CAPITULO 80
Cancion: The box- Roddy Ricch
El ruido de las gotas de agua golpeando en la ventana de la habitación es ahogado por la música que sale del parlante de mi celular.
- Esta será nuestra primera cita después de mucho tiempo.- Le dije a Enzo mientras me ataba los cordones de mis zapatillas.
- Es verdad, hacía mucho tiempo que no salimos a ningún lado juntos.- La voz de Enzo aun seguía ronca ya que se había levantado hacia poco.
Me levante de la cama, busque un buzo bordo en uno de los cajones del muebles y me lo puse. Tome mi teléfono y lo guarde en el bolsillo trasero de mis jeans. Enzo me tomo de la cintura y me dejo un tierno beso en la frente.
- Vamos a desayunar mi reina.
Su sonrisa no tarda en aparecer y siento como una calidez acogedora me llena el corazón. Le devuelvo la sonrisa y salgo por la puerta hacia el pasillo. Camino con Enzo pisándome los talones. Observo los cuadros con marcos de madera colgados en las paredes del largo y ancho pasillo, algunos son paisajes y otras personas pero todos tienen una apariencia antigua aunque están libres de polvo o rasguños. El ruido de gente hablando, los cubiertos chocando entre si y el olor a la comida se hace mas fuerte por cada escalón que bajo y dejo atrás.
Anoche las cosas se pusieron feas con el tío de Enzo. Su no aceptación de mi dentro de la mafia y falta de confianza en las decisiones de su sobrino hizo que Enzo se molestara mucho con el pero al final de cuentas no se encuentra en su territorio sino en el de su tío aunque no sea un enemigo y sean familia el respeto al líder de la mafia no puede faltar. Creo que la única persona que puede contradecir o encarar al jefe es su mismísima esposa, Brina. Aquella mujer de aspecto dulce y de tierno corazón es capaz de hacer que el gran señor Abagnato cambie de parecer de sus decisiones. De que cambie su opinión hacia mí.
- Buenos días.- La dulce voz de Brina nos recibe apenas ambos cruzamos el umbral para estar en el comedor donde todos están desayunando.
La mesa está llena de muchas cosas dulces, saladas y frutas. Aquello parece un banquete para un rey pero en este caso es un banquete para un mafioso pesado y su familia.
- Buenos días.- Le devuelvo el saludo con una sonrisa en mis labios levemente pintados en un tono coral.
- Martina y yo estaremos fuera por todo el día.- Informa Enzo y siento como su grande y tibia mano toma la mía.- ¿Necesita algo antes de que me vaya tío?
- No Enzo.- El señor Abagnato se limpia las comisuras de sus labios con una servilleta de tela blanca.- Pon mucha atención a tu entorno, todavía no sabemos porque paso lo de anoche y quien quería interrumpir tan magnifica velada.- Sus ojos conectan con los de Enzo y no sé cómo mi novio es capaz de soportar aquella mira tan fría y seria.
- Claro tío.
Y con esto último Enzo tira de mí para salir de la enorme mansión. Uno de los guardaespaldas que se encuentra dentro de la casa nos abre la puerta principal y el viento frio golpea mi cálido cuerpo pero es algo soportable. Afuera parece que la lluvia quiere detenerse. Los colores de las flores parecen ser más vibrantes en este día gris de lluvia.
Enzo abre la puerta del acompañante de un hermoso Ferrari de color vino. Con su ayuda entro al vehículo algo bajito y el cierra la puerta una vez que yo estoy completamente dentro y en mi lugar. El perfume de Enzo está impregnado en el auto y me sorprendo por aquello ya que es la primera vez que veo este auto, no es nuevo pero tampoco viejo. El entra al auto y una vez completamente dentro hace que el motor ruga.
- Es nuevo?- Pregunto con curiosidad aunque en parte ya conozco la respuesta.
- Lo compre hace dos años para mis visitas aquí.- El auto comienza a salir de la entrada de la enorme casa. Me mira con una sonrisa en sus hermosos labios.- No sería una experiencia completa en Italia si no conduces uno de sus autos más populares.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Decido sacarme mis zapatillas para poder pisar con mis pies el tapizado de cuero del asiento sin ensuciarlo. Coloco el bluetooth del auto y busco alguna buena canción en mi celular. Subo el volumen del estéreo y me relajo mirando el paisaje que vamos dejando detrás y de vez en cuando observo al hombre que se encuentra a mi lado.
Su rostro serio intimida pero su corazón es lo más dulce que hay en este mundo.
Luego de estar todo el día visitando arquitecturas históricas y un restaurante moderno en el centro de la cuidad Enzo nos llevó a una tienda de ropa con aspecto carísimo. El cartel que dice el nombre de la tienda parece hecho de oro puro. El tira de mi mano para que deje de hacer berrinche por no querer entrar a un lugar con aquel aspecto tan caro y al fin entre a la tienda.
- Amor, conozco tus intenciones y ya tengo mucha ropa.- Digo en voz baja ya que no quiero que las personas que trabajan en este lugar me escuchen.- ¿No crees que tengo mucha ropa ya?
- Cariño.- Él se da la vuelta y me toma de mi cintura con una mano y con la otra acaricia mi rostro.- Nada es suficiente para mi reina.
- Tu reina te dice que ya es suficiente.- Hablo mirándole a los ojos con la espera de convencerlo.
Él se ríe y me deja un tierno beso en mis labios.
- Solo déjame consentirte, amor.
Vuelve a tomar mi mano y me lleva hasta la parte de atrás de la tienda donde hay una puerta doble de madera la cual abren dos de las empleadas. Un sofá de cuero color crema se encuentra en medio de una habitación con alfombra blanca, frente a esta hay un enorme espejo con una marco de madera blanca desgastada y a un lado hay una cortina donde seguro hay un espacio para cambiarse de ropa con algo de privacidad, Una mujer vestida completamente de blanco y con joyas que parecen que en cualquier momento quebraran su cuello aparece con una sonrisa amable en sus labios.
Editado: 06.07.2021