La Reina Del Fuego-Segundo Libro- (editando 1ª vez)

Capítulo 13 (Editado 1ª Vez)

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f7675794b5f744950776c427171413d3d2d313430363731313533352e313834303937373639643831383939383635303337383035363334342e706e67

"Y mientras el peso de la verdad se deslizaba por los labios de Asia como veneno lento, yo solo podía pensar en una cosa: si Melany era la clave... ¿qué tan cerca estábamos del fin?"-Fire

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f72345169546438657031346b68513d3d2d313430363731313533352e313834303937373930343066623435613134313033303831303831382e706e67

El sitio era hermoso, demasiado hermoso. El mar era inmenso, iba más allá de mi vista. Podía ver pequeños barcos que navegaban sin problema. La arena cubría la mayor parte del lugar. Era mágico, demasiado mágico. Había árboles de gran estatura donde podía divisar una especie de fruta marrón. No pude evitar hacer una mueca. Las personas paseaban tranquilamente, sus ropajes eran muy escasos. Las mujeres iban con una especie de tela que les cubría el pecho y sus partes íntimas; esa tela era de diversos colores y estaba anudada en su cadera. Oí el sonido de algo que hizo que me sobresaltara. Al girarme, vi una especie de máquina grande, metálica, que andaba a cuatro patas y sacaba humo de la parte trasera.

Pitidos de esas máquinas hicieron que me tapara los oídos; era molesto, muy molesto. Lo peor es que dentro de esas máquinas había personas, personas igual de diversas que la tela que llevaban las mujeres. Podía ver que sostenían algo en la mano, era redondo y negro, y que continuamente apretaban, provocando ese pitido tan molesto. Entonces lo sentí: sentí el olor a humano. Arrugué la nariz, haciendo que la vidente se riera ante mi gesto.

No es que tuviera problemas, pero es cierto que mi parte sobrenatural no aguantaba el olor a humano. Era algo que mi cuerpo me recordaba. Todos los seres teníamos nuestro olor, nuestra fragancia tan característica. Desde que era pequeña, me habían dicho que los humanos olían a muerte y a destrucción. No lo negaba, pero tampoco lo afirmaba. Había visto a seres más crueles que los humanos, mucho más crueles, capaces de hacer atrocidades que, sin duda, les hubieran dado un lugar en la escala de destrucción.

Daba igual, humano o no, todos éramos seres vengadores, con ansias de poder. ¿Qué nos diferenciaba de los humanos? ¿La apariencia? ¿Los poderes? No lo sabía. Pero lo que sí sabía era que tanto los seres de Cagmel como los humanos éramos seres despreciables que merecíamos la extinción. Hace eones, cuando Helios y su hermana crearon el mundo de Cagmel, habitaban humanos. Seres mágicos y humanos habitábamos en el mismo hábitat, respetándonos y ayudándonos, pero, como era habitual, no querían solo eso: querían más, y provocaron una guerra que hizo que se exiliara a los humanos a otra parte del mundo.

La historia era verdaderamente de lo más interesante, pero leer libros relacionados con los humanos no había captado mi atención. Sinceramente, me eran completamente indiferentes ellos. Pero su olor, ese maldito olor, me asqueaba. Recuerdo el día que conocí a Asia. Su olor era una invitación a los seres del internado a que la atacaran.

Cada célula y parte de ella olía a humano. No le culpaba, se había criado con ellos, por eso era lógico que su olor se pareciera al de los humanos, pero había un matiz que no pasaba desapercibido, un matiz que me indicó, solo con verla, que no era del todo humana.

Su olor era bastante característico de los seres de Astra, pero nadie se paró a pensar en eso, nadie se paró a pensar en que, cada vez que ella andaba por los pasillos, estaba andando la futura reina de Astra. Aquellos que le habían herido habían acabado arrodillados pidiendo clemencia. Yo contemplé esa escena. Unas brujas quisieron atacarla. Una lo consiguió, pero fue inmediatamente mandada al pozo mágico. Sus hermanas fueron al palacio, temerosas de que aún la ira de Asia no fuera aplacada y que volviera a destruirlas.

Recuerdo la mirada indiferente de Asia, cómo escuchaba las súplicas y las imploraciones de las brujas. Fue una escena bochornosa, a la par que divertida. Ella se mantuvo callada todo el tiempo, tanto tiempo que pensé que no iba a hablar más, pero cuando la bruja terminó con su discurso, se apresuró a ir a por ella y le dijo:

—Tú, un ser mágico, con grandes poderes, rogando a mí: una híbrida con mitad humana... Sin duda... estoy disfrutando viendo cómo te arrastras.

Entonces lo vi: el brillo malicioso, la sonrisa mezquina. En esos momentos, Asia estaba dejando entrever su parte de elemental, su parte como habitante de Astra. En mi mente se quedó grabado el rostro de la bruja, asustada, temerosa de que le hiciera algo, pero, en esa ocasión, tuvo suerte, pues la parte humana de Asia ganó y la dejó libre.

A mí no me pareció bien. Siempre he sido partidaria de que, quien te haga algo, se lo debes devolver con la misma moneda. Suena cruel, sí, pero así me habían enseñado y así veía las cosas.

La vidente estaba demasiado callada para mi gusto. Contemplé cómo las personas nos traspasaban. Éramos fantasmas y nadie se percataba de nuestra presencia. Eso, en cierta manera, me gustó, quizás porque podía ver desde esta perspectiva cómo eran los humanos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.