Entré al comedor a paso alegre. A pesar de mi inminente boda, saber que Triana estaba aquí me levantaba el ánimo.
—¡Buenos días! —saludé a mi familia al cruzar la puerta, esperando encontrarlos charlando alegres. Sin embargo, la escena que me encontré fue muy distinta.
Odette lloraba como una fuente, mientras que Alexor y Luken procuraban sosegarla.
—¿Qué sucedió? —pregunté alarmada.
—Una tragedia —dijo mi madre, sosteniendo la mano de Triana sentada a su lado. Ambas con expresión entristecida—. Alguien destruyó los huevos de Glanz anoche.
—No tendré a mi dragón —sollozó Odette.
Alexor le tendió una servilleta a su hermana para que se limpiara la nariz, mientras que Luken acariciaba su cabello con mucha delicadeza.
—¿Quién pudo cometer un acto tan vil? —pregunté llevándome las manos al pecho.
—Un canalla sin escrúpulos —se quejó Luken.
—¡Más le vale esconderse que no habrá rincón del reino donde no lo persiga para hacerlo pagar! —exclamó el rey caminando furiosamente de un lado al otro del comedor.
Las puertas del comedor volvieron a abrirse, Kuno entró con expresión preocupada.
—Acabo de enterarme de la funesta noticia. ¿Cómo es posible? ¿Y los guardias que cuidan la cueva? —preguntó mirando al rey.
—Estaban dormidos… Quien hizo esto se tomó la molestia de poner alguna substancia somnífera para quitar a los guardias del camino —se lamentó la reina.
—¡Despediré a esos incompetentes! ¿Cómo pudieron descuidar su trabajo? —siguió el rey echando chispas.
Tomé asiento en la silla más cercana, demasiado impresionada para hablar. Que alguien se hubiera atrevido a destruir dos huevos de dragón de la familia real no era asunto menor.
—¿Qué ganaría una persona haciendo eso? —quiso saber Alexor, ajeno a las minucias de nuestro reino.
—La familia real controla la reproducción de los dragones. Nosotros somos quienes vendemos las crías a quien estimamos digno de ello. La gente sabe que debe estar en buenos términos con la casa real para ser acreedora de recibir la oportunidad de adquisición. Un dragón iba a ser para Odette, mientras que el otro iba a subastarse entre algunos elegidos. No tener ni un solo dragón para vender este año debilita nuestra posición, en especial ahora que hay tanto descontento entre la gente —le explicó Luken—. Además de qué, por supuesto, la venta iba a ser beneficiosa para las arcas reales.
—Tal vez se trata de alguno de esos inconformes por la situación de los caminos. No dudo que uno de ellos quisiera afectar a la familia real —especuló el rey.
—Encontraré al culpable y lo traeré ante la justicia, padre —prometió Luken poniéndose de pie.
—En lo que pueda ayudar, cuente conmigo, Alteza —se ofreció Kuno.
—Eso está muy bien de los dos, pero la justicia tendrá que esperar unos días. Mañana es la boda y hoy llegan tanto los Olivier como la abuela. En la noche tendremos una pequeña recepción de bienvenida, no quisiera que la boda de Nadine se viera empañada por este asunto. Por favor, esperen a que pase el casamiento —pidió la reina.
Luken llevó sus ojos al rey, esperando saber cómo se sentía él al respecto. Mi padre confirmó el deseo de su esposa.
—Tienes razón, querida. Por ahora, nuestra atención debe estar en la boda. Cuando concluya podremos enfocarnos en hacer pagar al culpable.
Crucé los brazos, indignada. Para mí valía mucho más hacer justicia que esta boda impuesta. Odiaba que no estuviera en mis manos el poder de cancelarla.
El asunto de los huevos empañó considerablemente el ánimo en el desayuno. Después, tuve que recibir a la modista para probarme el vestido que había logrado hacer en solo un par de días. Triana, Odette y mi madre me acompañaron, y no dejaron de deshacerse en halagos en cuanto me vieron vestida de novia.
—Nadine, qué vestido más precioso, te ves deslumbrante —comentó mi hermana.
—Kuno quedará enamorado en cuanto te vea —aseguró mi madre.
—El blanco te va muy bien —dijo Odette esbozando una sonrisa debajo de sus ojos enrojecidos de tanto llorar en la mañana.
Un sirviente entró a la estancia e hizo una reverencia ante nosotras.
—La reina madre ha llegado, se encuentra en el salón de té —informó antes de dar la media vuelta.
Triana se puso de pie de un brinco, entusiasmada por ver a la abuela. Odette, a su lado, rechinó los dientes; la abuela Selena no la quería ni un poco y todos sabíamos que aprovechaba cualquier ocasión para hacerlo notar. Mi madre notó el disgusto de Odette y la tomó de la mano.
—Iremos todas juntas a recibirla, verás que se comporta —dijo tratando de infundirle confianza.
—Si no le molesta, Majestad, preferiría pasar tiempo con Alexor. Mi hermano solo estará un par de días aquí y quisiera aprovecharlos —pidió Odette tímidamente.
La mención de Alexor me provocó un escalofrío, aún no superaba la vergüenza de mis alucinaciones, ni lo iba a ser pronto. En especial porque me era imposible dormir sin soñar con el hombre de cabello plateado.