La reina del cementerio

Capitulo 41

Cap 41

Brash miró al policía que lo custodiaba como pidiendo permiso. El policía miró a Herbert esperando órdenes. Herbert asintió con la cabeza.

Brash le pasó a la doctora el suero y el elixir.

Elizabeth Trenton tocó el brazo de Ela, lo arremangó e intentó de poner aguja. No pudo.

El cuerpo estaba muy endurecido.

La doctora suspiró. Abrió la botella con elixir y tiró unas gotas sobre el brazo. La piel de Ela en este lugar se descongeló en el momento. Las gotas de agua que hace unos segundos era hielo se deslizaron por el brazo y se cayeron al piso.

No se podía creer que el elixir siendo una sustancia tan fría puede provocar al mismo tiempo tanto calor.

Todos estaban observando a la doctora.

- ¿Crees que puedes resucitar a mi hija? – preguntó Jerome apretando los dientes. Estaba muy nervioso.

- ¡Yo no la resucito! Lo hace el elixir. Vamos a ver si tiene poder de recuperar el cuerpo de Ela. Por lo que veo ella está en muy mal estado – contestó la doctora muy molesta.

Después de colocar el suero y el elixir la mujer largó un suspiro de alivio.

- Ahora vamos a ver qué pasa, - se dio vuelta y miró a Herbert – Si esta chica no se resucita, olvídate de cualquier trato.

Herbert encogió los hombros.

- En todo caso, te mato a ti y sigo buscando a tus cómplices – contestó.

No era fácil para la doctora mantener la calma, pero ella solo apretó los puños.

El elixir fluía adentro de Ela llenándola de la vida.

Ricchi sostenía la mano de la chica. La miraba a los ojos tapados de hielo. Observaba la hermosa cara. Se acordaba como Ela lo miraba con amor. Todo el mundo dejo de existir para él.

De a poco el hielo que cubría el cuerpo de Ela se derretía descubriendo el cuerpo.

Los ojos de Ricchi se abrieron grandes. La carne de su chica amada estaba color azul oscuro con manchas negras en algunas partes. Era realmente un cadáver descompuesto durante varios días. Un olor a cuerpo muerto llenó la sala. Todos los que estaban allí se sentían molestos por el fuerte olor.

Pero Ela todavía no se movía. No había vida en ella.

Paso un minuto.

Dos.

Tres.

De repente los parpados de la chica temblaron. Otra y otra vez.

Ela se estaba despertando.

Y allí llegó la fase de resurrección.

La carne vieja se empezó a despegarse del cuerpo cayendo alrededor de la chica.

Un flujo de sangre salió de la nariz.

Otro de la boca.

Otro de las orejas.

Los brazos de Ela se movieron. Después se levantaron al aire.

A Ricchi le costó sostener la mano de Ela, ya que los músculos empezaron a tambalear con mucha fuerza. Los pies pateaban la superficie de la camilla.

Ricchi no aguantó más. Soltó la mano de Ela y se alejó unos pasos. Él tenía ganas de salir corriendo.

El cuerpo de Ela empezó a convulsionar. Los músculos de espalda se retorcían, poniendo el cuerpo como un arco y en próximo segundo dejándolo plano golpeando la espalda contra los caños de la camilla.

- ¡¡¡Ah-ah-ah!!! – pegó un grito Ela. La voz era sobrenatural. Parecía un animal herido.

Todos que estaban en la sala la miraban asustados. Todos menos la doctora, que la observaba a Ela muy atenta.

Menos Brash, que ya vio varias resurrecciones en su vida.

Y menos Herbert, que observaba a Ela con una sonrisa malvada. La resurrección de la chica le daba una ventaja en su lucha en contra de los "crimson".

Ela empezó a gritar del dolor. El sonido de su grito reventó el ambiente.

Ricchi tapó los oídos. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ela seguía gritando. Así debe ser que grita una mujer en el parto muy doloroso, dando una nueva vida. Pero ahora Ela estaba dando una nueva vida a sí misma.

La resurrección de la posible reina de los "crimson" se estaba terminando.

La chica se estaba calmando. Tras la carne caída, aparecía una nueva piel, muy pálida. Pero así como Ricchi la estaba acostumbrado a ver.

Después de unos últimos gemidos de dolor Ela de golpe abrió los ojos. En su mirada había un susto infernal. Ella se sentó en la camilla y miro alrededor. Tenía todavía los ojos vidriosos.

- ¿Dónde estoy?

Ricchi corrió hacia ella y la abrazó con toda su fuerza.

- Estás conmigo mi amor – le susurró al oído.

- Ricchi. ¿Yo estaba durmiendo?

- Se puede decir así.

Ela lo miró a la cara. Le hizo cariño en el cachete.

Unas lágrimas salieron de sus ojos.

- ¿Estás bien, mi amor?

Ricchi bajo la mirada. No sabía que contestar.

Ela lo miró preocupada. Después miró alrededor. Vio todo el ambiente.

Los hombres armados.

A Herbert con cara malvada.

A la doctora envuelta en la sabana.

A su padre con la pistola en la cabeza.

- ¿Qué está pasando? – preguntó con una voz débil.

 

 




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