La reina del cementerio

Capitulo 29

 

Después de hablar por teléfono con el abogado, el padre de Ela se quedó convencido de ir a ver a la doctora.

Pero todavía tenía que convencer a Mary, la madre.

Ella empezó a gritar que su marido está loco. Que toda la gente está embrujada.

Le costó mucho a Jerome calmar a su mujer. Finalmente ella aceptó de cuidar a Ela, mientras él con Ricchi van a la comisaria a hablar con la doctora.

Al salir del hotel, Ricchi miró al padre de Ela.

- ¿Por qué usted me creyó?

Jerome abrió la puerta del auto.

- Yo pensé en todo lo que pasó - dijo el hombre - traté de entender tus motivos. También me di cuenta que cuerpo de mi hija no estaba desvanecido, como podría ser al estar en la tumba. Por eso, te doy una oportunidad. Espero que tengas razón y podrás resucitara.

El hombre subió al auto. Ricchi se sentó al lado de él.

- ¿Sabes chico? Yo amé mucho a mi hija. Ahora sin ella, mi vida no tiene sentido. Y nunca mas lo va a tener. Al menos que... voy a poder abrazarla una vez más y ver sus ojos abiertos.

El auto arrancó. Jerome otra vez empezó a suspirar cada dos cuadras.

***

El abogado ya estaba en la puerta de la comisaria, esperando.

Ricchi y Jerome salieron del auto y se acercaron a él.

- ¿Quién es este señor? – preguntó Weiland a Ricchi, señalando a Jerome.

- Es el padre de mi novia – dijo el chico.

Jerome lo miró sorprendido. "¿Novia?"

- Viene con nosotros – continuó Ricchi.

El abogado lo miró a Jerome con sospecha.

- Y además – dijo Ricchi – es él que va a pagar la fianza y los honorarios.

El abogado sonrió. La sospecha se esfumó.

Entraron a la comisaria.

En diez minutos la fianza ya estaba paga. Los policías reciben dinero bastante rápido.

Pero así de rápido te niegan el trámite.

- No se puede dejar salir a la señora Virginia Clemens bajo fianza – les dijo una empleada uniformada – tenemos ciertas instrucciones en caso de ella.

El abogado se puso rojo.

- Yo hable con el señor Bruks, ¿lo conoce?

- Claro que yo conozco al juez. Pero el caso de la señora Clemens está bajo régimen de asuntos internos.

Ricchi la miró a la mujer.

- ¿Qué significa esto?

La mujer miró al abogado.

- ¿Le puede explicar al chico?

- Si – el abogado se puso pálido – en palabras simples, la doctora mató a los policías. Eso lo que se sospecha de ella. Esto son asuntos internos. No permite la fianza.

- ¿Qué hacemos ahora? – preguntó Ricchi.

El abogado se quedó pensando.

Jerome tosió para retomar la voz.

- ¿Y sin ésta doctora no se puede hacer nada?

- Hay que intentar – Ricchi limpió la respiración de la frente. Se dio vuelta al abogado.

- Tenemos que hablar con la doctora.

- Eso sí, se puede hacer – dijo Weiland.

Era la misma habitación donde se encontraron con la doctora la vez pasada. Aun la mujer vigilante era la misma. Pero no la doctora.

Cuando ella entró, Ricchi notó como se desmejoró. Estaba mucho más delgada. La cara tenia pálida. Ojeras negras. Las manos temblando. Caminaba lento, con cuidado para no caer. Y además la mirada de la doctora lo sorprendió a Ricchi. Parecía ida. Es como está luchando con últimas fuerzas tratando de agarrarse de la vida.

Los dos hombres y el chico la miraron con ojos abiertos al máximo.

- Tengo que salir de acá – dijo la doctora con la voz débil en vez de saludarlos– estoy muriendo. 

 




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