La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 25

Las cuatro semanas han pasado como si nada. Es la primera vez que asisto de nuevo a un evento publico tan grande. La primera vez en tres semanas que haría frente a Milickan, a la sociedad, a los murmullos que flotan en el aire, a la vergüenza interna, al pesar. Al nudo en la garganta y el dolor en el pecho.

Mantuve las apariencias como años atrás. Visité a Bastile. Recorrí con mis padres Saintream. Fuimos la familia llena de dicha y perfecta gracia que la sociedad quiere que seamos, ocultando las mentiras bajo la facha de una mera ilusión.

Jhuriel estaba sorprendido aquella tarde en la que después de tanto misterio, ese que me ha acechado, por fin revelaba a él ese lado oculto de mi vida que aún se esconde como lo hacen muchos secretos en Kindstone. Jhuriel se preguntaba cómo después de todo lo que mis padres han hecho, de lo que aun hacen, como es posible que pudiera seguir viviendo normal frente a ellos, sin siquiera un rastro evidente de resentimiento.

Mi respuesta es clara. Si hubiese dejado al resentimiento, la ira, el odio, dar cabida a tanto caos desatado, nunca hubiese vivido en realidad, no podría con todo ello a la vez porque las emociones, sobre todo aquellas plagadas de amargura, dañan.

El perdón es un ente invisible entre nosotros al igual que la nostalgia o el sentimiento de culpa, un insensible con un nombre al cual nunca se tomaría en cuenta. Mis padres no lo harían, no mostrarían nunca piedad ni siquiera por mí. La palabra perdón no puede existir entre nosotros. Aparentar mas bien es en lo que creemos.  

Con el paso del tiempo me he adaptado a vivir con ello ya con la realización de la verdad. No con una ilusión, porque ser consiente, aunque sea un poco, me protege de vivir arrastrada en la miseria del remordimiento.

Soy quien me he hecho levantar, quien sutura mis propias heridas internas, quien lucha contra la tempestad avasallante. Aun soy mi esperanza y la ilusión de poder cumplir al menos uno de aquellos escenarios con el que he soñado, son esos pequeños vestigios de esperanza y valentía quienes me traen al presente, justo donde ahora estoy.

Los cimientos de años siguen inestables, tanto que me han hecho dudar de ser posible, pero mi voluntad a ellos ha sido fuerte y poco a poco he podido estabilizarlo. No construirlo desde cero, sino mantenerlo, sujetarlos hasta el último aliento de esperanza.

Aun no estoy en lo alto, aun intento reconstruir lo que mis padres amenazan con quitar, aun avanzo a paso corto, pero también, aun lo sostengo.

El firmamento se alza hermoso y fuerte por encima de todo y de todos. Una creación verdaderamente superior. Mis brazos se hayan envueltos alrededor de mis brazos. La brisa me agita mechones de cabello y la tela suelta del vestido azul que llevo esa noche. Me encuentro plena a pesar del caos, rodeada de rosas en la parte más lejana del jardín, sintiendo el aire en mi rostro y una tranquilidad sospechosa.

Mis padres no dijeron nada cuando me vieron salir de casa hace cerca de diez minutos con el fin de despejar mi mente de todos los posibles sucesos que puedan ocurrir en el instante que abandonemos nuestro hogar.

Llevo la mano a mi pecho. No quiero que mis pensamientos me dejen la garganta en llamas. No quiero pensar en lo mal que todo puede salir. No quiero despedirme de esta pequeña calma.

No puedo hacerlo.

Mis manos tiemblan mientras intento contener la desesperación, las lágrimas, la impotencia que ruge por vagar libres a través de mis mejillas. No quieren la restricción que he impuesto y no sé cuánto tiempo más podre someter contra la fuerza bruta del poder enfermizo de mis emociones.

Cierro mis ojos ante los pasos que resuenan, acercándose, conociendo la presencia de aquel hombre junto a la sensación en mi pecho agitado porque solamente él causa ese estrago.

Siento el aliento cálido de Jhuriel en mi mejilla. La caricia de sus labios sobre mi piel que avanza y deja su hilera ardiente hasta cerrarlos por completo en la vena de mi pulso. Mi piel se eriza ante su contacto y cierro los ojos, sintiendo el deleite en el área donde sus labios se presionan.

Me giro y encuentro su imponente figura enfundada en su armadura dorada. Esta noche me acompaña al palacio como guardia personal.

Sujeto los lados de su cuello y lo atraigo hasta mi altura. Mis labios se presionan fuerte contra los suyos. Lo presiono contra mi pecho mientras Jhuriel me sujeta por la cintura con fina delicadeza, pero no lo quiero así, quiero sentirlo, atraerlo, presionarlo. Que sea fuerte. Y lo hace. Él me besa con tal fiereza que nuestros dientes chocan una vez y su lengua domina la mía. Muerde mis labios y me deja temblando por más. Mi cuerpo, mi alta. Cada parte de mi ser lo aclama con ardiente pasión.

Los dedos de Jhuriel ahuecan mi mejilla y, a pesar de que su mano muestra la misma fuerza que su cuerpo, lo hace con un toque gentil y suave que hormiguea en mi piel cuando nos separamos solo por falta de aire. Su brazo libre me sujeta con más fuerza cuando mira el estado inestable de mis piernas.

—Me duele ver esa expresión en tu rostro, Sharon —murmura sobre mis labios con voz ahogada y grave.

Lo atraigo de nuevo hasta mi altura y junto nuestras frentes, aun sin querer soltarlo.

—Déjame sentirte cerca, Jhuriel, justo de esta manera, permíteme apreciarte e imaginar un escenario diferente en el que tú y yo somos los protagonistas. Con eso puedes alegrarme mucho —abre sus ojos verdes, ese simple gesto hace que mi corazón martillee con más fuerte y temo que pueda escuchar el palpitar incesante aun contra las capas de ropa.

Trago y Jhuriel me acomoda en un abrazo el cual me permite descansar mi mejilla contra su pecho y respiro su aroma a fresco y limpio. Me siento segura, atrapada en calidez y como si él… él fuera parte de mi ser. Mi calma. Me alejo solo para ver su rosto y me sostenga la mirada como siempre lo hace.




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