La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 27

—La veo muy feliz hoy —comenta Loren con una pequeña sonrisa. Golpea su hombro con el mío ya que se encuentra sentada a mi lado en la habitación de descanso. Giulio le advierte que deje de moverme.

—¿Tanto se me nota? —inquiero, disimulando mucho el calor en mi cuerpo con los recuerdos de la noche anterior grabados en mi mente, en mi piel.

—Hay una diferencia, si tenemos en cuenta los acontecimientos de apenas la noche anterior que involucran al… Rey y… el cortejo —dice Giulio, sentado a mi izquierda.

No me ve ya que está muy concentrado aplicando un ungüento a la cicatriz en mi mano, la cual se ofreció voluntariamente a curar. Me encojo de hombros, restándole importancia, a lo que el sisea en advertencia, poniendo una mano en mi muñeca evitando el movimiento.

—Lo estoy, en realidad, no tiene caso que permanezca envuelta en mi propia miseria cuando mis padres y Milickan continúan con sus vidas como si nada —respondo, ocultando la sonrisa por un gesto casual y despreocupado.

Apenas y concilie el sueño en toda la madrugada, debido a toda la emoción con Jhuriel, nuestros cuerpos juntos, sudorosos, ardientes y envueltos en el placer carnal.

La suavidad de sus besos, sus caricias, el arrebato por instantes. El recorrido áspero de sus dedos a través de mi cuerpo, mis terminaciones nerviosas correspondiendo fielmente a cada una, la sedosidad de su cabello. Nuestras intimidades juntas en aquel roce erótico. La sensación arrolladora del placer en su máxima expresión.

El beso de despedida. Las caricias delicadas. Las sonrisas. Las promesas no dichas. No me arrepiento de nada. Estoy segura que, de no ser porque esa noche Milickan selló un trato frente al reino, probablemente le hubiese dejado llegar a un más lejos.

La noche anterior, la vida misma hubo pausado un instante, dejó de existir todo aquello en lo que pienso a diario, las ordenes de mi familia, Milickan y el maldito compromiso, el honor que se supone debo conservar, la pureza que se me ha inculcado. En ese momento solo existíamos juntos, Jhuriel y los sentimientos poderosos, las emociones arrolladoras. La plenitud del momento. No sentí culpa, no la siento.

Por primera vez sentí el vestigio de libertad. Simplemente… fui yo, la vida que deseo junto a la persona que mi corazón escoge. 

—Hace un tiempo que no sonreía de esa manera, miladi. Sea cual sea la razón, me alegra ese efecto tan positivo que tiene, el Rey no merece que le guarde siquiera un momento —vuelvo a ver a Loren.

—No obtengo rendimiento, es agotador querer entenderlo todo y no recibir respuestas. Milickan no merece perturbar mi juicio, así que no, no pienso mucho en ello, aunque en estos momentos se esté saliendo de control, por supuesto… solo lo evito —dejo escapar una pequeña risa nerviosa.

—Puede que esa tranquilidad también involucre a un caballero, Loren. ¿O no, miladi? —Giulio levanta la vista, malicioso. Loren casi escupe el té.

—Tu como sabes —chilla Loren y nos ve a ambos de manera alterna.

—Solo lo sé, tengo ojos, Loren tú también los tienes y no eres ciega. Confírmenos, Excelentísima.

—No lo niego, Loren. Giulio tiene razón —digo, sincera. Los ojos de ambos se abren.

—El bastardo sabe cómo ocultarlo al público, incluso conmigo, pero hay cosas, pequeñas que no puede esconderlas —sisea Giulio, inmerso en su trabajo, pero sonríe, poderoso. Loren niega.

—Esperaba que lo siguiera negando, lady Sharon. Es decir… decía que lo odiaba —murmura la chica ocultando la sonrisa orgullosa detrás de su taza y cierro los ojos.

—No tiene caso, no con ustedes que lo saben, aunque… no quisiera tener que negárselo a nadie —murmuro y mi pecho duele en ese momento. Miro hacia mi mano libre.

Loren estira su mano y toma la mía, dándole un ligero apretón, transmitiéndome su apoyo. Giulio chista y le advierte con la mirada, pero Loren lo ignora rotundamente y envuelve sus dedos junto a los míos.

—¿Nos va a contar el secreto? ¿Cómo surgió todo? Porque parece demasiado irreal.

—No seas cortilla, Giulio, pareces Vrina metiendo las narices en todo. O solo estas celoso —Loren intenta esconder la mueca.

Giulio por fin la ve y le da una mirada mortal.

—El hecho de que no preguntes no quiere decir que no seas igual de cotilla, querida Loren —el chico sonríe de lado, haciendo que sus ojos bicolores muestren una expresión complacida de haber dado en un punto exacto. El ojo derecho de Loren se contrae mientras soy una espectadora de ambos.

—No es nada relevante, en realidad, solo sabes disimularlo, Loren —me encojo de hombros, apoyando a Giulio. Choca nuestras palmas y continua con mi mano. Loren me ve, ofendida, pero niega y vuelve a su té.

Giulio por fin termina de ajustar el parche en mi palma y le agradezco.

—Ustedes dos, son asquerosamente cómplices cuando les conviene —los tres reímos y disfrutamos ese espacio de la tarde que tienen libre.

—Yo no niego cuando Vrina habla sobre algún jugoso invento de la sociedad, incluso los míos propios —replico, tomando por fin mi taza y dándole un sorbo al té algo frio.

—Apuesto a que vendrá con uno referente al cortejo. Empieza el espectáculo afuera —apuesta Giulio. Los tres afirmamos al mismo tiempo.

No olvido el compromiso, lo que se espera de mi a partir de ahora, la seguridad reforzada en la extensión, los rumores fuera de casa, el ajetreo, las preguntas, las miradas, pero ello no tiene relevancia cuando hay un espacio en mi memoria mucho más importante que todo ello. Por primera vez en mucho tiempo no me siento tan abrumada por toda la horda de la sociedad.

No he visto a Jhuriel desde la madrugada en que nos despedimos y no es que estemos evitando encontrarnos. Él aún tiene compromisos en el Palacio Real que debe cumplir, por lo que probablemente no aparezca en todo el día y estoy bien con ello, lo entiendo, ambos debemos ser más cuidadosos ahora.




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