiciste lo vas a pagar con tu existencia.
La mujer resucitada seguía sentada en la camilla. Estaba muy atenta mirando a Ela. Parece que la mujer sabía de qué se trata y conicia a Ela.
- A partir de este momento...- empezó Ela diciéndole al hombre. Pero de repente se dio vuelta y miró a lo largo del pasillo.
- ¡No! - dijo Ela, amenazando - ¡Vuélvete!
Ricchi primero miró adonde miraba Ela, y después vio al hombre que estaba deslizándose de la silla al piso como un muñeco de trapo.
El cirujano reaccionó primero. Se acercó al hombre empujando a Ela a un costado. Le miró los ojos al hombre, le busco el pulso
- ¡Mierda! - dijo cirujano - ¡no tiene pulso! Traigan una camilla.
De la sala de operaciones ya salían los enfermeros acercándose al hombre con muerte clínica.
Ricchi miró a Ela. No entendía nada.
Pero Ela estaba ocupada.
- A partir de este momento - seguía hablando Ela al vacío del pasillo - tu estarás con ella y la vas a cuidar en todo momento hasta que llega su tiempo de partir. Después vas tú. Ahora vuélvete.
Al decir esto Ela parece que estaba mirando a alguien caminando por el pasillo hacia ella.
Los médicos levantaron el cuerpo del hombre y lo acomodaron en la camilla. En este momento el cuerpo de él se sacudió de un temblor fuerte, los pulmones tomaron aire y el señor abrió los ojos. El miro a los médicos sin entender nada.
Ricchi empezó sentir mareos de tantos nervios. Ela se acercó a él a paso rápido y lo agarro de la mano.
- Vámonos - dijo Ela.
Ricchi asintió con la cabeza y la siguió.
Lo último que vio de la escena en el pasillo que la mujer resucitada estaba sentada en la camilla mirando a su marido celebrando la victoria. Y él la miraba también pero con ojos de susto.
Alrededor del hombre todavía corrían los médicos revisándolo.
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Editado: 27.09.2019