La reina del invierno

Capítulo 4

La familia real aguardaba paciente en el vestíbulo del castillo. Mis padres y yo un paso adelante; Luken y Odette detrás, dado que su participación en este asunto era secundaria.

El carruaje de Kuno Olivier llegaría en cualquier momento. Me limpié las palmas sudorosas en la falda de mi vestido color azul cielo. Odiaba estar nerviosa, pero, ¿cómo evitarlo? Estaba a minutos de conocer al hombre con el que me obligarían a pasar el resto de mi vida.

La reina se inclinó ligeramente hacia mí.

—Te ves preciosa —susurró a mi oído con gesto cariñoso.

Traté de esbozar una sonrisilla de agradecimiento, pero todo lo que logré fue una mueca condescendiente. Me sentía descompuesta, fuera de control de mi propia vida.

Eché una rápida mirada al espejo a un costado del vestíbulo, preguntándome si mamá decía la verdad. No había puesto especial empeño en mi aspecto, la realidad era que estaba tan nerviosa que había dejado que mi doncella se encargara de mi atuendo y mi peinado sin prestar atención.

El espejo me arrojó la imagen que esperaba. Me vi al lado de mis padres portado un vestido azul de falda amplia, con un peinado de media cola de caballo y un sencillo collar de perlas. El atuendo era lindo, aunque la expresión inconforme en mi rostro lo opacaba bastante. De forma inesperada, otra figura apareció en el reflejo.

Mi estómago cayó a mis pies en el instante que noté al hombre de cabello plateado de pie al lado de Odette. De inmediato, me giré hacia atrás, ahogando un grito de sorpresa.

No estaba ahí, en el lugar junto a Odette no había ningún hombre de cabello plateado y mirada penetrante.

—¿Te encuentras bien? —preguntó mi cuñada ladeando la cabeza.

—Parece que viste un fantasma —comentó Luken, estudiándome con la mirada.

Volví a mirar al espejo, pero ya solo estábamos nosotros cinco en el reflejo. Solté un suspiro, lo había imaginado. Mi mente de nuevo queriendo evadirse pensando en un apuesto hombre ficticio, qué lata.

—Tranquila, cariño, todo irá bien —dijo mamá, tomando mi mano para darme ánimos.

En ese momento, escuchamos los cascos de los caballos. El carruaje se iba acercando. Mamá dio un apretón cariñoso a mi mano cuando este se detuvo frente a nosotros.

Una sensación muda se agitó en mi interior al tiempo que el sirviente abría la portezuela. Contuve el aliento, mis ojos fijos en la figura que descendía del vehículo.

Kuno Olivier estiró su ropa en cuanto sus pies tocaron el suelo. Era apuesto, de tez bronceada y cabello negro relamido. Debajo de su barba bien recortada se podía apreciar una tez saludable, no era tan fornido como mi hermano Luken, pero tenía una constitución sólida que le daba buena apariencia. Y entonces sonrió.

Un juego de dientes perfectamente alineados iluminó el rostro de Kuno, haciéndolo resplandecer. Era la sonrisa más afable que jamás le había visto a un hombre. Exudaba bondad, lo hacía ver mucho más guapo de lo que realmente era.

Me congelé un instante, gratamente complacida por la bella sonrisa de Kuno. ¿Había juzgado mal? Tal vez me había precipitado al asumir que este matrimonio me haría miserable. Tal vez Luken tenía razón y Kuno podía ser el indicando.

Pasé saliva, insólitamente curiosa por conocerlo.

Kuno hizo una pronunciada reverencia ante los reyes.

—Majestad, es un absoluto honor encontrarme en su presencia —dijo hacia mi padre—. No tengo forma de agradecerle su invitación.

—Nada que agradecer, estamos encantados de tenerle aquí —dijo mi padre con un asentimiento de cabeza—. Deseamos que este compromiso traiga mucha alegría para nuestras familias.

—Nosotros nos sentimos igual, Majestad. La familia Olivier se siente honrada de que me haya concedido el privilegio de tener la mano de su hija en matrimonio. Créame que me esforzaré todos los días de mi vida para ser merecedor de este honor —aseguró Kuno.

Me mordí el labio en tanto que lo escuchaba, preguntándome si estaba siendo sincero o solo eran palabras vanas que sabía endulzarían el oído del rey.

—Me alegra escuchar eso. Mi hija es un gran tesoro y merece recibir el mejor trato —señaló el rey y luego se giró hacia mí—. Nadine, ven a conocer a tu prometido.

Entre renuente e intrigada, di otro paso al frente para acercarme a Kuno.

Él me repasó con la mirada tan rápido como un rayo, de modo que solo yo lo noté. No me molestó, él debía sentir también curiosidad por conocerme, era natural.

—Princesa, me habían hablado de su inigualable belleza, pero veo que no le hicieron justicia. Me deja sin aliento, no estaba preparado para encontrarme a una mujer tan arrebatadora —dijo antes de besar mi mano con gallardía—. Soy otro desde este momento, verla me ha cambiado. ¡Oh, qué dulce encuentro! Es usted toda una visión, la flor más hermosa que jamás hayan visto estas tierras. Las estrellas de la noche deben bajar del cielo solo por el deseo de conocerla, las lunas deben sentir envidia de la tersura de su piel. Podría usted enloquecer a cualquier hombre con esos ojos, su sonrisa debe ser la razón de que el sol salga en las mañanas. Ahora con más razón me siento el hombre más afortunado del reino.




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