La Reina Híbrida

5. Bosque

Había pasado tres días desde que llegue a este lugar. La mayoría se estaban comportando muy bien a pesar de odiarme, se tomaban las molestias de enseñarme el palacio, sus costumbres y cultura la cual era muy diferente a la mía.

De los príncipes, solo dos hablaban conmigo y buscaban la manera de mantenerme entretenida, aunque no me soportaran en lo absoluto cosa que no me importaba lo hacían. La chica se le notaba la hipocresía hasta en los huesos y al chico por ponerlo en una situación “difícil” con su hermano menor cuyo hermano menor no lo he vuelto a ver desde el día que llegue, ni comió con nosotros, era como si se hubiera esfumado.

 No sé qué pretendía con su desaparición, debía de estar aquí dándome su suma atención para saber si era aun mas fuerte que este chiquillo que solo alardeaba de cosas que me parecían imposible que hiciera dado a su poca destreza que tenia a la hora de agarrar una espada, hasta un niño podía sostenerla mejor que el con una sola mano, el se iba de lado cuando la tomaba.

Me daba gracia el hecho de que él quería que lo eligiera a el porque era mucho mas fuerte que su tonto hermano menor que solo vivía en la biblioteca todo el tiempo y que nunca en su vida ha visto una espada o una batalla por eso, y que el sí, y era el indicado. lo había escuchado decirle eso a su hermana mientras disfrutaban de una rica merienda hablando de mi a mis espaladas.

Ella quería cotarme la cabeza y exhibirla ante todo el reino para que vieran lo inútil y perra que era por arrebatarle su trono. Sin duda aun siendo una adulta tenia la mentalidad de una niña, ella soñaba con tener un príncipe azul a su lado y gobernar dos reinos, o más bien el, ya que ella solo se dedicaría a parir y chismosear con sus amigas.

Mi hermano sería el que se encargaría de todo por sí solo.

Y se preguntaba porque me había denegado a que eso pasara. Conocía muy bien a las de su clase, eran todas así, con esa mentalidad de niña, por eso no me caía bien. Podría a ver aceptado de que Isobel y mi hermano reinaran los dos reinos porque ella es como yo, bueno todas las mujeres de mi reino no somos tan mierda como las de aquí.

Nos interesa la guerra a igual que los hombres, nos interesa nuestra libertad, que nuestro pueblo sea fuerte y difícil de conquistar. Sabíamos muy bien lo que la esclavización traería a nuestro pueblo si eso sucedía, teníamos que estar bien lista al igual que nuestros hombres y dar pelea como lo hemos hecho hasta ahora ganándonos el respecto de todos.

En mi reino si una mujer se consideraba débil era enviada al monte Hellum por todo un mes, regresaba con otra mentalidad y lista a dar pelea a cualquiera que osara a tratar de pasar las fronteras.

La debilidad no era aceptada en mi pueblo, todos tenían que ser fuertes y valientes a la hora de pelear sin importar si tenías que morir. Lo hacías con honor y orgullo por tu pueblo y eso iba implicado para ambos géneros.

Durante estos pocos días aquí, vi que esos puntos le hacían falta a este lugar, ya entendía porque medio reino estaba esclavizado si todas se lo dejaban a ellos y solo se dedicaban a tomar el te y chismosear porque ni a sus crías cuidaban, eso tenia que encargarse sus sirvientas o nanas.

Muchas cosas iban a cambiar una vez ascendiera a reina, el único problema era que si el chiquillo desaparecido no hacia apto de presencia tendría que elegir al inútil debilucho de su hermano mayor. Tenia la esperanza de que este al menos no se fuera de lado al tomar una espada.

Pasé la puerta de arco de madera con algunas flores y vi el estanque de agua en donde nadaban pececitos y un pato, el gran árbol en donde estaba recostado el desaparecido con un libro grande entre sus manos muy concentrado leyendo.

Me sorprendí verlo ahí sentado, no esperaba verlo aquí.

Me senté en el asiento de piedra frente al estanque ignorándolo, había encontrado este lugar antes de ayer y me encanto. Respirabas aire fresco y sin hipocresías, podías pensar con tranquilidad y nadie te molestaba.

Arregle mi vestido blanco y eche mi cabello hacia atrás mirando fijamente al pato el cual no dejaba de mirarme, hacía unos años atrás había descubierto que contaba con la habilidad de hacer que me obedecieran. A veces me daba cosita cuando tenia que ir a cazar con mi padre, pero según el era parte de la tradición de que el rey fuera a cazar con sus hijos al bosque.

Cuando no tenia nada que hacer iba al bosque y hacia que me obedecieran haciéndolos bailar, ir por agua o cualquier cosa que se me ocurrieran por la cabeza. Tenía pensado hablar seriamente con mi padre y su tradición de caza, no podía ser tan hipócrita y jugar con ellos para después venir a matarlos como si nada.

Estaba mal, muy mal.

- ¿Qué haces aquí? -  escuche la ronca voz de Deleriux.

Lo mire. Estaba vestido de negro entero y su capa larga con un botón dorado en forma de sol en un costado que, unía las parte de arriba, su parche en el ojo derecho me daba curiosidad ¿seria una herida de guerra?

Si lo era ¿Por qué el otro decía que era un inútil y no sabía tomar una espada?

- Lo mismo que tú. – respondí.

- Yo estoy leyendo – responde – no molestando a otros con mi presencia.

- ¿Acaso te molesta mi presencia? – pregunto alzando una ceja.

- Si. – dice fríamente.

Sonreí abiertamente – pues eso será un problema, al menos para ti no para mí. – dije y miré al frente mirando al pato de nuevo. Lo escuché resoplar y por el rabillo del ojo lo vi levantarse y caminar hacia la salida. - ¿Por qué te has desaparecido en estos días? – pregunte girándome viéndolo detenerse de golpe cerca de la puerta – se supone que deberías cortejarme al igual que tu hermano mayor, y no hay que decir el porqué.

El gira la cabeza lentamente mirándome por encima de su hombro con desprecio – no deseo entrar en un juego en donde tengo que competir con mi hermano para ganarme tu mano y así ser rey de ambos reinos. No me interesa en lo absoluto la corona, tu y mi hermano pueden metérsela por el culo si desean, a mí me sacan de eso.




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