La reina del cementerio

Capitulo 43

Cap 43

Los policías se quedaron atentos al ruido afuera del hospital. Dejaron de prestar atención a Jerome y a los chicos. Solo sacaron las armas y tomaron posición defensiva.

Jerome agarró a Ela y Ricchi de las manos y los tres y siguieron corriendo al otro pasillo.

El tiroteo en el hospital provocó un barullo a grandes rangos.

De las habitaciones se asomaban los enfermos y el personal médico.

Algunos corrían por los pasillos, gritando asustados. Otros se volvían a esconder.

- ¡Vamos por acá! - dijo Ela, señalando al cartel de salida de emergencia.

Los tres fueron corriendo, chocándose con la gente.

- ¿Conoces bien este hospital, verdad? - dijo Ricchi a Ela.

- Estuve internada acá. Hasta que me mató la doctora.

Unos pasillos más y los tres llegaron a la salida trasera del hospital.

Los tiros reventaban el aire a la vuelta, en la entrada central.

- Por acá - dijo Jerome agitado - allí dejé el auto.

Menos que en un minuto, ellos llegaron al "Ford" de Jerome.

Padre de Ela saltó al volante.

Los chicos al asiento trasero.

El auto arrancó chillando y sacando el humo blanco de los neumáticos.

Ricchi se dio vuelta y miró al hospital.

Al edificio llegaban los otros autos de policía. Los agentes saltaban  de los vehículos con armas en mano.

"Si la policía esta peleando con los "crimson" que vinieron a salvar a la doctora, los "crimson" están en problemas contra tantas fuerzas policiales" – pensó el chico - "y la doctora también".

Pero ellos tres en el auto de Jerome ya estaban fuera del peligro. Por lo menos así pareciera.

Ricchi abrazó a Ela.

Ella le dio un beso y apoyó la cabeza en su hombro.

La chica suspiró aliviada. Parecía estar feliz.

Jerome los miró por el retrovisor sonriendo.

En unas diez cuadras el tiroteo ya no se escuchaba.

Ricchi miro al reloj en el tablero del auto.

Eran 3.30 de la mañana.

La ciudad estaba vacía.

Las calles tenían reflejo de los faroles en el asfalto mojado por la reciente lluvia.

Ricchi le dio un beso a Ela.

La chica le respondió. Ella cerró los ojos disfrutando el momento. Tenía labios helados.

Ricchi abrió la ventana. Una ola de aire fresco con olor a lluvia le pego en la cara.

- ¿Adónde vamos ahora? - preguntó a Jerome.

El padre de Ela sonrió.

- Decir la verdad, me gustaría irnos a la casa. Tengo una conversación pendiente con mi mujer. Pero esto no sería adecuado ahora. Por eso nos vamos de esta ciudad lo más lejos posible. Espero que Herbert no nos va a buscar. Ojala que lo maten en el tiroteo.

Ricchi suspiró y apretó la mano de Ela. No quería perderla otra vez, pero la solución del problema todavía estaba lejos.

- Herbert no nos va a buscar - dijo Ricchi - no le hace falta.

- ¿Por qué? - preguntó Ela.

Jerome también miró a Ricchi por el retrovisor sorprendido.

El chico miró a Ela.

- Porque en menos de dos días tenemos que volvernos a esta ciudad.

Los ojos de Ela se abrieron del susto.

- Mi amor.. – continuó Ricchi – ...no tienes elixir.

Jerome dio una puñalada sobre el volante. El auto pegó un giro y después volvió al medio de la calle.

- Estamos anclados acá – dijo Jerome con el dolor en la voz.

- Si – Ricchi suspiró – ahora entiendo por qué Herbert necesitaba el laboratorio de la doctora. Sin elixir, todos lo "crimson" mueren en dos días.

Ela abrazó fuerte a Ricchi. Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.

- No quiero perderte otra vez – le dijo al oído.

- No me vas a perder – dijo Ricchi y le hizo cariño en la mejilla. – Todo va a estar bien. Vamos a encontrar la solución.

- ¡Maldito bastardo este Herbert! – Jerome dio otra puñalada sobre el volante y freno de golpe. El empuje los tiró a los chicos adelante.

Ricchi lo miró al hombre.

- Señor Dickens, vamos a encontrar la soluc...

La frase se cortó por la mitad. El chico se quedó con la boca abierta. Igual que Ela.

La salida de la calle estaba cortada por dos autos policiales. No tenían las luces prendidas. El padre de Ela los pudo detectar solo a unos cincuenta metros.

Como por arte de magia, atrás sonó el arranque del motor. Otro auto policial salió de la vuelta de la cuadra, frenó en el medio de la calle cortándoles el camino de huida.

Ahora el auto de Jerome se quedó bajo la iluminación cruzada de los autos policiales de atrás y adelante. Un blanco perfecto.

Ela mordió el labio y apretó fuerte la mano de Ricchi.

 

 




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