La reina del cementerio

Capitulo 53

Cap 53

Todos de la sala se levantaron desesperados para ver mejor.

Ricchi sabía que Ela no siente dolor pero no aguantaba que la chica se quedaría sin un brazo.

Pasaron unos minutos.

Los jueces la miraban a Ela muy sorprendidos. No podían entender de donde ella saca tanta valentía. Por que necesita este trono y lucha por el.

- ¿Ahora me creen? – al fin gritó Ela a los jueces.

Edson se sentía perdido, lo miró a "avestruz".

El juez principal dio señal a la chica que ya basta.

Supuestamente el brazo de Ela ya estaría comido por el ácido hambriento.

Ela suspiró con alivio y despacio empezó a sacar el brazo.

Todos estiraron los cuellos para ver mejor.

Ricchi tenía miedo de mirar. No quería ver los restos.

Pero el brazo de Ela estaba intacto. Estaba verde. Cubierto de ácido. El líquido chorreaba al piso dejando charcos que trataban de comer a la tierra.

Todos se quedaron asombrados y empezaron a murmurar.

"La reina es muy valiente."

"El ácido no la afecta."

"Podemos sobrevivir."

"La reina nos va a salvar."

Tom rápido se acercó a Ela y envolvió el brazo de la chica con su saco. La tela no aguantó mucho. En unos segundos empezó despeluzarse y caer al piso a pedazos.

- ¿Le pueden traer agua? – dijo Tom.

Los vigilantes corriendo trajeron un balde de agua.

- Ponga la mano – dijo Tom a Ela y le empezó a echar agua sobre el brazo.

El ácido resistía. Largaba vapor.

Tom pidió una capa de una señora y otra vez envolvió el brazo de Ela secándolo como con una toalla. Al terminar la miró a Ela contento.

La chica lo miró agradecida.

Los jueces parecían perdidos.

- Nunca vi algo así – dijo el vigilante que sostenía la espada en cuello de Ricchi.

Ricchi lo miró enojado.

- No puedo respirar – dijo al vigilante.

- Disculpa.

El hombre apartó la espada del cuello de Ricchi.

El chico se levantó y corrió hacia Ela.

- ¡Ela, mi amor!

- ¡Ricchi! – Ela lo abrazó con una sola mano y escondió la cara en su hombro como hacia siempre.

- ¡Yo tenía tanto miedo! – dijo Ela llorando.

- Yo se. Y yo tenía miedo por ti.

Ricchi miró a los jueces a reojo.

- ¿Pero cómo lo hiciste? – preguntó a Ela en voz baja.

Ela sonrió apenas.

- Tom me ayudó.

- ¿Pero cómo?

- Ricchi. ¿Te acuerdas el guante de la doctora? Debes saberlo. Tom me contó.

Ricchi también sonrió.

Se acordó que en la comisaria donde Ricchi fue con abogado y padre de Ela, la doctora les mostró que tenía una protección de piel que no permitía detectar la temperatura fría del cuerpo de los "crimson". Es allí cuando ella cortó la piel sintética y lo sacó como un guante.

"La doctora con ese invento nos salvó una vez más".

Ricchi se dio vuelta y lo miró a Tom.

El gordo ex policía le sonrió a Ricchi mientras escondía el pedazo de tela con cual seco el brazo de la chica tras el.

"Seguro que adentro tiene el bendito guante." – pensó Ricchi.

De los pensamientos lo sacó la voz del juez principal – el "avestruz".

- Me alegro señorita Dickens que usted esta de pie a pesar las pruebas que nosotros considerábamos justas para ver mejor el poder y valentía de una señorita que va a tener un pueblo tan especial como nosotros los "crimson". Por eso vamos a pasar a la tercera prueba.

"¡Dios!" – Pensó Ricchi – "falta una más. ¿Qué van a inventar ahora?"

Ela también se acordó que las pruebas no se terminaron y empezó a temblar.

Ahora Ricchi estaba asustado todavía más.

"Es la última prueba. La última oportunidad de los jueces de sostener el trono en sus manos. No me quiero imaginar que van a hacer ahora."

El "avestruz" se levantó despacio. Caminó al medio de la sala.

Del cinto sacó una daga. Parecía un cuchillo muy antiguo. El filo brillaba en la luz de las antorchas.

- Pueblo "crimson" – dijo el juez con ojos como dos hendiduras.

Toda la gente se sentó y lo miró con mucha atención.

- Queda una sola prueba. Como hablábamos anteriormente la primera prueba representaba el pasado. La segunda el presente. Y la tercera prueba nos tiene que denostar el futuro. Un futuro que el reino necesita.

El juez levantó la daga.

- Por eso, la futura reina de este pueblo, tiene que abstenerse de todos los afectos terrenales que pueden afectar sus decisiones en el reinado. ¡Así puede juzgar con corazón frio!

El juez se estaba acercando a Ela y Ricchi con la daga en lo alto.

Todos se quedaron como congelados esperando el próximo paso del juez.

Una sensación muy fea le golpeo al corazón de Ricchi.

El apretó la mano de Ela e hizo un paso adelante para protegerla de cualquier ataque.

- Ninguna persona tiene que tener preferencia para la reina en ningún sentido. Solo la justicia estará en el corazón de ella. ¡Igual para todos!

El juez se paró en frente de Ela y Ricchi.

- ¡Nadie es mayor que otros! – gritó el "avestruz".

Ricchi no entendía adónde va este maldito. La mente de Ricchi se nublo. Solo tenía en cuenta que tiene que proteger a Ela.

Pero el juez no tenía intenciones de dañar a la futura reina. Por lo menos físicamente. Quería quebrantarla emocionalmente. Dejarla sin aliento y sin ganas de vivir.

Con un gestó brusco el juez estiró la mano como una ráfaga y clavó la daga en el pecho de Ricchi.

Todos jadearon.

Ricchi sintió el crujido de los huesos.

Después  vio la manija de la daga en su pecho. Vio la sangre que disparó como una fuente. Sintió un dolor intenso en todo el cuerpo. Las piernas se aflojaron.

El chico miró a Ela y empezó a caer.

El mundo alrededor se fundió en rojo, después en gris.

Lo último que sintió fueron brazos de Ela tratando de sostenerlo.

Escuchó el grito de ella.

- ¡RICCHI, NO-O-O-O!

Ricchi sintió fuertes nauseas.

Después tenia sensación que alquilen le tapó los ojos con un telón negro. Y allí su vida se apagó.




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