La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 18

Despierto con las sienes palpitando y el rostro hinchado. Paso las manos por mi rostro un tanto agotada debido al cansancio al mismo tiempo que dejo escapar una respiración nasal.

La noche anterior todo iba bastante bien, incluyendo la confluencia errónea con Jhuriel, hice cosas que nunca antes me hubiese atrevido a realizar por la sola influencia que mis padres ejercen sobre mí, sin embargo, al no estar ellos en casa, fue el momento oportuno y el cual repetiría si tuviese una segunda oportunidad.

Aun cuando las personas como yo no la merezcan, no cuando aún me encuentro bajo el yugo de mis padres y mi propia influencia.

 Aquella portentosa e imborrable noche fue el mejor trayecto hasta aquella pesadilla de la cual tengo nada más que recuerdos difusos.

Miro a traves de la enorme ventana por la cual se filtran los rayos de la mañana. Un pequeño pichón se encuentra detrás del vidrio, cantando una melodía mañanera.

A mi memoria llegan las imágenes difusas, hay algo que quiero hacer visible entre la nube densa que empaña el recuerdo. El temblor y la angustia atrapada en mi cuerpo aún se sienten tan reales que cuando he despertado mi corazón latía demasiado rápido y mis manos temblaban, sin embargo, mi propia mente me salva de atravesar aquellas barreras.

Salgo de la cama y me voy hacia la ducha. Evito pensar la pesadilla durante el resto del día.

.

Tan solo unas horas, cerca de las diez de la mañana, la contienda me puede. La pesadilla ni siquiera es lo que viene a mi mente, sino una que es real y material.

Le doy muchas vueltas a mis pensamientos, tanto que siento que en cualquier momento el piso bajo mis pies se va a perforar debido a todas las veces que he girado en el mismo lugar por al menos unos quince minutos. Muerdo mi labio inferior y suspiro mientras intento encontrar una razón certera y valida cuando de manera disimulada me encuentro preguntando a Giulio por la ausencia de Jhuriel a quien no he visto desde la noche anterior en nuestro último choque accidental el cual no terminó muy bien.

Transcurren las horas.

Durante la hora del almuerzo me encuentro sola en la mesa, con el sonido de mis cubiertos quebrando el aire. Sola y pensante. Dirigidos mis pensamientos hacia una persona en específico. El cubierto se resbala de mis dedos y un poco de la salsa salpica mi vestido.

Maldigo mi torpeza y lo maldigo a él en un siseo.

Paso las manos por mi rostro, frustrada y exasperada aun cuando se supone no debo tener motivos, pero su imagen, su rostro, su sonrisa. Todo de Jhuriel esta presente. Desde el instante que mis ojos vieron el primer rayo del día. Desde la noche anterior. Desde mucho antes.

Esta ahí y no puedo seguir escondiéndolo o evitándolo. Se siente incluso peor querer evitarlo.

La sensación exasperante se mantuvo el resto del día, rugiendo y guiando mis impulsos los cuales gracias a un poco de paciencia he podido controlarlo. Pero no mis pensamientos.

Las vivencias empezaron a tomar un solo trayecto, desviándose así de la misión principal. No es simple casualidad que mi piel correspondiera de una manera vergonzosa ante su cercanía, que mis ojos buscaran los suyos en cada oportunidad solo para encontrar lo que sabia en ellos. El brillo divertido, el reto, las emociones que se reflejan con tanta transparencia, tanto que hace que mi corazón realice una marcha imprecisa y anormal y que incluso me duela.

Me encuentro con la profunda necesidad de enfrentarlo, de verlo, escucharle, tener su presencia indiscreta, de oír y ver aquella confianza tan característica de Jhuriel.

Hago un machón en el lienzo en blanco y desisto de mi tarea vana por distraer mi mente. Muerdo mi pulgar y me pongo de pie mientras observo a traves de la ventana de nuevo en mi habitación. Afuera está demasiado vacío y de caminar en los pasillos, parecería un alma en busca de redención, aquella que necesito con mis sentimientos que me negaba a aceptarlos por ser cobarde. Todo siempre ha estado ahí y no es hasta que siento que los pierdo que quiero encontrarlos.

Maldita cobarde.

No me sorprendí, pero fue decepcionante cuando Jhuriel seguía sin aparecer.

—Así que sigue sin aparecer —digo, más irritada de lo que pretendo—. Comprendo, Giulio. Te agradezco —Giulio a mi lado sonríe de manera discreta, aunque no sienta ni una pizca de su gracia.

Levanto la vista y lo observo, resentida. No tengo el animo de seguir su broma o de acertar sus pensamientos.

—No seré entrometido como Vrina —suspira y niega con la cabeza mientras una pequeña sonrisa curva las comisuras de sus labios. Espero por lo que sea que tenga que decir, luego me marchare y dejare de pensar en Jhuriel—. Pero no se pueden seguir ignorando la atmosfera a su alrededor, tampoco hacer de vista ciega. Incluso yo me siento asfixiado por su constante tira y afloja. En ocasiones, me hartan, ambos. No se que es lo que ha ocurrido porque los dos son unos malditos orgullosos o son demasiado cobardes, pero lo que sea, deben afrontarlo.

—¿A qué te refieres? —entrecierro los ojos al mismo tiempo que cruzo los brazos sobre mi pecho, demasiado obvia—. ¿Qué tratas de insinuar, Giulio? Solo… no es que me importe… solo… dioses —siseo y lo enfrento—. Solo necesito hablar con él. Es todo.

Espero alguna burla de su parte, pero nunca llega. El contraste de sus ojos se suaviza y apoya una mano en mi hombro.

—Ya se ha dado cuenta que de nada sirve seguir negándolo. Piense si quiere seguir con la misma agonía, lady Sharon —me encojo de hombros, sin embargo, la respuesta es mas que predecible y Giulio lo sabe. Ha sido un testigo de primera línea.

 

Alzo la vista al cielo, sin enfrentar a Giulio, no puedo hasta después de un par de minutos en silencio. No se ha ido de mi lado, sigue siendo mi confidente. Miro a su rostro, encontrando sus ojos bicolores. Me contagia su determinación.




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