La reina del Inframundo

2. Muertos

Flora

No sé cuánto tiempo llevamos caminando en silencio, la vela lleva derretida más de la mitad y por seguridad mía abrazo su brazo para no perderme. Eso lo toma desprevenido y me mira.

—¿A dónde vamos? Parece que me vas a llevar a un lugar a matarme —suelto una risita.

—Es porque eso hare.

Detengo mis pasos haciendo que él también lo haga.

—¿Qué? —dejo de abrazarlo.

Sujeta mis hombros con sus manos, masajea suavemente, pero yo lo aparto bruscamente.

—¿Porque quieres matarme?

—Para entrar al inframundo, debes estar al borde la muerte.

Asiento, pero no me siento aliviada.

—¿No hay otra manera?

Niega con la cabeza. sopla la vela y en estos momentos la oscuridad me rodea. Tengo miedo, aunque no debería porque él me está ayudando.

—¿Porque apagas la vela? —pregunto con cautela.

—Porque no quiero provocar un incendio aquí —responde lo más obvio.

—¿Era necesario traerme aquí? Puedes matarme en la casa -pongo mis manos en mis caderas, así como lo hacía mi mama de sangre cuando se enojaba con mi papá.

No puedo creer que esté hablando sobre mi muerte como si fuera lo más normal del mundo

—Muchos testigos.

—A veces, me resultas raro.

—Y, así te gustaré.

Me río a carcajadas por asumir eso. Antes me hubiera enojado, pero creo que tanto tiempo que paso con él me estoy acostumbrando a sus bromas.

—Solo te haré un corte casi profundo en tus pulmones.

—¿Porque solo yo?

—¿No te conté? Yo puedo dejar salir mi alma de este cuerpo y en ese instante mi alma va al inframundo. Si quiero estar en la tierra necesito este cuerpo. Además, cuando yo estaba vivo era muy apuesto, las damas pagaban por acostarse conmigo -dice, orgulloso.

—Creí que no recordabas tu vida cuando... ya sabes.

—Si lo recuerdo, ahora puedo...

—Espera, espera, ¿Como que te pagaban por acostarse contigo...

Soy interrumpida por su beso, un beso suave, delicado, a pesar que no puedo ver por la oscuridad, de todos modos, cierros mis ojos y le correspondo el beso. Mi mano acaricia su cabello y lo atraigo más a mí como si necesitará más de él, nuestro beso se intensifica y ya no es un beso delicado cuando sus manos, que estaban en mi mejilla, ahora uno sosteniendo mi nuca y la otra...

El beso se interrumpe, sangre sale de mi boca y el dolor en mi pecho debido al cuchillo que Orión acaba de apuñalarme.

Caigo al suelo, tengo frio.

—Abrázame, Orión —susurro.

Siento su abrazo rodearme y poco a poco aparece la señora que me dio la manzana dorada cuando era niña. Ya recuerdo quien es la señora que me dio la manzana.

Perséfone.

El sueño es interrumpido cuando escucho el maullido de un perro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.