La reina del cementerio

Capitulo 23


  En un taxi Ricchi y Ela llegaron a la puerta del hotel. 
En todo el camino Ela no quiso hablar de lo sucedido. Solo le dijo a Richi que sentía un poder dentro de ella. Supuestamente hablaba con almas. Pero no las vio, solo tenía un sentimiento de la presencia. Como una molestia en su cabeza.
Pagaron el taxi y salieron.
    De repente Ela lo agarró a Ricchi fuerte de la mano.
- ¡No me siento bien! ¡Ayúdame!
    Ricchi la tomó de la cintura. En próximo segundo las piernas de ella se aflojaron y la chica cayó al piso.
- ¡Ela! ¡Ela!
     Ricchi la sacudió de los hombros, pero ella no reaccionaba.
Parecía otro desmallo.
- ¡Otra vez, no!
    Ricchi la llevó a la habitación del hotel, dando una breve explicación al chico de la recepción.
    Al llegar a la habitación la acostó en la cama.
Ela otra vez parecía muerta. Nada de pulso, ni de latidos del corazón.
Richi estaba sentado al lado de ella, tomándole la mano.
"Otra vez el desmayo. ¿Por qué? ¿Ya le dieron el elixir, que debe durar dos días? Pero no funcionó."
   Richi se levantó y se acercó a la ventana. Afuera estaba la noche. Faroles. Autos corriendo por la calle. Una vida normal.
"¡Que cansado estoy de todo esto!"
El chico frotó la frente.
"¿Cuánto más hay que aguantar?"
Se le cruzó por la cabeza que podría dejar a Ela acá e irse. Escapar a otra ciudad. Encontrar una chica normal. Sin ese tipo de problemas. Encontrar un trabajo, estudiar algo. De una vez para siempre salir se esta pesadilla.
Ricchi miró a Ela.
Ella parecía tan frágil. Tan desprotegida. Y tan hermosa. Es como estaba durmiendo. Va a llegar la mañana y ella se va a despertar. Van a desayunar juntos. Hablar del futuro, que sin duda será hermoso.
"Voy a luchar por ella. Esto me tocó a mí. Voy a cumplir mi parte".
    Afuera la calle se puso gris. Llegaba el amanecer.
Ricchi suspiró profundo y tomo una decisión.
Encontró la guía telefónica y revolvió hojas hasta que encontrar lo que buscaba.
Marco el número de teléfono.
- Hola - contestó una voz de hombre. Se sentía que recién se despertó.
- Buenos días - dijo Ricchi - necesito hablar con señor Weiland, el abogado.

 




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