La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 26

Es pasada medianoche, aun me muevo de un lado a otro sobre mi habitación, incomoda… no, más bien expectante y desesperada. La uña de mi dedo pulgar se encuentra desgastada debido a mi nerviosismo aun cuando no es la primera vez que Jhuriel y yo estemos solos en un mismo espacio.

He revisado el pasillo hace unos instantes, había dos guardias los cuales espero que acaben su turno, espero esa brecha en el intercambio y salir sin problema. Puedo hacerlo, pero la inquietud me carcome por la promesa que Jhuriel tenía en sus ojos cuando me dijo que me esperaba esta noche.

Escucho los movimientos cubiertos por la alfombra, susurros casi imperceptibles, bostezos y luego… silencio. Se que es el momento y no dispongo de mucho tiempo, así que salgo, cerrando con el mayor sigilo posible.

Mis pasos son digeridos por el material de la alfombra. Camino de puntillas, descalza, con las zapatillas en mano y mi cuerpo cubierto por un vestido sencillo y una capa que tiene la misión de cubrirme del frio. Miro hacia los lados y bajo las escaleras lo más rápido posible.

Sin rastros de Giulio, Aaron, Félix o Elay a quien considero la mayor amenaza.

Dejo escapar un suspiro en el instante que salgo por una de las puertas laterales con éxito hasta ese momento. Me apoyo sobre una pared para ponerme el calzado. La pequeña casa no parece demasiado lejos una vez la brisa fría me arrebata la capucha de la capa. 

Observo los alrededores tal cual ladrón huyendo de convertirse en presa. No hay guardias merodeando cerca, ya que la mayoría de los caballeros se concentra en vigilar la extensión del palacio por órdenes de mi padre. Si quisiera huir por segunda vez, no sería muy obvia.

Conozco el camino, sin embargo, nadie advierte sobre el nerviosismo que me embarga. Ni aquel incesante palpito en el que mi mundo se siente intrincado e invadido.

El latido de mi corazón y los susurros nerviosos que escapan de mis labios solo puede ser causados por Jhuriel, por su sola presencia, su voz, por el recuerdo de sus labios en sintonía junto a los míos. El tipo de nervios que solo provoca el alma que escoge mi corazón, aquel que siento en cada ocasión cuando sus brazos me envuelven y se crea una sincronía única entre nuestros cuerpos.

Camino por el sendero en donde la luz es escasa en ausencia de farolas ya que mis padres nunca tuvieron en cuenta que pudiese regresar a esta zona, incluso dudaba de mí misma para volver debido a los recuerdos que el espacio generaba, porque ya no lo hacen. No con la misma intensidad que antes ya que ahora tengo la oportunidad de crear nuevos junto a Jhuriel.

Ahogo un grito cuando cruzo y una figura emerge. Es Giulio quien aparece ante mi vista con aspecto cansado y soñoliento. Retrocedo un paso debido a la sorpresa y golpeo mi brazo contra la pared, Giulio también se espanta y casi cae al suelo, borrando el vestigio de sueño.

Casi por inercia o como gesto costumbre, rebusca a sus costados en busca de su espada. Observa en mi dirección, sus ojos se abren al mismo tiempo en sorpresa. Se atraganta y balbucea hasta que por fin parece reconocer mi silueta.

La diversión brilla en sus ojos y entrecierro mis ojos hacia él a pesar de la poca luz de la zona. Viste un pantalón negro y una camisa del mismo color. No lleva armadura, por lo que asumo que va a su hora de descanso y también la razón por la que no lo he visto.

—Lady Sharon… ¿Buena noche? ¿madrugada? Como sea —se pasa la mano por la nuca—. ¿Qué hace acá? ¿No es hora de dormir acaso?

Se cruza de brazos, sus músculos resaltan en su camisa, levanto los ojos, viéndolo alzar una ceja. Hago una mueca.

En ese estilo, parece el tipo de hermano protector. Me quedo viéndolo demasiados segundos ya que aclara su garganta esperando una respuesta, quizá incomodo de verme por la zona. Yo también lo estoy. Me siento inquieta y nerviosa ante su escrutinio.

—¡Giulio! Buena noche para ti también, te agradecería, habláramos un poco más… suave —murmuro, viendo hacia los lados, no descuidando el sigilo mientras avanzo hacia él.

—¿Se ha confundido con los pasillos de su habitación? Aquí no es el palacio, ¿Quiere que la escolte de regreso? Solo déjeme ir por la espada —abro la boca para responder.

Su risa suave me confirma que solo intenta burlarse de mí. El brillo de diversión en su mirada le delata.

Maldito Giulio.

—¿Hace cuánto terminaste el turno? Deberías estar descansando, querido Giulio y dejarme avanzar por allá —señalo detrás de su espalda, demasiado evidente sobre mi urgencia de abandonar el lugar.

No es que no me apetezca hablar con él, lo hago casi a diario cuando no tiene guardia retiradas o por más horas, sin embargo, con Jhuriel… nuestro tiempo es mucho mas reducido.

Giulio me agrada, es el mejor amigo que nunca creí posible de conservar, aquel que me da confianza para poder hablar sin el temor de que aquello llegue a oídos de mis padres.

Pero no estoy segura de poder aun decirle sobre esto, sobre todo de que voy a encontrarme con Jhuriel que seguro ya me espera.

—¿Es producto de mis sueños verla en el patio trasero de casa con una capa sospechosa cubriéndola? —bufo.

—No, no lo es, pero… puedes fingir no haberme visto —rueda los ojos y me pone una mano en el hombro.

—Me agrada, aunque voy a ignorar esa evasiva obvia y las razones por las cuales quizá se encuentre aquí o hacia donde va —estoy segura que me sonrojaría, pero la luz mortecina de la noche no le permite verlo con claridad.

—Giulio —siseo, casi suplico para que baje la voz.

El caballero ríe entre dientes a costa de mi nerviosismo. Observo los alrededores en busca de algún guardia, no obstante, aun seguimos solos.

 

—Mi turno terminó hace dos horas, lady Sharon. De hecho, estaba por regresar a nuestra área de descanso. Ha sido casualidad encontrarla aquí, aunque las preguntas deberías hacerlas yo —me señala.  




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