La Reina Del Fuego-Segundo Libro- (editando 1ª vez)

Capítulo 44

Lo sentí en cada parte de mi cuerpo, lo sentí hasta la médula

Lo sentí en cada parte de mi cuerpo, lo sentí hasta la médula. Podía percibir un poder maligno que se estaba aproximando hacia nosotros, un poder cargado de tanta energía negativa que asfixiaba. No me gustaba la idea de que las brujas hubieran entrado en escena, y mucho menos las brujas de magia negra y de sangre. Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho; era increíble cómo la mera energía de un poder de ese nivel podía afectarnos. No es que fueran poderosas, pero debíamos entender que su magia, al igual que la de todos los seres de Cagmel, poseía algo que las caracterizaba, y la energía negativa era una de esas características.

Una nube oscura se formó en el cielo, el sol se ocultó. Risas estruendosas, similares a las de un cristal roto, hicieron acto de presencia, resonando como ecos desesperados para que supiéramos que estaban allí, que las brujas habían llegado y que deseaban pelear. Todos cogimos nuestras armas, listos para la batalla, pero cuando vimos que Jess alzó una de las manos, nos quedamos parados, sin comprender lo que estaba pasando.

El demonio estaba cabreado. Podía ver la rabia en sus ojos, esa que podía matar a alguien. Holden se guardó la espada y, con una mirada, nos incitó a todos a que lo hiciéramos. Aunque estaba dudosa, decidí confiar en Holden, no en Jess, sino en Holden. Veía que su semblante se había vuelto serio, estaba expectante, como si estuviera esperando algo. Jess, sin embargo, se estaba quitando la chaqueta ya chamuscada. Sus nudillos estaban blancos a causa de la fuerza que estaba ejerciendo.

—Esas malditas arpías me han destrozado la chaqueta —dijo escupiendo las palabras. Anna se quedó mirando al aire y, de golpe, sin decirnos nada, corrió.

Le quise gritar que parase, que no actuara sin pensar, pero al parecer ella hizo oídos sordos. Corriendo, vi que Altair estaba a su lado. Había cierta complicidad entre los dos, una que me sorprendió. De repente, Altair se hizo dragón y, de un salto, Anna subió a su lomo, de pie, con su espada en mano. De reojo pude apreciar cómo los ojos de Yulen brillaban fascinados. La oscuridad era absoluta, pero se podía apreciar el contraste de su cabello rubio que iluminaba la zona. De repente, el aire que se había formado desapareció, haciendo que las brujas que, subidas en pájaros enormes, surcaban los cielos se parasen de golpe.

—¿Qué está pasando? —preguntó Jess, curioso. Incluso él se había quedado parado, mirando a Anna, que estaba en la cima, alzada y con determinación.

—Un desastre —masculló Orlock entre dientes. Había cierto temor en sus palabras, como si le diera miedo que algo malo le pasase a Anna.

Todos los presentes simplemente nos quedamos parados, preparados en caso de que Anna nos necesitase. Las brujas la miraron desafiante, de una forma que daba a entender que no le tenían miedo, que, aunque fuera un elemental, era débil ante sus ojos. Aun así, Anna no bajó la cabeza; siguió desafiándolas. Deseé estar a su lado, viendo su rostro y la expresión que estaba poniendo.

—¿Qué habéis venido a hacer aquí? —A pesar de la lejanía, la voz de Anna sonaba fuerte.

—Nuestro amo y señor os manda un mensaje. —Se puso tensa. Miré a los demás y vi cómo el rostro de Yulen se transformó.

No supe cómo reaccionar en esos momentos. Quise intervenir, pero algo me lo estaba impidiendo. Supuse enseguida que se trataba de la magia de esos seres, quienes estaban provocando que no hiciéramos ningún movimiento. Era frustrante, tanto que sentí cómo, poco a poco, toda esa ira que tenía acumulada se apoderaba de mí. Deseé gritar, deseé ayudar a Anna, que se estaba enfrentando a esos seres ella sola, como si nada. El miedo que me provocó la situación era devastador, pues pensé que, si no hacíamos algo, la próxima en caer sería Anna.

Jess, que estaba contemplando todo eso, no dijo nada. Se quedó mirando a Anna, quien, cada vez más decidida, se preparaba para enfrentarse a esos bichos. Entonces lo sentí. Sentí esa energía que me resultaba de lo más familiar, esa que identificaría a kilómetros. Mis ojos fueron inmediatamente hacia Anna, quien, como era de esperar, estaba poco a poco siendo cubierta por su energía gris, que la rodeaba lentamente. Eso no tenía pinta de acabar muy bien, puesto que si Anna perdía el control, todos los que estábamos en aquel sitio caeríamos junto con los enemigos. A pesar de eso, pude divisar cómo ella se estaba controlando, intentando manejar el poder que se estaba escapando de dentro de ella, haciendo que las brujas fruncieran ligeramente el ceño.

—Decidnos el mensaje —ordenó Anna con determinación. Las brujas se miraron entre ellas, y sus risas se incrementaron... grave error.

De repente, la mano de Anna apuntó hacia las brujas, y un tornado se llevó a unas cinco, haciendo que las otras se sobresaltaran, incrédulas por lo que estaban viendo

—He dicho que habléis —repitió Anna, pero esta vez supe que no era ella, sino su elemental.

Las brujas supieron que, si no obedecían, caerían como el resto de las demás. Anna estaba al límite; le costaba controlar su poder. Lo sabía por la postura que tenía en esos momentos y por cómo la energía lila salía a raudales, casi sin control, aunque Anna lo estaba manejando especialmente bien. Mientras tanto, los demás solo estábamos viendo la escena, impotentes, sin saber qué hacer. Solo teníamos que luchar contra ellas, pero era demasiado para nosotros, y lo sabíamos.

—Nuestro amo y señor ha dicho que...: "¡Pronto el rey de los demonios despertará!" —Anna gritó de rabia. Incluso nosotros gritamos como si no hubiera un mañana. La tensión era palpable, y la simple idea de que ese ser despertara provocaba en mí millones de escalofríos.




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