La Reina Del Fuego-Segundo Libro- (editando 1ª vez)

Capítulo 17 (Editado 1ª Vez)

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f68594f4e6b6b314876356e6b6f773d3d2d313433333738303432302e313835613730643530643838666231303537343635333035333334322e706e67

"Incluso el fuego sabe que hay momentos en los que no debe arder, sino esperar a que el silencio hable por sí solo."-Fire

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f4e636b5f31626b4b746238626b673d3d2d313433333738303432302e313835613730633264393738373630623733393837323036373531382e706e67

"Sentí cómo mi cuerpo estaba paralizado. Mis manos y pies estaban atados en una especie de cama incómoda. Mi boca estaba amordazada. Era un sitio oscuro. Sombras pululaban por la sala, esbozando sonrisas maliciosas. Sus dedos largos y negros me rozaban la cara, logrando que un sudor frío se apoderara de mí. Vi que la sala oscura cobraba vida y que antorchas colocadas en la pared se prendían, haciendo que el lugar fuera más siniestro.

Personas encapuchadas hicieron acto de presencia. No les podía ver el rostro, pues las túnicas les cubrían por completo, impidiendo que pudiera verlo. Uno de ellos estaba en el centro, sujetando algo que no logré distinguir bien. Frunciendo el ceño, enfoqué mi vista para intentar identificar de qué objeto se trataba. Pero no me dio tiempo a verlo, pues, de repente, siseé al notar algo ardiente en mi pierna. No lloré; estaba furiosa. Sentí cómo mi furia me consumía. La sangre me hervía y notaba cómo mis muñecas se tensaban en las ataduras.

La persona que estaba en el centro se acercó poco a poco, con pasos seguros, y se colocó enfrente de mí. Con fuerza, me giró el cuello. Un sonido brusco resonó por la sala. Su rostro oculto se aproximó hacia el mío, impidiendo que pudiera apartarlo.

—Tú lo mataste, tú eres la asesina de tu hermano —sus dedos quemaban en mis mejillas—. Tú irás con él, asesina —colocó su arma en mi vientre. Juro que me desmayé en aquella pesadilla.

Sus palabras resonaban por mi mente, me quemaban; como fuego candente se pegaban a mi piel, quemándome por completo y logrando que un dolor agónico se apoderara de mí. Yo no lo maté, quise decirle, pero la voz no me salía. La voz era consciente de que, en verdad, sí lo maté. Yo fui quien lo condenó. Yo fui la que mató a su propio hermano."

Me levanté sobresaltada. Mi frente estaba empapada en sudor. Sentía unas ganas irrefrenables de vomitar. Me incorporé en la cama. Cogiéndome de las rodillas, me las pegué al pecho. Temblores se apoderaron de mí. El miedo me estaba consumiendo. Las lágrimas salían sin cesar de mis ojos. Como pude, me las sequé.

El sol se estaba poniendo, dando paso a un nuevo día. Entre suspiros, me duché y me coloqué la ropa para salir de mi cuarto. Aún la imagen de esa pesadilla pasaba sin cesar por mi mente. Me sentía sucia y humillada, pero, sobre todo, me sentía culpable. Quizás esas sombras tenían razón; quizás sí había sido la asesina de mi hermano. Tal vez lo condené de manera inconsciente.

Si yo no hubiera existido, él jamás habría iniciado aquella absurda guerra y, posiblemente, seguiría vivo. Ese pensamiento hizo que mi ánimo se hundiera todavía más. Vagaba por los pasillos de la casa como un alma en pena, agradeciendo que nadie me viera y, mucho menos, en ese estado. No quería que nadie se preocupara por mí; tampoco que supieran todas las cadenas que me ataban, por mucho que intentara disimularlo.

En mitad del pasillo, me detuve junto a una ventana que daba a un hermoso jardín. Forcé la vista y distinguí a Anna entrenando.

Al principio, una sonrisa se dibujó en mis labios al ver su empeño… pero pronto desapareció. Con determinación, tomó su arma y se hizo un corte. Varias gotas de sangre cayeron al suelo, y de ellas surgió un torbellino.

Una parte de mí quiso correr e impedirle continuar, pero me quedé quieta, observándola. Su cabello rubio estaba recogido en una trenza; vestía pantalones y una camiseta que alguna vez había pertenecido a Asia. El sudor le perlaba la frente y sus brazos estaban cubiertos de heridas: unas recientes, otras antiguas. La sangre reseca le manchaba el antebrazo. Y, aun así, sin dudarlo, se lanzó dentro del torbellino. Movía las manos intentando controlarlo, como si su voluntad fuera suficiente para domar la furia del viento.

Mis ojos siguieron cada uno de sus movimientos, hasta que, de repente, uno de los torbellinos la expulsó con violencia, estrellándola contra el árbol más cercano. La vi caer a cuatro patas y vomitar; aun así, sus piernas temblaban, pero se mantenían en pie. Se llevó una mano al estómago y, con la otra, recogió de nuevo la daga que yacía junto a ella. Otro corte. Otro torbellino.

Y otra vez terminó estampada contra el mismo árbol. Fue suficiente para mí. Estaba a punto de ir hacia ella cuando sentí una presencia a mi espalda. Me giré… y me encontré cara a cara con Orlock.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.