La reina del invierno

Capítulo 9

Mi madre colocaba un poco de rubor en mis mejillas, el último toque antes de que estuviera lista para la ceremonia.

—Listo. Te ves preciosa —me aseguró con una sonrisa maternal.

—Tanta belleza para acabar en manos de un Olivier —se quejó la abuela detrás de nosotras.

—Por favor, tratemos de mantenernos alegres —pidió la reina, apretando la mandíbula como hacía cuando la abuela comenzaba a colmarle la paciencia.

—¿Alegres? ¡Mi difunto marido debe estar revolcándose en su tumba! Los Mondragón y los Olivier emparentando. ¡Mi hijo cada día toma decisiones más cuestionables!

—Abuela, por favor, no digas eso. Papá sabe lo que hace —pidió Triana desde su silla.

—Es la verdad, esos canallas…

—Selena, basta —la reprendió mi madre con gesto severo.

Tanto Triana como yo quedamos mudas, esta era una novedad, mamá jamás perdía los estribos con su suegra. Por más difícil que fuera la abuela, mamá siempre encontraba el modo de sobrellevarla, ahora en verdad debía tenerla harta y eso que la abuela acababa de llegar apenas la tarde anterior.

—Ah, ya veo que me voy un tiempo y todos me pierden el respeto —se quejó la abuela saliendo de la estancia a paso indignado.

Mamá soltó un quejido sonoro.

—No tenemos tiempo para sus desplantes, la boda es en menos de una hora —dijo en tono de fastidio—. Iré tras ella y trataré de hacerla entrar en razón. Por favor, Triana, acompaña a tu hermana en lo que llega el momento de la ceremonia. No lleguen tarde.

En cuanto mamá cerró la puerta tras ella, Triana se levantó de un brinco.

—¡Al fin! Creí que no tendríamos ocasión de estar a solas antes de tu casamiento —exclamó con alivio—. Mamá no se me ha separado a sol ni sombra.

Triana tomó asiento sobre el sillón doble que la abuela dejó desocupado e hizo una seña para que me uniera a ella.

—Te echa mucho de menos… todos lo hacemos —dije acercándome al sillón.

Los cojines se hundieron bajo mi peso, suaves y esponjosos. La falda blanca de mi vestido cayó grácil rozando el suelo y, en algún lugar de mi mente, me pregunté si la tela iba a arrugarse por haberme sentado en el sillón. Deseché el pensamiento de inmediato; de cualquier modo, no iba a dejar que algo tan nimio me robara el momento a solas con mi hermana.

—Me pasa igual, pienso en todos constantemente —suspiró con una media sonrisa—. En verdad estoy contenta de estar en casa, aunque sea por unos días y me inquiete lo que está pasando. Nadi, no sabes lo que me impactó leer la noticia de tu casamiento. En especial porque sé lo mucho que temías una boda arreglada. Debes estar sintiéndote fatal y todos actúan como si nada.

—El reino está en problemas —dije encogiéndome de hombros, evasiva y resignada.

—Lo sé, Luken le explicó un poco a Alexor de lo que pasaba con los caminos, pero eso no quita que sea doloroso para ti. Ayer, mientras conocías a la familia de tu novio, te veías desencajada, como si prefirieras estar en cualquier lugar menos ahí.

—Así es como me sentía, pero no hay nada que hacer… es necesario que haga este sacrificio.

—¿Así lo ves? ¿Como un sacrificio? Kuno parece ser una buena persona, algo adulador, pero bueno, tal vez no sea malo estar casada con él.

—Oh, no te equivoques, hermana. Kuno es un rufián de lo peor. Me besó a la fuerza y luego dijo que era mi deber obedecerlo en todo. ¿Imaginas?

—¿Tú obedeciendo a alguien en todo? ¡Buena sorpresa se va a llevar tras la boda! —expresó burlona—. Qué pesado. Pronto se dará cuenta de que tú no te sometes a nadie.

—Pero ese no es el punto, yo no quiero pasar mi vida con alguien con quien siempre estaré enfrascada en una lucha de poderes… va a ser agotador vivir con él queriéndome controlar y yo resistiéndome.

—No te adelantes, nadie sabe con certeza lo que nos depara el futuro —dijo colocando su mano sobre mi hombro—. Cuando me informaron de mi compromiso con Alexor, sentí que el mundo se me venía encima y ahora ve lo feliz que soy.

—Sí, pero Alexor es un gran hombre, no puedo decir lo mismo de Kuno.

—¿En verdad crees que Alexor es un gran hombre? Y yo que empezaba a sospechar que lo encontrabas antipático —comentó, desviando su atención hacia un jarrón de tulipanes en la mesita del centro.

—¿De dónde sacaste ese disparate? —pregunté dando un respingo en mi asiento.

—De tu actitud, ¿de dónde más? Apenas le has dirigido la palabra a Alexor desde que llegamos. Actúas como si su presencia te incomodara —observó Triana en tanto que delicadamente acomodaba los tulipanes a su gusto.

—Ah, lo notaste… —dije con las mejillas ardiendo.

—Y Alexor también —añadió mi hermana—. Dime, ¿qué traes contra mi esposo? Yo creí que estaban en buenos términos. Al menos esa impresión me llevé la última vez que se vieron.

—¡Y lo estamos! Oh, sabes que pienso que Alexor es fantástico y me encanta lo feliz que te hace —me apresuré a asegurarle—. Es solo que… —mi bochorno se disparó, ¿cómo explicarle lo que me sucedía? Era demasiado vergonzoso. Sin embargo, Triana era la persona en el mundo en quien más confiaba y no quería que pensara que tenía algo en contra de su marido—. Por favor, no te enfades por lo que voy a decirte. Admito que me he comportando extraña con Alexor, pero no es porque me desagrade. Al parecer, todo lo contrario.




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