Canciones:
Becky G - LBD
Mire el reloj de oro que colgaba de una de las paredes de la sala de estar. Todo el mundo estaba en silencio, hasta Ema lo estaba. Observe como Brina sonreía ansiosa, luego mire a Enzo y el parecía emocionado, su sonrisa lo delataba.
Uno de los enormes matones de la familia Abagnato entro a la sala, hizo una reverencia y con la autorización de la cabeza de la familia el hombre hablo.
- La señora Arabela esta entrado al jardín delantero junto con sus escoltas.- Informo el hombre de piel oscura.
Brina no dudo dos veces y salio disparada de la sala. Todo el mundo se levanto de sus asiento y salio del lugar. Enzo me espero paciente mientras el estaba parado y yo sentada. Eleve la mirada para verlo a los ojos.
- Tengo miedo.- Confesé asustada por la mujer que era la madre de Enzo.
- Te aseguro que ella te amara.- Enzo me tendió su mano y yo algo dudosa la tome.
Como vio que me costaba tenerme en pie por como mis piernas temblaban rodeo mi cintura con fuerza.
- Yo te ayudare a sostenerte en pie por el resto de tu vida cuando lo necesites.- Me regalo una sonrisa traviesa dándome a entender que aquellas palabras tenían doble sentido.
- Te odio.- Le dije nerviosa.
- Vamos.
De un empujón nos hizo caminar al mismo tiempo.
Estos tres días que he estado en esta casa lo único que vi solo fueron paredes pero gracias a la compañía de Ema y sus locas ideas los días fueron divertidos. Hicimos travesuras, probamos comida extraña que nos preparaban los chefs a pedido nuestro, hablamos de muchas cosas y demás. Por lo que me ha contado Ema ella tiene una coneccion con Antoni de amor/odio, y eso explica muchas cosas, como los celos repentinos de Antoni o tratarla mal. Ambas intentamos comprender sus acciones pero seguimos sin entender bien que es lo que el quiere de ella.
La voz dulce pero profunda de una mujer desconocida logro que mis cabellos se erizaran. Quiero correr de este lugar. El grupito de gente nos dejo paso y quede encantada por la mujer que nos observaba sorprendida. Su cabello me hizo recordar al de Enzo, rojizo pero con unos naturales rulos que la hacían ver joven y bella, en su rostro había varias pecas y algún que otro rasgo de la edad. Un vestido blanco y ajustado con un escote recto que no dejaba ver nada definía sus anchas pero no excesivas caderas, el largo del vestido dejaba ver la palidez de sus limpias piernas y los tacones blancos hacían que sus piernas se vean sexys.
- Enzo.- Dijo ella completamente embobada viendo al pelirrojo.
Me aleje dos pasos a la izquierda de Enzo y el salio volando hacia donde estaba la mujer. Su cuerpo choco contra el de ella y si no fuera por el abrazo que le dio la mujer se hubiera caído de espaldas. Vi como lagrimas se caían de los ojos de la mujer, ella los cerro y disfruto del abrazo que le estaba dando a su hijo.
Quería salir de ahí. Sentía vergüenza de mi aspecto, un vestido negro sin escote, con mangas hasta los codos, largo hasta las rodillas y un moño blanco en medio del cuello me parecía horrible a pesar que hace unos minutos me parecía lo mas delicado, mis tacones de aguja me parecieron exageradamente largo, mi labial de un tono coral me resultaba vulgar.
- ¿Ella es?- La voz de la mujer me hizo observarla completamente aterrada.
Todos tenían los ojos sobre mi.
Mierda.
Yo camine tímidamente hacia la mujer y le ofrecí mi mano para darle un apretón a la suya.
- Es un gusto conocerla señora Arabela. Mi nombre es Martina Argagnon.- Hable neutra. No demostré ninguna emoción y menos rasgos que me delataran en mi rostro.
Ella estrecho mi mano. Sus ojos marrones estaban sobre los míos, vi en ellos una mujer fuerte, una mujer de acero. Aquella mujer no era como cualquiera. Pude ver una cicatriz en su brazo derecho, la cicatriz era larga pero fina de anchura. Arabela tiene el mismo temperamento orgulloso que el de su hijo y la verdad no me extraño.
- Que tal si pasamos a la sala de estar para comer unos ricos bocadillos hermana.- La voz de Brina sonó dulce como siempre. Era la única persona que había decidido hablar luego de que yo estrechara la mano de mi suegra.
Arabela no quito su mirada de la mía y yo no deje que sus ojos me intimidaran, me sentía segura de mi misma, como si tuviera que ser ruda para caerle bien a aquella mujer que comenzaba a sonreír.
- Por dios, me encanta.- Arabela rodeo mi cuerpo en un acto que nadie lo esperaba.- Es tan linda y es perfecta para esta familia.- Ella me alejo de su cuerpo y me regalo una sonrisa que la hizo ver amigable gracias a sus tiernas pecas.
Le sonreí algo tensa por la situación. Arabela se acerco a su hermana y ambas se fueron hacia la sala de estar con los demás detrás suyo. Enzo se acerco a mi y me sostuvo por los codos al ver que yo no me movía.
- Creo que me desmayare.- Dije sin dejar de ser una estatua de piedra esculpida.
Enzo se rió y beso mis labios con ternura. Ame aquel beso, era como su el fuera el motor de mi auto.
- Esas dos me dan mucho miedo.- Le confesé.
- Las hermanas Bianchi son una dulzura por el exterior pero por dentro son crueles.- Me sonrió y dejo un beso en mi frente logrando que cierre los ojos por la sorpresa.
Editado: 06.07.2021