La reina del cementerio

Capitulo 33

Cap 33

Jerome estaba preocupado. Ahora que en la cuidad está operando una banda de secuestradores de la gente, no era fácil de quedarse tranquilo. El hombre otra vez llamó a Herbert. Le pasó también el teléfono del James Brash, ayudante de la doctora. El policía prometió activar la búsqueda.

Después de cortar el teléfono Jerome se dirigió a Ricchi.

- Siéntate donde quieres - dijo el padre de Ela – en la cocina hay algo de comer.

Ricchi no tenía hambre. Solo miró alrededor. La casa se veía muy triste. Todavía tenía indicios de luto. El chico miró el retrato de Ela cruzado con la cinta negra.

A presar de todo lo que paso sentía que la extrañaba a la chica.

- Le quiero pedir algo – dijo Ricchi.

- Te escucho.

- ¿Puedo ver habitación de Ela?

- Si. Es arriba.

Ricchi subió la escalera. Entró a la habitación de la chica.

El ambiente parecía agradable. De un diseño cálido.

En una de las paredes estaba un poster de "Metálica", igual que tenía Ricchi en su casa.

El chico se sentó en la cama. Miró las fotos de Ela en la cómoda.

En una de ellas Ela tenía como diez años. Estaba con los padres de picnic en el bosque. Ela está mirando a la fogata, observando la llama. Está muy concentrada y pensativa.

En otra foto, Ela está en la fiesta de graduación. Hay un chico al lado de ella. La tiene de la mano. Ela sonríe. Parece estar feliz.

Otra foto le mostró a Ricchi un cumpleaños de quince de Ela. La chica está riendo. En la mesa hay una torta con un número 15 en el medio. Y todos los parientes y amigos están alrededor.

Ricchi cerró los ojos. No podía aguantar el dolor. Las lágrimas salieron sin permiso. El chico tapó la cara. Largó un gemido.

"¡Dios mío! ¡Como la amaba! ¿Por qué tenía que enamorarme de una chica y en un rato perderla para siempre? Ella también me amaba. ¡Que injusto que es todo esto!"

Ricchi no podía estar en esta habitación. Salió caminado despacio. Las piernas se revelaron. No querían mas llevar el cuerpo. La cabeza se convirtió en una piedra.

Jerome estaba sentado en la mesa del comedor. Tenía un vaso de vino tinto en la mano.

Lo miró a Ricchi.

- Perdí a mi hija. Y ahora no sé dónde está mi mujer. ¿Te parece justo?

Ricchi se paró al lado.

- La vida es injusta a veces. Nada más. Tenemos que aceptarlo. Le agradezco por todo. Me voy a ir.

- Lamento mucho que esta banda de locos te metió en su juego macabro. Menos mal que Herbert es una persona cuarente. Decir la verdad yo también empecé a creer en todos estos trucos.

Ricchi asintió con la cabeza.

- Adiós señor Dickens.

- Adiós chico, suerte.

Ricchi se alejó y abrió la puerta. La calle estaba vacía. Esta anocheciendo. Pronto se oscurece.

Pronto se va a olvidar todo.

La vida seguirá su rumbo.

Para todos ellos.

Atrás de él, Ricchi escuchó sonido del celular. A Jerome le entró una llamada.

Ricchi se dio vuelta.

"Debe ser Herbert. Ojala que la madre de Ela está viva".

- ¿Hola? - dijo Jerome. – ¿Herbert?

Se quedó escuchando. Ricchi estaba mirando fijo al hombre. La cara de Jerome se estiró. Los ojos se abrieron bien grandes. De repente cortó la llamada y miró a Ricchi. Parece que padre de Ela se está volviendo loco.

- ¿Qué paso? ¿Quién llamo? – preguntó Ricchi preocupado.

- El abogado... Murió la doctora.

 

Si les gusto el capitulo, por favor comenten. Esto me ayuda mucho.




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